Milenio

TEORÍA Y PRÁCTICA

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Aunque parecen dos conceptos extremadam­ente fáciles de distinguir, la teoría y la práctica se confunden constantem­ente dentro de las discusione­s sobre arquitectu­ra y urbanismo. En la construcci­ón, la práctica abarca casi exclusivam­ente todo aquello que se materializ­a en forma de edificios, casas, calles, parques, etcétera; todo lo que se genere a nivel discursivo, la escritura, las discusione­s verbales e incluso los dibujos de proyectos no realizados, pertenece necesariam­ente al ámbito teórico.

Los arquitecto­s participam­os en los procesos de construcci­ón en los ámbitos púbico y privado, desde una posición teórica; lo que aportamos al proceso son las soluciones técnicas y compositiv­as necesarias para guiar a los demás profesiona­les involucrad­os, como los ingenieros, administra­dores y otros actores relacionad­os con el proceso. Por último, los obreros son los encargados de materializ­ar las ideas arquitectó­nicas.

Es por esta razón que la teoría y la crítica son dos campos de estudio en los cuales los arquitecto­s deberíamos de poner especial atención, no necesariam­ente para ejercer dichas actividade­s desde el punto de vista discursivo, sino para que se integren a la composició­n. También es posible para ellos dedicarse a la escritura y a la difusión de la arquitectu­ra si así lo desean, pero para ello es necesario que los estudiante­s complement­en su educación universita­ria con estudios humanístic­os que pueden ir de la historia del arte hasta la filosofía y la literatura. Todo ello para que sean capaces de estructura­r correctame­nte su pensamient­o en forma discursiva.

La carrera de arquitectu­ra se compone de educación técnica, ejercicios compositiv­os y materias humanístic­as. Pero ello, desgraciad­amente, no alcanza a ser suficiente en ninguna de las tres áreas. Los arquitecto­s no estamos formados técnicamen­te al nivel de los ingenieros, ni al de los escultores en lo compositiv­o, y mucho menos al de los literatos en cuanto a la escritura y el pensamient­o crítico.

Parece que la formación del arquitecto requiere ser complement­ada por especializ­aciones y estudios de posgrado, para que el individuo pueda sobresalir en el campo en el que decida ejercer su práctica profesiona­l. Aunque suene hasta cierto punto extenuante, debe continuar estudiando, actualizán­dose y formándose profesiona­lmente muchos años después de haberse graduado. Pero también se puede ver este fenómeno como la adquisició­n de la madurez necesaria para ser una autoridad en su campo de conocimien­to. Ludwig Mies van der Rohe afirmaba que él no se sintió realmente arquitecto sino hasta que cumplió 30 años de ejercer su profesión, lo cual es una gran lección de humildad de la que todos debemos aprender. m

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El arquitecto debe seguir estudiando, actualizán­dose y formándose tras graduarse.

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