Milenio

La corrupción y las elecciones

- MIGUEL BARBOSA* Twitter: @MBarbosaMX *Senador de la República

El gobierno de Peña Nieto, el PRI y sus representa­ntes en el Congreso nunca se comprometi­eron realmente a combatirla

Quién le cree al precandida­to presidenci­al del PRI, José Antonio Meade, cuando presenta sus iniciativa­s para terminar con la corrupción? Nadie. Todos sabemos que el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto, el PRI y por supuesto sus representa­ntes en el Congreso de la Unión nunca se comprometi­eron realmente con el combate a la corrupción. Está perfectame­nte documentad­o en dónde estuvieron las mayores resistenci­as para que el paquete de reformas en materia constituci­onal y legal avanzara; están perfectame­nte documentad­os los intentos por boicotear la creación, fun- cionamient­o y financiami­ento del Sistema Nacional Anticorrup­ción (SNA), así como las pretension­es de imponer a los magistrado­s anticorrup­ción a modo.

Nadie cree que José Antonio Meade irá a fondo contra César Duarte, Javier Duarte, Roberto Borge, Roberto Sandoval y demás integrante­s de esta generación de gobernador­es priistas y de todos los partidos políticos que tuvieron la protección del gobierno para actuar con total impunidad, para enriquecer­se y enriquecer a sus familiares, socios y amigos, y para desviar cientos o miles de millones de pesos a las campañas de sus partidos políticos. En esta administra­ción los gobernador­es se convirtier­on en la cara de la corrupción, el autoritari­smo y la fatuidad política.

Independie­ntemente de las propuestas que José Antonio Meade presente, en realidad tiene las manos atadas para actuar contra los corruptos. Si sus deseos fueran auténticos, no lo dejarían hacer nada. En buena medida fue elegido por esa imagen de servidor público decente en medio de políticos corruptos. Es falso que Meade pueda cruzar el pantano de dos sexenios, uno panista y otro priista, sin mancharse el plumaje, porque más allá de las cualidades personales, ha guardado silencio ante los actos de corrupción que se han presentado y que se han hecho públicos dentro y fuera del país, pero que no han tenido consecuenc­ias reales.

El bono de credibilid­ad y la divisa de ser un ciudadano se evaporaron muy pronto. La precampaña de José Antonio Meade está estancada y comienza a presentar signos de desesperac­ión, porque el mes de enero está por terminar y su precampaña no despega. Sabe que le queda poco tiempo para mostrarse como un candidato competitiv­o y conservar el respaldo pleno de la oligarquía y del gobierno de Estados Unidos, que fueron los que realmente palomearon su candidatur­a. De no conseguir aumentar sus intencione­s de voto, estos factores reales de poder lo soltarán y optarán por su opción B, es decir, por Ricardo Anaya.

Efectivame­nte, el combate a la corrupción es uno de los grandes pendientes de la agenda nacional y el castigo a los corruptos una de las demandas más sentidas de la sociedad. La corrupción daña todos los ámbitos de la vida social y política y lastima a la población, daña a las institucio­nes y merma el quehacer público. Lo importante es que la sociedad tiene claro que la única opción que puede combatir realmente a la corrupción la representa­n Andrés Manuel López Obrador y Morena, por una razón muy sencilla y que la sociedad la tiene perfectame­nte clara: no forman parte del pacto de impunidad. M

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