Aquellos ojos verdes
Nahui Olin era una leyenda no escrita hasta que una reportera reveló su identidad, en 1992, en La Jornada. Era un rumor maledicente: la esposa del pintor Manuel Rodríguez Lozano, homosexual de clóset. La amante del artista plástico, el Doctor Átl. La que posó desnuda para el fotógrafo estadunidense Edward Weston. La modelo de Diego Rivera en el mural de San Ildefonso. La amante de muchos…
El reportaje de Adriana Malvido dio dignidad a esa mujer bella e inteligente que, a pesar de todo, terminó sola y trastornada, dejando poemas, pinturas, composiciones musicales, ensayos —que colecciona en su mayor parte Tomás Zurián—... Fue así como pasó de la leyenda a la configuración del mito. Hoy podemos escribir de Nahui Olin a favor o en contra de su vida y obra, después de lo escrito por la periodista.
Hoy Nahui Olin está de moda, como le pasó a Frida Kahlo cuando casi nadie en México se ocupaba de ella, hasta que en los 80 emergió como una figura de talla internacional, gracias a la biografía de Hayden Herrera. En lo personal no tengo predilección por Nahui. Su pintura se me hace pobre y su trabajo literario apenas lo conozco. Pero es innegable la fuerza de su imagen en las fotografías que la retratan de cuerpo entero. Era una belleza animal como lo fue Marilyn Monroe. Y ha sido su belleza —y su desconocido legado artístico— lo que la ha regresado a la vida contemporánea para empezar a estudiarla. Para mí, algunos de sus retratos tienen la impronta de las imágenes de Cindy Sherman. Aquellos ojos verdes que poseía taladran la mirada de cualquiera.
Es importante el renacer de estos personajes ahora que el feminismo reivindica a las mujeres en equidad con los hombres. Nahui Olin no fue víctima de nadie pero sí de su tiempo. Se superó en la adversidad. Se levantó con sus capacidades creadoras, hasta que la venció la vejez, la locura y quedó en el olvido. Adriana Malvido tuvo esa curiosidad de reportera para despertarla cuando nadie, salvo Tomás Zurián, tenía el más mínimo interés por ella.
Nahui Olin, el libro de Adriana Malvido —el reportaje se convirtió en obra y lleva siete ediciones, desde 1993 a la fecha—, rescata una mujer a quien “las buenas conciencias” de ayer y hoy no perdonan su osadía de posar desnuda en los años 20, de vivir en amor libre, de escribir sin que le importen las críticas, de adentrarse a las teorías del cosmos, de morir abandonada por la que fuera su comunidad cultural. Hoy, vivitos y coleando, “aquellos ojos verdes” nos retan nuevamente. TRASPIÉ: Lo mejor para AMLO por bien del país, los pobres, las mujeres y hombres gays asesinados… M