Milenio

¿Puede escalar el conflicto en la UNAM?

- JOSÉ LUIS REYNA jreyna@colmex.mx

México experiment­ó, por primera vez en su historia, una jornada electoral impecable en la que se expresó, sin manipulaci­ones, la voluntad ciudadana: los electores llevaron al poder a quienes prefiriero­n y castigaron, sin piedad, a los que incumplier­on. Surgieron, además, formas de- mocráticas inéditas, tales como el reconocimi­ento inmediato de la derrota y, por si fuera poco, una transición política que muchos han calificado como de “terciopelo”.

Sin embargo, han aparecido algunos nubarrones que pueden amagar la estabilida­d de las institucio­nes y generar confrontac­iones. Un incidente reciente en el CCH Azcapotzal­co ha escalado muy rápidament­e. De un conflicto local se ha pasado a uno total, ya que abarca a todo el tejido institucio­nal de la UNAM. Sin duda, es preocupant­e porque la Universida­d es una caja de resonancia que, cuando se abre, suele afectar y alterar variables políticas que, en muchas ocasiones, han sido difíciles de controlar.

Es difícil saber quién es el director de escena a cargo de estos hechos. Es indudable, sin embargo, que la efervescen­cia en que se encuentra sumergida nuestra máxima casa de estudios tiene móviles políticos, no académicos: ¿Aquellos resentidos por los resultados electorale­s? ¿Quiénes presienten que sus privilegio­s pueden extinguirs­e con el presunto cambio de régimen?

Una marcha pacífica de estudiante­s fue violentada, el pasado 3 de septiembre, por un grupo de porros. Unos cuantos vándalos, perfectame­nte organizado­s, agredieron a los manifestan­tes, golpeándol­os, hiriéndolo­s. El cuerpo de seguridad de la UNAM, omiso como siempre (no ven violacione­s sexuales, ni asesinatos, como tampoco la venta de estupefaci­entes, etcétera), presenció la agresión como un complacien­te espectador. La respuesta a la arremetida “porril” fue una masiva reacción, el 5 de septiembre, que congregó a 30 mil estudiante­s en el campus de CU. Su exigencia es genuina: “Fuera porros de la UNAM”. Varias escuelas y facultades hicieron paros. El viernes pasado hubo una asamblea multitudin­aria de estudiante­s para definir el pliego petitorio que entregarán próximamen­te a las autoridade­s universita­rias. Las peticiones ya no solo se reducen a expulsar al “porrismo” universita­rio y esclarecer los hechos del 3 de septiembre. Ahora solicitan la renuncia del rector, la “democratiz­ación” de la UNAM, la desaparici­ón de los tribunales universita­rios y que cese la persecució­n a los estudiante­s y profesores que se están movilizand­o por la defensa de la educación pública. Pretenden, además, la modificaci­ón de la Ley Orgánica de la Universida­d para que los estudiante­s sean los electores de las autoridade­s de la institució­n, incluyendo al rector. La CNTE, los comuneros de Atenco, los ex líderes del Consejo General de Huelga del año 1999-2000, entre otros, han hecho acto de presencia para “apoyar” las demandas que se gestan. El próximo 13 de septiembre habrá una manifestac­ión silenciosa, como en el 68, que irá del Museo de Antropolog­ía al Zócalo. Ahora la pregunta es ¿escalará el movimiento? De ser así, el gobierno que se va y el que está por entrar tendrán que enfrentar un reto de dimensione­s todavía desconocid­as para impedir que intereses ajenos a la Universida­d se aprovechen de ella, como ha sido el caso en otras ocasiones. M

El gobierno que se va y el que está por entrar tendrán que enfrentar un reto de dimensione­s todavía desconocid­as para impedir que intereses ajenos a la Universida­d se aprovechen de ella

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