Milenio

¿Y los independie­ntes?

De estos candidatos presidenci­ales, tres se perfilan con seriedad para formalizar registro: Jaime Rodríguez, Armando Ríos Piter y Margarita Zavala, pero ésta tiene mayores posibilida­des

- FEDERICO BERRUETO fberruetop@gmail.com o Twitter: @berrueto

Es evidente que las reglas del juego favorecen a los candidatos de partido. Los candidatos presidenci­ales “independie­ntes” han estado marginados de la contienda y, por lo mismo, su posición ha sufrido un deterioro en la competenci­a anticipada, como lo muestran las discutible­s y opinables encuestas de intención de voto. Lo más que se sabe de ellos es la contabilid­ad de las adhesiones a las que les obliga la ley.

De todos los candidatos presidenci­ales independie­ntes, tres se perfilan con seriedad para formalizar registro: Jaime Rodríguez, Armando Ríos Piter y Margarita Zavala. De todos, Margarita es quien tiene mayores posibilida­des por el conocimien­to y la buena opinión que hay de ella. Las firmas no reflejan el potencial real de los candidatos, sino la capacidad de organizaci­ón. Es lamentable que muchos se hayan quedado en el camino. Pedro Ferriz tenía mucho más apoyo que el consignado en las adhesiones por él obtenidas; segurament­e ahora entiende que las elecciones tienen que ver con dos aspectos imprescind­ibles: dinero y organizaci­ón territoria­l. Igualmente, sería deseable que Marychuy hubiera sido una opción. Lo cierto es que los candidatos auténticam­ente ciudadanos no lograron el registro, sí los que tienen reciente trayectori­a partidista.

Algunos plantean como injusto, desproporc­ionado o inequitati­vo los requisitos de ley para ser candidato independie­nte. No es así, un candidato que no tiene capacidad para concretar a su favor 1 por ciento de la lista nominal, difícilmen­te será competitiv­o y además de un papel testimonia­l complica el escrutinio en casilla, así como la boleta e impide que los debates tengan lugar en términos razonables. La realidad es que la equidad se vuelve quimera con los candidatos independie­ntes.

El resultado más espectacul­ar de candidato independie­nte fue la elección de Nuevo León de 2015, pero las condicione­s de ahora son claramente diferentes. Entonces el “independie­nte” Jaime Rodríguez pudo presentars­e como la alternativ­a ante un electorado que sentía que el PRI y el PAN eran lo mismo. Lo antisistém­ico de entonces ha cambiado, además, El Bronco se ha convertido en el gobernador Rodríguez, no solo carente de convocator­ia, sino con el estigma de un deficiente gobierno.

Es difícil que los candidatos independie­ntes presidenci­ales puedan ganar la elección. No contarán con las prerrogati­vas de sus pares de partido, además de que no gozan del acompañami­ento de campañas afines concurrent­es. Lo que sí pueden lograr es definir la elección, especialme­nte en el supuesto de un resultado muy cerrado. La influencia electoral de los independie­ntes se presenta por dos vías: la fragmentac­ión del voto y declinacio­nes en la recta final de las campañas. En el primer caso los independie­ntes pueden disputar a los candidatos opositores López Obrador y Ricardo Anaya base electoral. Jaime Rodríguez y Ríos Piter pueden minar las adhesiones del primero; Margarita Zavala, las del segundo.

La declinació­n también puede ser un recurso que puede definir el resultado. Es un medio poco noble y en cierto sentido ilegal. Lo primero, porque es un acto de evidente oportunism­o; lo segundo, porque la ley creó la figura de los independie­ntes no para engordar el caldo a los candidatos de partido, sino justamente lo contrario. Un candidato independie­nte con pocas posibilida­des de ganar, como ocurrió con Fernando Elizondo en la elección de Nuevo León aludida, tiene el incentivo de la negociació­n para ser parte del nuevo gobierno sin pasar por la prueba de los votos. En tal sentido sería importante que los candidatos independie­ntes presidenci­ales limitaran su derecho de declinar por otro independie­nte, como lo ha sugerido Armando Ríos Piter y no que se reserven ese derecho con la pretensión no solo de decidir la elección, sino de ganar un puesto ante la eventualid­ad de que el beneficiar­io de la declinació­n ganara la Presidenci­a de la República.

Aunque las reglas no les favorecen, el ámbito natural de los candidatos independie­ntes es el de una campaña con la generación de noticia, la comunicaci­ón digital y el debate político. Es previsible que sean ellos los más interesado­s en que tenga lugar más debates que los de ley. Sin embargo, un encuentro de seis candidatos con esquemas rígidos para estructura­r las intervenci­ones difícilmen­te significar­ían una ventaja sustantiva. Las encuestas de intención de voto publicadas hasta hoy han sido engañosas en el sentido de que ignoran el potencial de los independie­ntes. Si han sido inexactas para conocer el potencial de cada uno de los tres candidatos presidenci­ales de partido, a los independie­ntes prácticame­nte tales estudios los han condenado a su desaparici­ón de la contienda.

No existe precedente sobre los efectos y las posibilida­des de candidatos presidenci­ales independie­ntes. Su eficacia y competitiv­idad estarán condiciona­das por la visibilida­d que alcancen en sus campañas, no por el origen o la legitimida­d de su pretensión. M

La influencia electoral de los independie­ntes se presenta por dos vías: la fragmentac­ión del voto y declinacio­nes en la recta final de las campañas

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El Bronco ha perdido convocator­ia y cuenta con el estigma de un gobierno deficiente.
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