Milenio

Llueve, llueve, llueve

- José de la Colina

Llueve y llueve y llueve y por todo el país hay mucha pobre gente ahogada en los ríos “salidos de madre” (es decir desbordant­es de sus cauces, ¿qué pensaron ustedes?) y las calles se hacen arroyos y las avenidas se vuelven torrentes y las plazas espejean con charcos que se unen en lagunas, y los poblados y las ciudades se inundan, y el agua feroz desarraiga árboles y entra rompiendo ventanas y asalta hogares y se roba mobiliario­s (como en el final de la película Naufragio, de Jaime Humberto Hermosillo), y llueve y llueve sobre la colonia Florida (que se ve menos florida que llovida), donde el cronista, mirando llover desde la ventana de un cuarto piso, se dice un juego de palabras infantil: “Yo, viendo lloviendo” y recuerda que quizá el primer poema en francés que conoció, y eso ocurriría siendo él muy niño en una Bruselas a la que él recuerda siempre llovida, fue uno muy famoso del poeta francés Paul Verlaine, que tenía el ritmo tan verlainian­o de una musitada melancólic­a canción, y que comienza tambien con un juego de palabras, pero éste sí magistral, entre pleurer (llorar) y pleuvoir (llover): “Il pleure dans mon mon coeur/ comme il pleut sur la ville./ Quelle est cette langueur/ qui pénétre mon coeur?” y que traducido al español pierde su música que suena como de melancólic­a llovizna, pero ahí van las primeras dos de las ocho cuartetas en versión más o menos libre: “Llora en mi corazón/ como llueve sobre la ciudad./ ¿Qué es esta languidez/ que me invade el corazón?// ¡Oh suave ruido de la lluvia/ en la tierra y en los techos!/ Y si el corazón se te aburre,/ ¡oh cómo canta la lluvia!”, y el cronista se sobresalta porque se siente predispues­to a la melancolía, tan aflojadora del ánimo (que el cronista necesita para ponerse a teclear su columna), y recurre a una cancioncil­la alegre de Cri-Cri, que pueda ser como una cucharada de jarabe y quizá caliente al animalito aterido que palpita en el pecho: “¡Llueve, llueve,/ cómo llueve! Las gotitas, ¡dan din don!,/ van diciendo su canción”. ¡Y qué vanas esperanzas!: Tláloc, dios cancelado, pero insurrecto y resucitado, llueve y llora tenaz e implacable­mente.

Y llueve y llueve y llueve e infinitame­nte llueve.

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