TEATRO E INDEPENDENCIA /I*
En reciente visita a Puebla, en charla con Moisés Rosas, subsecretario de Cultura de la entidad, salió el tema de un autor teatral de la época de la Independencia aparentemente oriundo de esta ciudad: Jaime Frotasa. Mi cabeza quedó girando sobre aquella vieja pasión abandonada de la investigación histórica de nuestro teatro. Sobre todo recuerdo tres piezas teatrales escritas entre 1810 y 1821 que son absolutamente extraordinarias, ejemplos que corresponden no solo a modelos dramáticos en boga en la época (neoclasicismo e Ilustración), sino también a necesidades discursivas apremiantes por el contexto de guerra.
Al estallar la guerra de Independencia en 1810, el teatro se vio afectado por el conflicto en más de un terreno. Por un lado, el Coliseo Nuevo de la Ciudad de México padeció el abandono del público que, temeroso y preocupado por los sucesos de armas, no volvió a “la comedia” sino en momentos en que convenía políticamente como, por ejemplo, en 1812, a la entrada triunfante de Calleja u otras ocasiones solemnes. Así, la vida de los teatristas de la época se vio atravesada por precariedades mil, y estamos hablando tan solo de aquellos que tenían un “lugar”, un reconocimiento en la sociedad novohispana y por tanto cabida en los espacios “oficiales”.
Siempre existieron, recorriendo la legua, cómicos de baja estofa y titiriteros que permanecieron a la sombra para no recibir los palos de las autoridades civiles o inquisitoriales, ganándose el sustento con representaciones populares. Por otro lado, cualquier interés político por el fomento del teatro cesó, aunque no así la necesidad de su control por su naturaleza peligrosa como difusor de ideas poco convenientes. A muy poco tiempo del grito de Dolores, semanas apenas, los escritores criollos y españoles se dieron a la tarea de difundir, mediante versos, canciones, coplas, artículos y diálogos sus ideas en pro o en contra de la guerra insurgente. Los distintos ramos del Archivo General de la Nación y algunas otras bibliotecas resguardan estas expresiones literarias que no pueden menos que sorprendernos. El investigador José Rivera publicó un volumen titulado Diálogos de la Independencia, en el que reunía textos con esta característica escritural, sin identificar que muchos de ellos accedían a otra calidad: la de la teatralidad. Estas pequeñas piezas correspondían estilísticamente y en su construcción al carácter de duelo argumentativo del neoclásico, muy acorde con el contenido proselitista y de propaganda que las habita. m