Milenio

Censura y feminismo

- BRAULIO PERALTA

La prisa y la irresponsa­bilidad de nuestros tiempos orilla a encauzar luchas ganadas como si fueran perdidas. Derribamos y construimo­s. Construimo­s y derribamos. Virginia Woolf invocaba la construcci­ón de una habitación propia para rehacerse, inventarse, proyectars­e, respetarse y ser respetada. Las sufragista­s lucharon en sociedad por el voto, en manos de casi la otra mitad del mundo: los hombres. Lo ganaron, al menos en Occidente. Falta, pero se camina...

Pero no basta. Hay acoso sexual, violacione­s, seduccione­s no pedidas, violencia y asesinatos. Muertes que ya ni siquiera son noticia en Oriente, y en Occidente forma parte de sociedades hipócritas que permiten exista una Comisión Nacional de los Derechos Humanos para que investigue­n “hasta las últimas consecuenc­ias”, sin que la ley haga justicia contra esos crímenes. Cosa juzgada.

Pero además, hoy las mujeres luchan por el poder y exigen, reclaman, increpan, luchan por la mitad de la “democracia”, esa donde supuestame­nte cabemos todos, incluyendo los crímenes de travestis, transexual­es, gays y lesbianas, dentro de unas siglas —LGBTTTI—, y de las que muy poco espacio les dedican en los medios de comunicaci­ón, porque hoy todos quieren participar en política y ser parte del juego…

Políticos a los que no importa que se pretenda censurar al arte y los artistas por pintar, escribir, filmar, deletrear la imágenes de la mujer a través de Balthus y Schiele, Nabokov y Miller, Polanski y Allen. Lo que importa es el castigo para matar la culpa, sin deslindar responsabi­lidades compartida­s. La invención en el arte corre peligro frente a los radicalism­os emergentes de los últimos tiempos. La censura se escuda porque los creadores, en su vida privada, son seriamente cuestionad­os por las mujeres, o mejor, el nuevo feminismo. ¿Hasta dónde vamos a llegar?

Ya vimos debatiendo a las francesas con las estadunide­nses, ya apareció una escritora canadiense que reclama procesos justos a los acusados de agresiones sexuales. ¿Qué hacemos con lo que tenemos, apenas unas dádivas a las mujeres, su pequeño coto de poder? Ni idea de cómo se va a resolver este conflicto. Pero la censura al arte es el peor camino. Borrar a Harvey Keitel del filme de Spielberg no es una solución. Es censura. Es odio. Desaparece­r los filmes de Woody Allen, también. La rabieta política no es buen consejero.

El movimiento LGBTTTIQ se reunió este fin de semana para incidir en los candidatos presidenci­ales para 2018. Que los matan, que los discrimina­n, que no tienen los mismos derechos que los heterosexu­ales. Que quieren ser políticos. ¿Tan difícil es entenderlo? M

 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico