La bioética ante los sismos
Poco se sabe con certeza acerca de la posibilidad de un sismo. Pero lo que ha ocurrido en México en el último año rebasa la cotidianidad en la que por años hemos vivido; sabemos que habitamos en una zona sísmica, pero tres temblores de esta magnitud en tan poco tiempo es más que lo usual.
Hay algunos factores producidos por la acción humana que podemos aventurarnos a considerar que, si bien no crean sismos, sí influyen en la forma en que ellos nos afectan. Tomemos por ejemplo la zona de Coyoacán, tan lastimada por el reciente temblor del 19 de septiembre.
El Pedregal, producido por la erupción del volcán Xitle hace alrededor de mil 500 años, abarca Pedregal de San Ángel, la zona de Ciudad Universitaria y la zona de Cuicuilco. Por cientos de años esa zona abasteció de agua de lluvia los mantos freáticos de Coyoacán.
En ese sentido fue una fortuna que en 1981 el doctor Octavio Rivero Serrano, rector de la UNAM, creara al interior de ésta la Repsa (Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel). Quien ha asistido a una visita guiada al interior de esa área ha sido testigo de cómo era originalmente toda la zona del pedregal: inmensos espacios de rocas fragmentadas que de manera natural recogían el agua de lluvia, la cual, al fluir, abastecía los mantos freáticos de Coyoacán.
Hoy, a excepción de la Repsa de la UNAM, el Pedregal está cubierto por asfalto, casas o jardines con pasto. La misma Repsa ha sido invadida por pasto en un buen porcentaje, y eso taponea el flujo del agua: ésta ya no llega a los mantos.
¿Influye todo esto en la forma en que nos afectan los sismos? Hay expertos que aseguran que sí. ¿No sería entonces conveniente tomar conciencia de todo esto y dejar en todo el pedregal espacios sin pasto o asfalto para que el agua de lluvia fluya? ¿No sería una responsabilidad bioética fundamental para los habitantes del sur de la ciudad el recuperar al menos parte de esos pedregales?
Es muy probable que el impacto de los sismos fuera menor si contáramos con una zona de recuperación de aguas para el Pedregal, libre de pasto, asfalto y concreto.
Intentarlo me parece una obligación bioética fundamental. m