Milenio

Oreja para Luis Adame

Fue el único que tocó pelo; Diego Silveti y Roca Rey no lo consiguero­n

- Octavio X. Lagunes/ Ciudad de México

Agradable tarde de invierno con algo de viento. Mejoró la entrada ya que el cartel tenía variedad, gusto y afición. Se lidiaron los siete toros variopinto­s poblanos del encaste Parladé en México, muy bien criados, por el finado Don Pepe González y actualment­e manejada por sus hijos. El 7° de regalo provino de Xajay, criado en Tequisquia­pan por Xavier Sordo.

Los tres toreros vestidos de la aguja. Abrió plaza el de Guanajuato, Diego Silveti, vestido de blanco y plata con un moño de luto por la recién muerte de su abuelo. Pegó unas meritorias gaoneras. Con la muleta realizó una faena por ambos lados a un toro noble y fijo de poca pila. Cerró con ajustados pases por alto. Mató de un penoso bajonazo que fue pitado. Se retiró entre división. Con el cuarto, pegó un quite por saltillera­s no muy afortunado. Con la sarga estuvo voluntario­so, pegó infinidad de muletazos sin transmisió­n. Entera trasera suficiente. Escuchó algunas palmas. Regaló uno de Xajay que no se prestó en nada para el lucimiento. Con este toro fue efectivo al matar. Se retiró en silencio.

El peruano Andrés Roca Rey, vestido de tabaco y oro mostró oficio y seguridad de pies. Exprimió mucho a su primer toro, logró muletazos de mucho mérito. Al final algunos lo criticaron de encimista, sin embargo, se jugó el pellejo ante el toro metiéndose entre los pitones. Mató de media caída que tardó un poco en hacer efecto. Escuchó algunas palmas. Ante su segundo, el toro se puso por delante y le tiraba unos espantosos derrotes. No valía la pena arriesgar más ante un marrajo. Mató de media delantera que fue suficiente. Ante el que cerró plaza, de regalo, Andrés fue empitonado por tratar de cambiar al toro por la espalda. Se levantó y ligó buenas series de derechazos y naturales, aunque el toro se le frenaba haciendo alarde de su valor. Cerró con una serie de pases sin estoque. Pinchó arriba en dos ocasiones antes de matar.

El hidrocálid­o Luis David Adame vestido de coral y oro dejó que su picador se diera vuelo con la vara y se hizo el desentendi­do. Con la capa quiso lucirse pero no lo logró. De muleta lo vimos desangelad­o en una faena de muchos muletazos y poca transmisió­n y razonables reclamos de la afición. Mató de tres pinchazos antes de que doblara el toro. Se retiró entre la indiferenc­ia popular. Con el que debía cerrar plaza, se equivocó al iniciar y fue feamente lanzado al aire, sin consecuenc­ias. Se repuso e hizo una faena muy al estilo Adamista, llegándole mucho a la gente. Mató de entera y usó con efecto la espada de descabello para cortar una oreja.

Quedó demostrado que la sangre Parladé criada en México funciona, no se comen a nadie.

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Luis David lidia su segundo toro de la tarde, Guajiro

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