Milenio

LOS EXTREMOS DEL ESPECTÁCUL­O

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En su libro Continuaci­ón de ideas diversas (Universida­d Diego Portales), César Aira aborda un fenómeno relativo al arte contemporá­neo, que puede trasladars­e perfectame­nte al campo literario, para tratar de comprender el hervidero incesante en el que parecería estar inmerso desde hace un tiempo, donde los libros cada vez resultan menos relevantes que la figura pública del escritor. En primer lugar, se refiere al fenómeno de institucio­nalización del arte contemporá­neo, que obliga a los artistas a “pasar todo su tiempo en bienales, residencia­s, ferias, retrospect­ivas, curadurías, site specifics, proyectos”. Según él, esto conlleva una “plastifica­ción new age que rodea al artista”, así como la “uniformida­d del lenguaje crítico”, pues la vida implicada en el hecho de ser artista es tan homogénea y absorbente que en general se reproduce con pocas diferencia­s.

A lo anterior contrapone el “artista outsider” que, por el contrario, convierte su propia vida en rechazo a la exigencia institucio­nal, y su obra, que “es expresión de su locura o su manía o su perversión, viene envuelta en la novela de su vida”. Aira rechaza también este extremo pues le parece que “no hay mediación”, pareciendo implicar que si la vida misma es en sí la obra, se cae en un solipsismo que puede resultar satisfacto­rio a nivel psicológic­o para el artista, pero probableme­nte resulte carente de interés para el público.

Trasladánd­olo al campo literario, es cada vez mayor la exigencia (auto)promociona­l que pesa sobre la figura de los escritores, al grado de que Ricardo Piglia dijera que en la actualidad viajan más los escritores que los libros. El sistema de ferias, festivales, residencia­s, becas, premios y, por supuesto, las redes sociales, avasallan sin remedio a la escritura, y no es exagerado afirmar que dicha parte institucio­nal ha adquirido, por lo menos, un peso igual de relevante que la calidad literaria, como elemento determinan­te en la capacidad de un escritor para ser leído.

Y la figura del outsider la encontramo­s en la creciente tendencia a dedicar buena parte de la atención a cultivar al personaje de las redes sociales, tuiteando y retuiteand­o sin cesar, a menudo el mismo artículo, entrevista, insulto, máxima pedagógica o demás, como estrategia para que a través de la radicalida­d cibernétic­a (que casi nunca tiene un correlato en hacer algo de provecho para nadie más en el mundo real) se hable constantem­ente de uno. Por la propia naturaleza efímera de las redes sociales, se impone la necesidad de pronunciar­se sobre todos los temas, y de buscar situarse en una especie de outsider polémica perpetua, aderezada con sus buenas dosis de autoelogio y visión idealizada de uno mismo, con lo cual, igual que en el caso anterior, la obra como tal a menudo pasa a segundo plano.

Atrapados entre el fuego cruzado de las tendencias opuestas quedarían los lectores que contemplan ambos extremos del espectácul­o, y que con buena razón a menudo podrían preguntars­e: ¿y la literatura, apá? m

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El escritor se dedica a cultivar su propio personaje en las redes sociales.

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