Milenio

El Hotel Lutetia, un pedazo de historia parisina

UNA RENOVACIÓN DEL ÚNICO GRAN HOTEL DE LA MARGEN IZQUIERDA DE PARÍS PUEDE CONSERVAR EL ESPÍRITU DE UN EDIFICIO QUE OCUPA UN LUGAR EXTRAORDIN­ARIO EN LA HISTORIA DE FRANCIA

- Jonathan Derbyshire

En el renovado Hotel Lutetia, que surge como un trasatlánt­ico blanco sobre el Boulevard Raspail en la margen izquierda de París, hay una placa. En ella se lee: “De abril a agosto de 1945, este hotel, que se había convertido en un centro de recepción, recibió la mayor parte de los supervivie­ntes de los campos de concentrac­ión nazis, contentos de haber recuperado su libertad y la de sus seres queridos. Su alegría no puede borrar la angustia y el dolor de las familias de los miles de desapareci­dos que esperaron en vano por los suyos en este lugar”.

Entre los que esperaron había dos hermanas. Eran las hijas de Irène Némirovsky, cuya novela Suite Française se publicó de manera póstuma en 2004. Pierre Assouline describe la escena en su propia novela Lutetia, que se desarrolla en el hotel durante la Segunda Guerra Mundial. Un mesero le dice al narrador, un detective a cargo de la seguridad del hotel, cómo las hermanas esperaba en las escaleras del Lutetia, con carteles escritos a mano, con la esperanza de encontrar a su madre.

Como dijo Assouline, el Lutetia “no es cualquier hotel. Para muchos franceses es un sitio dedicado a la memoria”. Isabelle Bouvier, la gerente, está de acuerdo. “Siempre fue un espejo de lo que estaba sucediendo en el mundo”. Recibió refugiados rusos que huían de la revolución en 1917 y después, a principios de la década de 1930, a judíos alemanes que escapaban del Tercer Reich.

Bouvier dice que en la renovación, la tarea del arquitecto, Jean-Michel Wilmotte, fue restaurar el “espíritu” del Lutetia, respetando su extraordin­aria historia, al mismo tiempo que lo hacía adecuado para el siglo XXI y lo restablecí­a como el único “gran hotel” (una propiedad de lujo) en la margen izquierda.

Antes de que Wilmotte comenzara a trabajar en 2014 , confesó que el bar del hotel era su “salón y oficina”. Y es difícil, incluso para un visitante, más que un devoto como Assouline, no sentir el aliento de la historia en cada esquina.

Y esto a pesar de la introducci­ón del vernáculo hotel internacio­nal en el interior Art Decó y Art Nouveau. Wilmotte eligió el mármol para las áreas públicas en la planta baja, mientras que los corredores en los pisos superiores se encuentran revestidos con madera de eucalipto oscuro.

Una de las figuras históricas que se hospedaron aquí fue Charles de Gaulle, quien se escondió en el Lutetia a principios de junio de 1940, cuando las fuerzas alemanas avanzaron sobre París. De Gaulle era un cliente regular del salón y el comedor antes de la guerra. El escritor y aviador Antoine de Saint-Exupéry era un huésped habitual, al igual que James Joyce, que tocaba baladas irlandesas en el piano del bar.

El Lutetia se mantuvo como un lugar favorito de reunión para el sector literario de París después de la guerra. Muchas de las grandes editoriale­s están cerca de Saint-Germain-des-Prés. El hotel también funcionó como una oficina para académicos de la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. Recuerdo, que cuando era estudiante allí a mediados de la década de 1990, ver en más de una ocasión al filósofo Jacques Derrida celebrando en el bar Lutetia.

Los alemanes llegaron a París el 14 de junio. Durante los siguientes cuatro años, el Lutetia fue requisado por la fuerza de ocupación. Se convirtió en la sede del Abwehr, el servicio de contrainte­ligencia alemán. Assouline dice que hay algo “profundame­nte injusto” en la reputación que tuvo el Lutetia durante esos años. Después de todo, no fue el único hotel en París que ocuparon los alemanes, pero fue el único en encontrar la “redención” después de la guerra.

El Lutetia fue una idea original de los Boucicaut, propietari­os de los grandes almacenes Le Bon Marché en el 7º arrondisse­ment. A principios del siglo XX, notaron que gran parte de su clientela eran familias de la burguesía provincial, que venían a la capital dos veces al año para abastecers­e de sábanas y utensilios de cocina. ¿Por qué no ofrecer a estos visitantes un lugar para que se hospedaran cerca de la tienda?

El hotel abrió sus puertas en diciembre de 1910, en un sitio al otro lado del Boulevard Raspail desde Le Bon Marché. Los arquitecto­s fueron Henri Tauzin y Louis-Hippolyte Boileau. Pronto, el hotel se convirtió en un destino habitual no solo para los clientes de Le Bon Marché, sino para los miembros de la Asamblea Nacional y los funcionari­os del servicio colonial que pasaban las vacaciones de verano en París.

El hotel pasó a manos de la familia Taittinger en 1950 (Cuvée Lutetia de Taittinger todavía se sirve en el bar y restaurant­e), antes de venderlo al Starwood Capital Group en 2005. Starwood vendió al propietari­o actual, la marca hotelera The Set, en 2010. Fue el presidente de The Set, Georgi Akirov, un israelí, quien contrató a Wilmotte para supervisar la renovación.

En su mayor parte, la renovación resultó un éxito. Wilmotte equipó al Lutetia con todos los adornos que el viajero internacio­nal espera, se creó un spa de 700 metros cuadrados, una piscina y un gimnasio. Al mismo tiempo, se mantuvo en su mayoría fiel a la visión original de Tauzin y Boileau. “El que sea el dueño del Lutetia”, escribió Assouline cuando el hotel volvió a abrir, “es el guardián de una tradición”. Afortunada­mente, al parecer Akirov y Wilmotte entendiero­n eso.

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