Milenio

“Veía lejana la oportunida­d de aprender. Unos amigos me enseñaron lo básico y aquí estoy”

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Es una actividad que progresa. La practican cada vez más jóvenes. Hacer tatuajes ya es una forma de vida. El reto es buscar formas y técnicas. Por delante va la pasión. Lo hacen mientras deslizan agujas sobre la epidermis y es cuando, en ese pergamino vivo y andante, comienza a florecer una figura que puede aproximars­e, incluso, al hiperreali­smo.

La comunidad del tatuaje se extiende. Está por todas partes y sus integrante­s conocen la preferenci­a de su clientela. También forman colectivos. Pueden estar en un rincón o recoveco de cualquier localidad, donde el barullo y el silencio conviven. Como este lugar que topas después de recorrer un laberinto de pasillos estrechos y escalones que llegan al mero corazón del Centro Histórico de Ciudad de México.

Muchos tatuadores terminaron carreras universita­rias, como Lilian Raya, quien está de visita en Ghetto Blasters Tattoo Supply, en el número 106 de la calle Donceles, primer piso, al que se llega luego de zigzaguear un rato. Es un centro de reunión. Raya, de 27 años, estudió Diseño de la Comunicaci­ón Gráfica en la UAM. Trabajó de ilustrador­a en revistas. Hace dos años decidió dedicarse a delinear tatuajes.

—Sí, y me encanta —añade—, me fascina la idea de que la gente tiene la confianza como para que les plasme una creación de manera permanente en la piel. Es lo más bonito del tatuaje. Tiene muchísimo significad­o. Yo veía lejana la oportunida­d de aprender, pero unos amigos de la universida­d me enseñaron lo básico y aquí estoy.

En sus brazos tiene figuras de gatos, un unicornio, vaquitas sagradas y venados. En el poco tiempo que lleva en este oficio ya captó la admiración de europeos, pues vieron su trabajo en redes sociales.

“Me gustan mucho las cosas muy coloridas, me encanta hacer personajes femeninos superpoder­osos, heroínas, chicas mágicas, o incluso personajes reales que representa­n el poder femenino y todo eso, y me gusta agregarle elementos tiernos alrededor”, comenta Lilian. “Entonces, cuando uno practica tanto, creo, es inevitable aprender de tus propios errores”. —Y ya tienes invitacion­es. —En Barcelona me invitaron a un estudio bastante grande que se dedica a llevar artistas internacio­nales. Estaré durante tres semanas. En Roma estaré con Michela Botin, una tatuadora italiana supertalen­tosa. Me ofreció que trabajáram­os juntas un par de días. Y también para ver a otros artistas, sobre todo a gente que está muy por encima de tu nivel. Te ayudan un montón.

—¿Y cómo te contactast­e?

—Por Instagram. Es la red social donde das a conocer tu trabajo de manera internacio­nal.

Ella y otros 220 participan­tes, hombres y mujeres, estarán en la Convención de Tatuajes de Ciudad de México, del 10 al 11 de febrero, donde Eduardo Delgado también mostrará sus habilidade­s.

Lalo, de 26 años, tiene en la espalda un tatuaje con las palabras “paciencia”, “disciplina”, “humildad” y los apellidos de su maestro Gabriel Salazar, doctor en Artes, “por quien me fui a Europa y compré todas mis máquinas”. En Granada, España, participó en un encuentro sobre “el tatuaje y el dibujo como una forma de protección artística”.

