Milenio

Vendedores y empleados, en zozobra por cierre del AICM

“Que será de carga, un centro comercial... Nos adaptaremo­s a lo que haya; por lo pronto creemos que es injusto”, dice despachado­r

- Humberto Ríos Navarrete/México EL AEROPUERTO DE CDMX FUE CONCEBIDO EN 1952

Hay comerciant­es alrededor de la terminal área que ven lejana la construcci­ón del nuevo aeropuerto, por lo que aún no les preocupa su futuro; pero están los que viven en la incertidum­bre, como taxistas de sitios y dueños de arrendador­as y hoteles. “Si se va el aeropuerto, se va a morir todo”. Es el sentir de Gonzalo Hernández, un ejecutivo del Hostal Aeropuerto, que está en los límites de la Terminal 1, donde cobra 600 pesos por cuarto.

La mayoría de los dueños de negocios llegó años después de que empezara a funcionar la terminal aérea, cuyos bosquejos datan de noviembre de 1952; en sus inicios lo llamaron Aeropuerto Central y 11 años después se convirtió en Aeropuerto Internacio­nal de Ciudad de México.

En aquellos tiempos decían que era un “elefante blanco”, pues operaba pocos vuelos. Décadas más tarde, fue insuficien­te y construyer­on la Terminal 2, colindante con las colonias Caracol y Arenal, entre otras, por lo que crecieron más negocios a su alrededor.

Desde entonces, cientos de empleados salen a consumir alimentos en colonias aledañas, incluida Peñón de los Baños, donde hay todo tipo de negocios, entre ellos taquerías, juguerías y restaurant­es, que cobran menos de los que operan dentro de la zona federal.

A la Terminal 1 le añadieron puentes que conectan a zonas limítrofes; son usados por pasajeros que se hospedan en hoteles vecinos o prefieren taxis más baratos, así como empleados que consumen alimentos de menor precio.

La incógnita está en qué sucederá con los comercios cuando cambien las operacione­s al Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de Ciudad de México (NAIM), se pregunta el ingeniero Gonzalo Hernández, de 70 años, quien se inició en los 70 en la instalació­n de equipos de reservacio­nes en líneas aéreas; después, empezó a trabajar en el Hostal Aeropuerto, al pie de una de las escaleras que conectan con la Terminal 1.

No muy lejos del Hostal Aeropuerto están los hoteles Hilton y Marriott, en la zona federal; y en los límites el Camino Real, que tiene comunicaci­ón directa con las instalacio­nes de la terminal aérea.

En la calle Irapuato, la más cercana a la Terminal 2, hay varios comercios en los que se surten empleados del aeropuerto.

Y al pie del hostal, en el sitio de taxis número 173, llamado Concord, Homero Martínez dice lo que sucederá cuando construyan el NAIM: “Nos van a pasar a amolar”.

A la vuelta está el sitio Sinaloa, donde Luis Quiroz, de 52 años de edad, trabaja desde 1989. Es despachado­r. Comenta que el asunto ya lo han planteado con la mesa directiva del sitio. “Se manejan muchas versiones”, comenta Quiroz: “Que será un aeropuerto de carga, que será un centro comercial... Nosotros nos adaptaremo­s a lo que haya; por lo pronto creemos que de alguna manera es injusto”. —Ustedes viven del aeropuerto. —Manejamos 80 por ciento de empleados del aeropuerto y el otro porcentaje de viajeros frecuentes; también sobrecargo­s y pilotos.

No muy lejos de ahí, frente a la aduana, hay otro sitio. Tiene alrededor de 80 vehículos que prestan servicio a empleados de empresas de carga y de la propia dependenci­a federal. “Somos 50 taxistas y atrás hay 50 familias que dependen de este sitio”, comenta Quiroz. “Estaría bien que hicieran concursos para licitar transporte de pasajeros”.

Él sabe que en las dos terminales aéreas hay sitios de taxis establecid­os, donde la tarifa es mucho más alta.

De lo anterior está consciente Armando Caballero, con 48 años de taxista, 40 de ellos en el AICM. Varios años estuvo en Sitio 300, que tiene permiso para dar servicio a pasajeros en la zona federal. “Pues no van a dejar sin comer”, opina.

Del otro lado de esa misma calle hay siete empresas arrendador­as de autos. Miguel Ángel Martínez López, ejecutivo de ventas de Auto Rent Alpha, comenta que su patrón les dijo que no saben cómo quedarán en el nuevo aeropuerto, pero les pidió que mantuviera­n la calma. Ellos dependen de trabajador­es de la terminal aérea y de personas que llegan a rentar de diferentes partes de la ciudad.

Y Homero Martínez añade: “Bueno, yo ya tengo 76 años; el problema es para los demás”. m

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