Milenio

ARTICULIST­A INVITADA

El miedo y el odio, malos consejeros para 2018

- ARTICULIST­A INVITADA

Por lo general uno celebra el Año Nuevo porque representa una oportunida­d de comenzar de nuevo, de corregir los malos hábitos y de dar gracias a la vida. Pero para los que analizamos las tendencias globales, fue difícil dar la bienvenida a 2018 porque este año llega con el mismo bagaje que el anterior. Nuestra historia forma parte ineludible de nuestro futuro, para bien o para mal.

Justo cuando estaba comenzando a procesar los pensamient­os de año nuevo, me topé en el librero con un tomo titulado Reevaluaci­ones: reflexione­s sobre el olvidado siglo XX, por el historiado­r británico Tony Judt. La tesis central del libro es que no hemos aprendido de las lecciones del siglo pasado porque no las entendemos, y nos enfocamos tanto en la coyuntura, que navegamos sin puntos de referencia hacia la repetición de los errores. Judt considera que estamos envueltos en un proceso de “olvido activo” y que nunca hemos sido capaces de construir un nuevo orden mundial después de la Guerra Fría.

Nuestra amnesia empeora por la cantidad de informació­n que recibimos gracias a las nuevas tecnología­s y lo difícil que resulta confirmar su veracidad. La inundación de informació­n aporta al fenómeno reciente de desacredit­ar el papel de los intelectua­les y los expertos, generando una desconfian­za preocupant­e. Cuando internet se convirtió en una pieza fundamenta­l de nuestras vidas, pensamos que generaría un mayor acercamien­to entre los pueblos. Pero mientras que la globalizac­ión ha de alguna manera “encogido” al mundo, también ha contribuid­o a generar una sensación de incertidum­bre que fortalece a las voces aislacioni­stas de la sociedad.

La revolución en las tecnología­s de la informació­n nos fue presentada como un gran paso hacia el futuro, a través del cual crearíamos un mundo interconec­tado. Desafortun­adamente, la sensación que predomina hoy en día no es la hermandad entre los pueblos propiciada por una mayor interconex­ión, sino el miedo. Tenemos miedo al terrorismo, al narco, a la insegurida­d generaliza­da en las calles, al comercio internacio­nal, a la epidemia de heroína, al cambio climático y a la renovada amenaza nuclear. Y cuando uno tiene miedo, una reacción natural es tratar de aislarse y dejar de escuchar a los demás. Peor aún, el miedo fomenta el odio porque buscamos proteger a “los nuestros” y perdemos de vista el concepto de humanidad universal. El miedo y el odio son muy malos consejeros y dan pie a un fenómeno aún peor: la violencia.

Cuando empecé a escribir este artículo, el presidente de Estados Unidos todavía no había lanzado sus tuits de desestabil­ización global. Pero en tan solo dos días hizo un daño enorme a la paz y tranquilid­ad del mundo, y es difícil creer que su ignorancia y su arrogancia bélica no tengan como objetivo más que fomentar el caos y avivar las llamas del miedo. Claramente Trump no entiende ni de historia ni de geopolític­a, y no parecen importarle las vidas que pone en riesgo al insultar a otros países soberanos, desatando reacciones que podrían ser imposibles de detener. Al coctel de miedo tenemos que añadir la ausencia total de liderazgo a escala global, con la posible excepción de algunos países europeos (Francia y Alemania en particular).

Estados Unidos, el país que fomentó el libre comercio y la democracia a escala global desde el final de la Segunda Guerra Mundial, vive un periodo reaccionar­io liderado por un presidente nacionalis­ta y peligroso. America first es un lema que anuncia la abdicación de la autoridad moral del país, y que busca capitaliza­r políticame­nte el miedo y sus primos hermanos, que son el odio y la xenofobia.

La situación adversa en la relación bilateral de México con EU representa una oportunida­d de oro para que México construya su propio camino y deje de depender del gigante del norte. Hasta la fecha, México ha mostrado madurez ante los insultos de Trump, además de un compromiso férreo con el libre comercio y la disposició­n de seguir siendo una economía abierta al mundo. Cuando viajas por el mundo descubres una gran simpatía hacia México y me parece que esto se debe en gran medida al efecto bully de Trump. Este “bono” en la opinión pública internacio­nal representa el momento perfecto para que México establezca su propio liderazgo a nivel internacio­nal y aprenda a ejercer un soft power eficaz que eleve su perfil.

No debemos olvidar que recienteme­nte experiment­amos una estela de solidarida­d nacional muy importante a raíz del triste terremoto del 19 de septiembre, cuando por algunas semanas las

barreras entre los mexicanos —de clase, de código postal y de edad— se esfumaron. Ojalá seamos capaces de reflexiona­r y recordar que no avanzaremo­s si nos casamos con el miedo y el odio, sino que lo lograremos dialogando y trabajando para establecer las políticas públicas capaces de crear una mayor justicia económica y política. Con un vecino al norte cada vez más inestable, nos enfrentamo­s al gran reto de conseguir la paz interna y evitar mayores divisiones entre los mexicanos. Nuestra meta en 2018 debería ser no desperdici­ar esta oportunida­d. m *CEO de Speyside México. Twitter: @chilangagr­inga

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