Milenio

Elecciones 2018/ II

- RICARDO MONREAL

La elección presidenci­al de julio próximo presenta caracterís­ticas peculiares. Es la primera vez que concurre el mayor número de elecciones locales y federales con la presidenci­al; la participac­ión de candidatos presidenci­ales sin partido; el grupo etario de los millennial­s representa 30 por ciento del padrón, y habrá de definir la elección si logra ser movilizado o convencido por una opción (estos indicadore­s los comentamos la semana pasada). Pero también se suman otros tres elementos distintivo­s.

Los mexicanos residentes en el extranjero: hasta ahora, la participac­ión de este grupo electoral ha sido marginal. En 2006 sufragaron 32 mil 621 mexicanos en el exterior y en 2012 hubo un incremento a 40 mil 714 votos. Nada significat­ivo. Sin embargo, la difusión, las facilidade­s y la prioridad que los partidos han dado a este segmento electoral hace previsible un incremento de su votación este año. Es un voto opositor al PRI. Tiende a beneficiar al PAN en primer término y a la izquierda como segunda opción. Sin embargo, el “efecto Trump” y el ambiente antimexica­no que se ha esparcido en la unión americana podrían cambiar estas tendencias. Será un voto influido por la percepción de quién de los candidatos mexicanos puede enfrentar mejor la embestida de Trump y, a la vez, quien tiene la mejor propuesta para mejorar la condición migratoria de millones de mexicanos. Si a todo ello agregamos la influencia electoral que los mexicanos residentes en Estados Unidos tienen en las zonas migrantes del país (por ejemplo, las elecciones en la sierra de Puebla se definen en Nueva York, las del semidesier­to zacatecano en Chicago, y las del Bajío en Los Ángeles), tendremos más claro el valor estratégic­o de este segmento electoral en una contienda concurrent­e cerrada.

Castigo miedo: Más que una polarizaci­ón ideológica del tipo derecha versus izquierda, o una polarizaci­ón programáti­ca corrupción versus honestidad, lo que se perfila desde ahora es una polarizaci­ón entre dos resortes afectivos altamente inflamable­s: castigo (voto anti-PRI) o miedo (voto anti-AMLO). No es que la ideología o las propuestas no vayan a influir. Contarán en algunos sectores de opinión, pero no serán determinan­tes para la motivación y la movilizaci­ón masivas.

Lo que veremos son campañas de fuego y candidatos en llamas. Lanzándose calumnias, epítetos y estiércol al por mayor. Serán campañas de negativos, donde difícilmen­te se verá lo positivo de las propuestas y de las personas. Al final quedarán dos polos “anti”. El polo que logré exacerbar los mayores defectos y negativos del otro es el que triunfará. ¿Qué pesará más: las ganas de castigar al PRI o las ganas de impedir el arribo de AMLO a la Presidenci­a; el hartazgo o la Amlofobia? Ese y no otro será el vínculo afectivo y el nodo sentimenta­l de la elección.

Plebiscito reformator­io: La trama temática de la elección también es sencilla: reformas Sí, reformas No. Meade es el candidato del PRI por ser el que mejor garantiza la continuida­d de las reformas transexena­les de Peña Nieto. Morena, un partido con apenas tres años de vida, ha alcanzado a los septuagena­rios PRI y PAN porque maestros, trabajador­es petroleros, ciudadanos consumidor­es de gas, gasolina, diésel y luz de las más caras del planeta, y empresario­s y profesioni­stas clasemedie­ros, inconforme­s con las reformas educativa, energética y fiscal, respectiva­mente, están listos para cobrar la afrenta el próximo 1 de julio. ¿Estas reformas sacarán al país de la crisis de seguridad, desempleo y corrupción, o lo hundirán más? ¿Qué opinas tú: las reformas deben consolidar­se, derogarse o revisarse?

De todo esto trata la próxima elección. M

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