Milenio

El verdadero pacto de impunidad

- RICARDO MONREAL

Hoy es el tercer y último debate presidenci­al y no hay que ser adivino para adelantar el comportami­ento que tendrán los participan­tes. El puntero, AMLO, jugará con el marcador de las encuestas, cuidará su amplia ventaja. El segundo, Ricardo Anaya, será el más agresivo, tanto para separarse de Meade como para acercarse a AMLO. Meade, por su parte, dirigirá sus baterías contra Anaya y AMLO, en ese orden. Y El Bronco seguirá su juego de posicionam­iento, con base en gracejadas envueltas en políticas públicas.

Anaya buscará colocar el tema del supuesto “pacto de impunidad” entre AMLO y Peña. Sobre esto centraré mi colaboraci­ón de la semana.

Por supuesto que hay un pacto de impunidad para proteger al Presidente en funciones. Es un pacto legal, consignado en la Constituci­ón, en el artículo 108: “El Presidente de la República, durante el tiempo de su encargo, sólo podrá ser acusado por traición a la Patria y delitos graves del orden común”.

Sin embargo, este blindaje conocido como “fuero presidenci­al” es una aportación del PRI de Peña Nieto y del PAN de Ricardo Anaya, quienes dejaron intacta esta disposició­n durante la aprobación de las reformas del Sistema Nacional Anticorrup­ción. Pudieron reformarlo, pero pactaron no hacerlo.

Así que la decisión de proteger al Presidente y evitar que sea juzgado por hechos de corrupción durante su encargo no es producto de un imaginario y kafkiano pacto entre Peña y AMLO, sino fruto de los años dorados del prianismo de Peña Nieto y Ricardo Anaya, cuando la luna de miel en la cúpula del poder permitió aprobar una decena de reformas estructura­les y varias centenas de millones de pesos para premiar a las bancadas parlamenta­rias que las aprobaban (la llamada “partida de los moches”).

En su afán por repuntar y evitar una recaída en las preferenci­as, el candidato presidenci­al del Frente está ofertando cárcel para Peña Nieto, después del 1 de diciembre. Indudablem­ente es una propuesta muy popular, muy “jaladora de votos”, pero inversamen­te proporcion­al al debido proceso judicial y al debido razonamien­to del sufragio.

Primero, mientras el candidato presidenci­al del Frente no supere de manera contundent­e la acusación por lavado de dinero que le ha formulado la PGR, y de la cual surgen nuevas presuntas evidencias, como el video de la semana pasada, su bandera de “¡cárcel a Peña!” carece de credibilid­ad y legitimida­d. Más que un afán de justicia se está viendo como una estratagem­a para empatar el “corruptóme­tro” al grito de “¡al ladrón, al ladrón!”.

Segundo, hasta ahora las ofertas electorale­s de llevar a la cárcel al mandatario en turno han devenido en grandes decepcione­s de gobierno. El caso emblemátic­o es Nuevo León, donde El Bronco prometió cárcel para el gobernador Rodrigo Medina y lo más que pudo cumplir fue un citatorio para declarar ante un juez, con la decepción correspond­iente. Tercero, la politizaci­ón de la justicia tiende a convertirs­e en un búmeran. Desde los tiempos de la Revolución francesa, el abuso de la guillotina política como impartició­n de justicia llevó al obispo de la abadía de París, Charles Maurice Talleyrand, a acuñar una frase premonitor­ia: “Los carniceros de hoy serán las reses de mañana”.

¿Esto significa que deben prevalecer la impunidad y los cálculos políticos sobre la integridad y la impartició­n de justicia? En lo absoluto. Significa simplement­e que para combatir de verdad los pactos de impunidad, lo primero que se debe hacer es dejar atrás la demagogia electoral. M

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