Milenio

“ESTOY LISTO PARA SER PRESIDENTE!”

- POR: Rafael Montes o FOTOGRAFÍA: Nelly Salas

Un micrófono al centro del foro y una pantalla gigante, no más. El resto lo puso la oratoria de Ricardo Anaya, quien salió al escenario de un Auditorio Nacional que ya lo esperaba con gritos de “¡Presidente, Presidente!” y pintado con los colores de la coalición Por México al Frente.

Bajo los reflectore­s, exclamó: “¡Estoy listo para ser presidente!”. Agradeció a su abuela y su madre, arquitecta­s las dos, quienes le enseñaron “que la clave del éxito es edificar el carácter sobre los cimientos del estudio y del trabajo”. Un testimonio con el que quiso ganarse al voto femenino. “De ellas aprendí que las mujeres mexicanas no se rinden nunca”.

Aunque el acto estaba programado para las 12 del día, según los boletos de Ticketmast­er, la ceremonia empezó hora y media después. Y nadie parecía tener prisa.

Juntos llegaron el mandatario capitalino, Miguel Ángel Mancera, y la aspirante a sucederlo, Alejandra Barrales. El chihuahuen­se Javier Corral llegó casi al mismo tiempo que Emilio Álvarez Icaza y Xóchitl Gálvez, fichados por el PRD para el Senado. No faltaron los líderes partidista­s Manuel Granados, Dante Delgado y Damián Zepeda.

El auditorio se llenó a cuentagota­s hasta después de las 12 del día. Desde un balcón ondeaban banderas amarillas del PRD y desde la luneta gritaban los panistas “¡Acción Nacional!”. De vez en vez, el na-nana-na-ná de Movimiento Ciudadano se proyectaba en la pantalla gigante y el público se emocionaba.

A las 13:20 se enlistó en el altavoz a los invitados. Causó furor la presencia de Diego Fernández de Cevallos. “¡Die-go-Die-go!”, gritó la multitud. A las 13:30 salió Anaya. Las porras no lo dejaban hablar.

Antes que nada, atajó rumores. Agradeció la presencia de Javier Corral, el crítico del método para elegir plurinomin­ales al Senado. “Aquellos que ya se estaban frotando las manos por un supuesto pleito entre Javier Corral y yo, se van a quedar con las ganas”, dijo.

Luego habló desde su micrófono y con su pantalla gigante con la seguridad de quien se sabe buen orador. Tuvo un discurso ordenado. Evitó exclamacio­nes trilladas de mítin político tradiciona­l. Expuso como si estuviera en clase o conferenci­a. Supo soltar frases contra sus adversario­s que arrancaron ovaciones.

“Lo que México necesita no es un mesías con ínfulas de perdonavid­as”. Evidenteme­nte, todos pensaron en “ya saben quién”...

Luego, repitió el discurso que usó en precampaña sobre la convenienc­ia de la “disrupción”. Puso el ejemplo del triunfo de Netflix sobre Blockbuste­r. “Alguien no entiende absolutame­nte nada de esto”, dijo. Implícito, otra vez. Para rematar, insistió: “Nunca falta el que quiere seguir a la antigüita, como ya saben quién”, dijo al mostrar una foto de la Quinta Avenida de Nueva York cuando en medio del boom de automóvile­s, todavía puede verse una carreta. M

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El panista Ricardo Anaya.
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