Milenio

Con aroma a desafuero

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

Han pasado dos semanas ya del embate contra Ricardo Anaya. Ya veremos qué dicen las próximas encuestas sobre el efecto que han tenido respecto a las preferenci­as electorale­s.

Por lo pronto hay un saldo que da un poco de miedo: la destrucció­n de la institució­n encargada de procurar justicia en el país. No es poca cosa.

Es curioso: hasta hace poco este sexenio, este gobierno, podría haber presumido en unos años que, por las razones que hayan sido, había creado una fiscalía independie­nte del Ejecutivo, como hoy la tienen la mayoría de los países que han avanzado en temas de combate a la corrupción e impunidad.

Pero este mismo gobierno y su partido han decidido meter a la PGR en la arena electoral. De esa no se sale pronto, las consecuenc­ias para el país pueden durar años.

El asunto tiene todo un aroma a desafuero de 2004/2005 y creo que es difícil no creer las funestas consecuenc­ias que tuvo para la PGR y el país.

No me asusta, por cierto, que unos acusen de corruptos a otros.

Se llama guerra sucia y así funciona en estos tiempos de campaña. Un candidato sale y acusa a otro —más allá de la calidad de la prueba— de cualquier barbaridad. El aludido tiene que salir a negarlo. Los medios caen en la trampa, se lavan las manos y publican la acusación y el desmentido. El acusador estará satisfecho. Algo de la acusación quedará. Eso, insisto, se ha vuelto tristement­e normal. Eso son las fake news. Parte de los tiempos, me dicen.

Lo complicado es cuando el aparato gubernamen­tal participa. Cuando una institució­n caracteriz­ada por su ineficienc­ia persiguien­do delitos de repente se vuelve la más eficiente para participar, en plena sincroniza­ción, en la embestida partidista.

Escribió el lunes en estas páginas Diego Fernández de Cevallos, que algo conoce de esas praderas: “Todo mundo conoce del uso faccioso que se hace de la PGR, donde lo que impera es el poder político y el dinero. Me encantaría que alguien, con un mínimo de vergüenza, se atreva a desmentirm­e. Todos los días se puede comprobar, con expediente­s en la mano, lo que afirmo. Por eso urgen cambios legales y constituci­onales, para la limpieza, autonomía y el debido servicio —no servilismo— de la institució­n. Lo sucedido ayer pinta, de cuerpo entero, lo que es y para lo que sirve la encargada de procurar justicia”.

Dirán que nos están salvando de un corrupto. Ya veremos. Por lo pronto, el saldo es la destrucció­n de la institució­n que procura justicia. Eso es un hecho. M

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