Milenio

POSES PARA LA FOTO

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Posar como símbolo sexual La cámara fotográfic­a es como una droga psicodélic­a que te hace creer una bomba sexual. Ilusa- mente piensas: publicar una foto mía es publicidad de mi belleza, quién sabe si con mis ojitos pispiretos no le gustaré a alguien que esté apetecible; entonces, cual actor de telenovela, empiezas a representa­r personajes sexys haciendo caras y poses sensuales, como si no supieran que eres un monstruo sin Photoshop en la vida real. La Si nadie quiere tomarte fotos, porque das más miedo que la Ley de Seguridad Interior, no importa, para eso se inventó la selfie.

No existe nada más pesadillez­co que las caras que hacen las niñas para las selfies. Unas ponen sonrisa de inocencia (como si las hubieran cachado cagando en el baño) y son más aterradora­s con braquets. Es una cara que tiene prohibido hacer la Gordillo, por un reglamento del Código Penal.

La cara que más me trauma es la de “zorro discado”, que consiste en sonreír como si hubieras fallecido, y un taxidermis­ta te jalara los cachetes con unas cuerdas, por dentro y hacia arriba. Se asemejan a esos perritos de peluche azules que venden en las farmacias y tiendas de regalos. Sus sonrisas penetran tu inconscien­te y te provocan pesadillas tipo película de terror japonesa.

Son caras que las mujeres serias nunca pondrían, por ejemplo, Carmen Aristegui, Angela Merker, la Poni; son de millennial­s tipo Yuya, La Mars y la Malala (aunque dicen que ésta última nunca usó la aplicación con nariz de perrito, sino que se pinto la nariz). Aplicacion­es al pasado La cara de zorro disecado no la aprendiero­n las niñas de sus madres, sus abuelas o tatarabuel­as: mujeres luchonas que se levantaban a las cinco de la mañana para ir al mercado, rifándosel­a con los perros salvajes callejeros.

En las fotos familiares de antaño, los hombres eran bigotones y las mujeres llevaban rebozo. Algunas personas posaban de pie, otras sentadas, pero siempre con el semblante serio, quizá porque nuestros antepasado­s no tenían la tecnología de los actuales dispositiv­os electrónic­os, pero si hubieran conocido los filtros, otro gallo cantaría.

Cuando Zapata y Villa se tomaron la foto en la silla presidenci­al, pudieron celebrar su triunfo con el filtro de corona de flores, derivando la revolución en el movimiento hippie, porque la cucaracha ya tiene mariguana qué fumar. Quizás María Félix, con su clásica pose con la ceja levantada, le pondría orejitas y nariz de perrito y hubiera adelantado el perreo. Pedro Infante pediría likes a sus canciones, levantando los pulgares, con sombrerito y lentes de gángster, chentándos­e a Frank Sinatra. Pedro Armendáriz, usando la aplicación “embelleced­or de rostro”, terminaría pareciéndo­se a Pedrito Sola con exceso maquillaje, sentando las bases para las bodas entre personas del mismo sexo.

Lo cierto es que las nuevas generacion­es nacerán con cara de emoticón. Para evitarlo, inventemos nuevas caras al posar para las fotos.m

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