La corrupción y las elecciones
El gobierno de Peña Nieto, el PRI y sus representantes en el Congreso nunca se comprometieron realmente a combatirla
Quién le cree al precandidato presidencial del PRI, José Antonio Meade, cuando presenta sus iniciativas para terminar con la corrupción? Nadie. Todos sabemos que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, el PRI y por supuesto sus representantes en el Congreso de la Unión nunca se comprometieron realmente con el combate a la corrupción. Está perfectamente documentado en dónde estuvieron las mayores resistencias para que el paquete de reformas en materia constitucional y legal avanzara; están perfectamente documentados los intentos por boicotear la creación, fun- cionamiento y financiamiento del Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), así como las pretensiones de imponer a los magistrados anticorrupción a modo.
Nadie cree que José Antonio Meade irá a fondo contra César Duarte, Javier Duarte, Roberto Borge, Roberto Sandoval y demás integrantes de esta generación de gobernadores priistas y de todos los partidos políticos que tuvieron la protección del gobierno para actuar con total impunidad, para enriquecerse y enriquecer a sus familiares, socios y amigos, y para desviar cientos o miles de millones de pesos a las campañas de sus partidos políticos. En esta administración los gobernadores se convirtieron en la cara de la corrupción, el autoritarismo y la fatuidad política.
Independientemente de las propuestas que José Antonio Meade presente, en realidad tiene las manos atadas para actuar contra los corruptos. Si sus deseos fueran auténticos, no lo dejarían hacer nada. En buena medida fue elegido por esa imagen de servidor público decente en medio de políticos corruptos. Es falso que Meade pueda cruzar el pantano de dos sexenios, uno panista y otro priista, sin mancharse el plumaje, porque más allá de las cualidades personales, ha guardado silencio ante los actos de corrupción que se han presentado y que se han hecho públicos dentro y fuera del país, pero que no han tenido consecuencias reales.
El bono de credibilidad y la divisa de ser un ciudadano se evaporaron muy pronto. La precampaña de José Antonio Meade está estancada y comienza a presentar signos de desesperación, porque el mes de enero está por terminar y su precampaña no despega. Sabe que le queda poco tiempo para mostrarse como un candidato competitivo y conservar el respaldo pleno de la oligarquía y del gobierno de Estados Unidos, que fueron los que realmente palomearon su candidatura. De no conseguir aumentar sus intenciones de voto, estos factores reales de poder lo soltarán y optarán por su opción B, es decir, por Ricardo Anaya.
Efectivamente, el combate a la corrupción es uno de los grandes pendientes de la agenda nacional y el castigo a los corruptos una de las demandas más sentidas de la sociedad. La corrupción daña todos los ámbitos de la vida social y política y lastima a la población, daña a las instituciones y merma el quehacer público. Lo importante es que la sociedad tiene claro que la única opción que puede combatir realmente a la corrupción la representan Andrés Manuel López Obrador y Morena, por una razón muy sencilla y que la sociedad la tiene perfectamente clara: no forman parte del pacto de impunidad. M