Milenio

Hasta Dios descansa

- ROBERTO BLANCARTE roberto.blancarte@milenio.com

Dice la Biblia que en el principio Dios creó el cielo y la tierra y muchas cosas más. Pero que, acabó Dios la obra que hizo “y reposó el día séptimo y luego lo bendijo y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación”. En otras palabras, Dios puso el ejemplo, creó el descanso y, por consecuenc­ia, las vacaciones (del latin vacuus, vacío, de donde viene también vacans, del verbo vacare, estar desocupado y vacui dies, días de descanso, así como vacatio y en español vacaciones). No solo eso, sino que al bendecirla­s, las volvió sagradas. Y una de las caracterís­ticas de lo sagrado, es que se considera intocable, razón por la cual a nadie le gusta meterse con ese derecho. Lo anterior quiere decir que las vacaciones son tan antiguas como las religiones y como las civilizaci­ones, que suelen venir juntas. También significa que el descanso, por la misma razón, suele estar asociado a los ciclos productivo­s del ser humano, que a su vez estuvieron generalmen­te ligados a las fiestas religiosas, que fueron las primeras fiestas de las sociedades. La gente descansaba en ciertos momentos del ciclo agrícola y de allí que las celebracio­nes de muchas divinidade­s coinciden, por ejemplo, alrededor de los solsticios y equinoccio­s.

Pero a medida que la civilizaci­ón humana se fue desplegand­o, también surgieron otras fiestas y vacaciones, conectadas solo indirectam­ente con motivos estrictame­nte religiosos. Es el caso de las famosas feriae augusti, días de descanso que el emperador romano Octavio César Augusto (que significa venerable y sagrado) concedió durante el mes de agosto, que permitía descansar durante la temporada más cálida del año. Y como desde épocas inmemorial­es el descanso y las vacaciones están ligadas a los ciclos productivo­s y a lo sagrado, eso tuvo que cambiar en la medida que nuestra forma primordial de producción ya no es la agrícola, sino la de manufactur­as y servicios. Nuestras vacaciones siguen siendo sagradas, pero ya no están directamen­te ligadas a cuestiones religiosas. Las Iglesias y los templos, en nuestra época, se vuelven cada vez más museos y lugares de turismo. O sea que la religión se volvió objeto turístico. La gente puede seguir siendo muy religiosa, pero prefiere irse a la playa o a vacacionar con su familia, que sigue siendo para muchos, lo más sagrado en el mundo. Después de todo si Dios se tomó un descanso, ¿por qué no podríamos hacerlo nosotros? M

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