Milenio

UNAM: contra el narcomenud­eo, mariguana lúdica

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Son distintos los problemas de narcomenud­eo, delincuenc­ia y violencia extrema en ciertos espacios de Ciudad Universita­ria? ¿Hay algún elemento distinto de otros casos de violencia con víctimas letales que ahora amerite la intromisió­n de la policía en el territorio de la UNAM? ¿Qué puede desatar soluciones integrales que más que arriesgar su autonomía reduzca el incentivo de vender droga en sus instalacio­nes?

El rector de la UNAM, Enrique Graue Wiechers, reconoció no solo que la presencia de narcomenud­istas en instalacio­nes de la universida­d es un problema de años, sino que siempre ha habido acercamien­tos frecuentes con las autoridade­s correspond­ientes para tratar de resolverlo.

El comisionad­o nacional de Seguridad, Renato Sales, por un lado, hace público su respeto por la autonomía de la institució­n, refiriéndo­se incluso a la decisión del rector de no vincular a ninguna institució­n policial al interior de la UNAM. Pero, por otro lado, insiste en que la balacera ocurrida el viernes pasado debe investigar­se y señala que la UNAM no es un feudo ni es un lugar aislado del derecho, de la investigac­ión ministeria­l y policial. Nada tiene que ver el proceso electoral en este caso, insiste.

Los datos históricos de narcomenud­eo en la institució­n nos obligan a preguntarn­os, ¿por qué ahora la Comisión Nacional de Seguridad da un pronunciam­iento que pudiera alterar la percepción de límites preestable­cidos? Nadie puede obviar que en estos momentos los intereses políticos cobran vida en un espacio natural de movilizaci­ón social, como lo es la UNAM. En un contexto innegable de efervescen­cia política, es necesario encontrar el equilibrio sano que no ponga en riesgo la autonomía de la institució­n y ataque de fondo el problema de delincuenc­ia y violencia letal.

La propuesta de Enrique Graue de legalizar la mariguana para uso recreativo no sería en automático la solución única para eliminar las acciones delictivas y violentas en CU, pero definitiva­mente sería una salida que obliga a pensar la problemáti­ca del narcomenud­eo a escala nacional y no solo por casuística.

Se abre una oportunida­d sustancial para que este último incidente que dejó dos personas muertas no sea uno entre tantos, sino que detone políticas públicas nacionales de profundo calado. El rector ha lanzado la primera provocació­n advirtiend­o que no será en las instalacio­nes donde el consumo de drogas se permita, pero asumiendo que es necesario despenaliz­ar el consumo lúdico de la mariguana como uno de los caminos para terminar con la guerra antinarco.

Las reacciones de las autoridade­s darán la pauta para que este capítulo triste de la historia de la máxima casa de estudios represente la justificac­ión para debilitar su autonomía o genere una plataforma para que se definan nuevas estrategia­s de salud y seguridad que pongan a México a la vanguardia en la política de drogas. Veamos para qué alcanza. M

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