¿Ya éramos conservadores?
Si hay algo que las diversas campañas electorales actuales en México han demostrado es que, más allá de puntadas y ocurrencias de uno que otro candidato, existe un electorado muy conservador en el país. Y éste no es exclusivo de una sola formación política. Porque si el populismo de Morena se ha aliado sin mayor problema (y hasta por coincidencias personales de su líder) con la ultraderecha del PES y recibe con los brazos abiertos a los tránsfugas ultramochos del PAN, el PRI se ha desplazado también claramente hacia la derecha y de ello da fe el propio candidato presidencial, insignia de lo que se da en llamar PRIAN. Por no citar nuevamente al contendiente de ese partido en Ciudad de México. El PAN, por su parte, ya era conservador, aunque conociera contrapesos liberales en su interior y ahora los experimenta en su actual frente electoral. ¿Ya éramos conservadores los mexicanos y no nos dábamos cuenta, o alguna vez fuimos más liberales y progresistas?
Las encuestas de opinión de las últimas décadas mostraban que la mayor parte de los mexicanos estaba teniendo actitudes cada vez más liberales, tolerantes y abiertas. Pero siempre aparecían en esas mismas encuestas algunos porcentajes importantes que se mostraban muy conservadores en materia social, intolerantes y en general reacios a aceptar los derechos de las mujeres o de las minorías. Casi siempre, además, estos sectores solían ser más rurales, más pobres y con menor educación. A pesar de esto, muchas de las medidas políticas progresistas que se tomaban en algunos lugares (muy evidentemente en Ciudad de México) eran respaldadas por una mayoría y por algunos liderazgos políticos que empujaban hacia una sociedad más abierta, justa y tolerante.
Así que, probablemente, lo que ahora estamos viendo es un doble cambio: por un lado, debido a los graves problemas sociales que atravesamos (violencia, inseguridad, corrupción, impunidad y bajo crecimiento económico), buena parte de la sociedad se ha vuelto más conservadora y busca, al mismo tiempo, un cambio (el que sea) aunque no se garanticen más libertades o la democracia misma. Por el otro, tenemos a una clase dirigente que ya no cumple su papel de guía cívico de las libertades (con algunas excepciones, como la de la Suprema Corte de Justicia de la Nación) y que se ha abandonado al sentir de esas masas, tan ignorantes como conservadoras. M