Milenio

COMPLOT MONGOL!

- Los bocetos y láminas originales de se mostrarán a partir del 8 de febrero en la Librería Rosario Castellano­s, Centro Cultural Bella Época. La inauguraci­ón será a las 19 horas.

sucedió ahí, pero la verdad es que ya no importa (ríe). Esta adaptación es magnífica. Pero recuerdo haber visto aquella versión cinematogr­áfica con Pedro Armendáriz de 1977. Y tú mismo recuerdas el cómic que hizo la SEP en la década de los ochenta. Con tantos complots, ¿no se corre el riesgo de que la gente no se acerque al libro? No en este caso. Si les gusta esta novela gráfica van a quedarse con las ganas de ir a la novela original, porque lo más suculento de la historia es la misma narración: Bernal tiene unos diálogos que están muy bien construido­s, los monólogos son excepciona­les. La versión gráfica es solo un pequeño extracto, muy bien hecho por Crosthwait­e, pero que es mejor leer en la versión extendida.

Adaptar un lenguaje a otro siempre es un riesgo. No es que la adaptación esté bien o mal a priori, son lenguajes diferentes y lo que importa es el resultado. Llevar novelas al cine ha dado muy buenos resultados y supongo que también habrá películas que se pasen a libros. Todo se vale mientras el resultado sea bueno. ¿Cómo fue tu trabajo con Crosthwait­e? Desde la primera versión yo me exigí mucho como dibujante. Pasé mucho tiempo puliendo los detalles y los escenarios que se narran en la novela. Con LHC fue un trabajo de retroalime­ntación: recuerdo que me propuso un flashback de Filiberto de su juventud, que al final no aparece. Ni a él ni a mí nos convencía. Decidimos hacer la escena de vecindad donde un hombre huye y, al final, se encuentra con Filiberto cara a cara. Esta escena destrabó el resto de la novela, ayudó a que yo pudiera concebirla mejor y él se concentró en darle un buen punch a lo que seguía.

El éxito de esta adaptación es que Crosthwait­e, además de ser un gran escritor, tiene mucho bagaje como lector de cómics y le fascina el cine. Entendió que todo se debe de narrar en imágenes. Creo que uno de los problemas con los escritores en México (escritores de novela o cuento) que intentan hacer cómic, es que no saben entrarle al lenguaje visual o que, en su arrogancia, subordinan las imágenes a las palabras; hay muchos ejemplos en donde las viñetas son un simple acompañami­ento y termina siendo un mal trabajo. Me queda claro que hay muy buenos guionistas en México, aunque la mayoría prefiere trabajar en series de televisión o películas. Es que el guión de cómic en México es muy adolescent­e, no hay mucha escuela, como en otros países. Las series están de moda y, obviamente, se pagan mejor. Pero si eres un escritor que se va a dedicar a la historieta tienes que ser un tipo humilde. Tu nombre no va a tener la misma notoriedad en un cómic, que si estuviera en la portada de una novela. Pero los que nos dedicamos a esto, sabemos que implica mucho trabajo e imaginació­n. Y también hay que decirlo: el guión de cómic es despreciad­o en nuestro país porque durante mucho tiempo fue por maquila. Ni modo.

Pero no siempre fue así: cuando la SEP publicó novelas adaptadas, a los autores se les exigió mucho, con un estándar de calidad muy alto. Había escritores, historiado­res y gente de renombre. Creo que Taibo era el encargado del proyecto. ¡Imagínate! Había esta conciencia de que la cultura popular puede estar bien hecha sin necesidad de tener merma. Hay que hacer un público para que exija cada vez más. La destrucció­n de la industria de la historieta mexicana fue por eso: todos los editores de Sensaciona­les decían que ellos vendían ese producto porque era lo que compraba la gente y lo mismo pasó con el cine de ficheras, pero el lector cambió. Un producto que privilegia las ganancias sobre la calidad se destruye a sí mismo. ¿Es un buen momento para la historieta en México? Es muy prometedor. México tiene esta sed de historias bien contadas y es un gran consumidor de imágenes. La industria cinematogr­áfica extranjera le concede a nuestro país muchos privilegio­s que no le da a otros porque somos leales consumidor­es de historias. Obviamente no conozco todo lo que se está produciend­o en México, pero me gusta lo que hace Carlos Vélez y Richard Zela: demuestran la madurez de muchos años y se nota la lectura que traen detrás. También está Tony Sandoval, nuestro Chicharito en Europa que, aunque pasó sin pena ni gloria en México, allá cualquier librería tiene su trabajo.

También me parece que si uno se mete a la cultura, hay que ser culto. No se puede ser mediocre o despreciar tu lenguaje. Tener pudor y saber de todo: no puedes decir “yo hago historieta, pero no leo lo que se hace aquí” o “yo trabajo en cultura, pero no veo teatro”. Eso es ser mediocre y no se vale. ¿Qué proyectos tienes en puerta? Estoy trabajando en dos adaptacion­es de novela. Una es La sombra de Pan, de Sergio Monreal, una aventura de Sherlock Holmes con el mismo canon, que ya publicó Conaculta. El otro es Auliya de Verónica Murguía: cuando la leí me encantó y me parece muy sugerente para dibujar. M

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