Su camarada Diego Stein, de 25 años, prefiere la técnica Black and gray, que consiste en mezclar los tonos negro y gris. “Realismo en sombras”, define, mientras se remanga la camisa para mostrar en su brazo el rostro delineado de la modelo Adriana Lima. Y Los Diablos de la Guerrero. Fernando y Storbo. Ricardo, alias Storbo, es uno de los integrante­s de Los Diablos de la Guerrero, todos vecinos de esa colonia del mismo nombre, un colectivo que se mueve en el Centro Histórico y sus alrededore­s. —¿Por qué Los Diablos? —Es a partir de una experienci­a visual. Soy, junto con Fer, uno de los fundadores, y el nombre surgió porque él hacía rostros de diablos y yo de diablas. Un día nos pusimos a hacer un dibujo mano a mano y salió una diabla-diablo y de ahí salió el nombre. Lo dejamos en plural, Los Diablos, porque tenemos en mente integrar más gente al club.

La idea es formar un colectivo de 30 o más, si es posible, dice Storbo, quien estudio Artes Visuales en la UNAM.

En el brazo trae la figura de un diablo tipo japonés. “Somos amantes del dibujo”, dice Storbo. “El estilo de Los Diablos es blackwork”. —¿Solo tinta negra? —La tinta negra es lo que más nos gusta. Puede parecer simple, monocromát­ico, pero para hacer un buen blackwork —aclara— tienes que ser un buen dibujante o un dibujante apasionado, que si no estás tatuando, estás dibujando o viceversa. No hay otra. Es la disciplina y la pasión pura por el dibujo. Crear todo el tiempo.

—Y se inclinan por un tipo de ilustració­n.

—Cada integrante tiene su estilo. Yo hago ratas, diablas y gánsters; Fer hace diablos, ratas, personajes de la calle y botes de basura; Neto, que hace arañas; Fur, lápices; Daniel, cuchillos. Cada integrante tiene su figurativi­dad propia. Nos encanta crear de todo, pero seguro en cada página de nuestros flashes siempre se verá una diablita, un cuchillo...

Fernando Leal coincide con Storbo, aunque él dice que por ser daltónico tatúa en negro. Tiene en la piel la figura de una mujer araña. La meta de Los Diablos de la Guerrero, dicen, es crear un estilo único en México.

—¿Es posible? —Sí es posible un estilo Blackwork en México —dice Fer— que se complement­e entre varios artistas para hacer una escuela. Hay mucho potencial en eso. Y mucha historia a partir de los grabados. —Como haciéndole­s un homenaje a los grabadores. —Exacto, apegarnos un poco a esa escuela, tratando de llevar la profundida­d la línea sobre el negro; alguna sombra con achurado o con plasta totalmente negra para hacer un contraste en la pieza. —Y seguir creciendo... —Y unidos para sacar adelante a la Guerrero y a México. Tenía dos años sin haber convencion­es de tatuajes en Ciudad de México, relata la historiado­ra Ana Báez.

Esta vez asistirán 220 tatuadores, “la mayoría de la escena nacional del tatuaje”, añade la organizado­ra. “Vamos a tener dos pisos. El primero va a ser una sala de conciertos. Vienen los Strambótic­os, Máscate Ésta y Seguimos Perdiendo, entre otros. En el piso de arriba estarán los tatuadores. Habrá 110 stands. —Hay muchos jóvenes. —Muchos, y están haciendo cosas increíbles. A mí me gusta, como fan del tatuaje, que la gente cada vez lo acepte más. Hay gente mayor que llega y se hace su primer tatuaje. El chiste es que se la pasen bien. Es un evento familiar. Ya no queremos como ese estigma de que por algo que tú decidas traer en la piel te discrimine­n o que piensen que eres mala persona. —¿Y cómo surge la idea? —Queríamos que tuvieran un foro had hoc para mostrar el talento de los jóvenes y de gente que ya tiene años haciéndolo. Ya teníamos un tiempo sin expo y quisimos cambiar un poco ese formato. Entonces aquí en la tienda nos juntamos y así surgió. Dijimos: ya no podemos pasar más tiempo sin un evento de nivel. La verdad es que la gente sí quiere tatuarse. También jóvenes talentosos que se acercaban a la tienda; veíamos sus trabajos y dijimos: vamos a animarnos. Y fue así como lo hicimos. M

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