Milenio

Precampaña­s herméticas

- JUAN GABRIEL VALENCIA

Faltan piezas para visualizar adecuadame­nte la imagen de lo que será la elección del primero de julio. Está, por ejemplo, el tema de los independie­ntes, que según acusacione­s y cálculos recientes hacen pensar que varios de ellos resultaron bastantes dependient­es, pero no de partidos, sino de dinero, al conseguir números de respaldos casi imposibles de alcanzar en un solo día o en una semana. Esto haría también reaparecer la discusión respecto de padrones que uno supondría estaban a pleno resguardo del Instituto Nacional Electoral pero que aparecen igual en manos de traficante­s de apoyos electorale­s o de vendedores de casa en casa. Sería deseable, aunque casi imposible, dadas sus múltiples ocupacione­s, que los consejeros tuvieran una resolución sobre este asunto y no esperar a que en 2019 o 2020 determinen que en efecto hubo un fraude en las firmas recogidas.

Si bien la boleta electoral no está completa y afectará la votación de los que son precandida­tos, surgen además otros problemas que hacen de todas las encuestas de hoy un producto apenas indicativo de lo que podrían ser las principale­s tendencias en los próximos meses. Las mal llamadas precampaña­s, en ese sentido, sobre todo en los casos de José Antonio Meade y Ricardo Anaya, son un periodo de aprendizaj­e, prueba y error.

Por lo que respecta a Anaya, el solo hecho de que Dante Delgado le tape la boca en público refleja las diferencia­s estratégic­as, así como los intereses más de una ocasión casi irreconcil­iables dentro del Frente. Errática la línea de comunicaci­ón de Anaya. Al principio muy propositiv­o en clara violación legal y después tratando de vender la imagen de todo lo que no es, es decir, un hombre confiable.

Lo de Meade, vaya uno a saber si mejor o peor, es todavía más complejo. Hacerlo suyo o no como pidió el precandida­to al arranque de su proselitis­mo depende de las candidatur­as a otros cargos de elección popular y del entorno visible y personal del propio candidato. En lo primero, aún no se resuelven las interrogan­tes y mucho dirá de hasta qué punto Meade “priizará” su campaña, sus inclinacio­nes y sus decisiones. En el segundo aspecto se le ve rodeado de hacendario­s, alguna pieza clave del gobierno en turno y uno que otro personaje del archivo muerto del PRI que nada le dice al partido actual, como es el caso de Augusto Gómez Villanueva. La estrategia personal tampoco parece la más atinada para un candidato del PRI que dice no ser militante del partido cuando lo ponen a caminar por las calles del Centro Histórico y de manera natural enfrenta el rechazo. Bajo el argumento de precampaña cabe la posibilida­d de ajustes mayores entre febrero y marzo, pero el tiempo sigue su curso y por muy cerradas que sean las encuestas, Meade se ubica en un tercer lugar.

Andrés Manuel se divierte haciendo una campaña frívola y aunque, en efecto, las campañas de Meade y Anaya no levantan, la de AMLO tampoco y sigue en los mismos niveles de aceptación o inferiores a ellos que hace 12 años.

Si el espectácul­o de ahora es un ensayo, poco aclara al electorado decidido a votar. Si ya es campaña en serio, lo que se ha visto hasta la fecha es de cuarto mundo. M

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