¿Puede escalar el conflicto en la UNAM?
México experimentó, por primera vez en su historia, una jornada electoral impecable en la que se expresó, sin manipulaciones, la voluntad ciudadana: los electores llevaron al poder a quienes prefirieron y castigaron, sin piedad, a los que incumplieron. Surgieron, además, formas de- mocráticas inéditas, tales como el reconocimiento inmediato de la derrota y, por si fuera poco, una transición política que muchos han calificado como de “terciopelo”.
Sin embargo, han aparecido algunos nubarrones que pueden amagar la estabilidad de las instituciones y generar confrontaciones. Un incidente reciente en el CCH Azcapotzalco ha escalado muy rápidamente. De un conflicto local se ha pasado a uno total, ya que abarca a todo el tejido institucional de la UNAM. Sin duda, es preocupante porque la Universidad es una caja de resonancia que, cuando se abre, suele afectar y alterar variables políticas que, en muchas ocasiones, han sido difíciles de controlar.
Es difícil saber quién es el director de escena a cargo de estos hechos. Es indudable, sin embargo, que la efervescencia en que se encuentra sumergida nuestra máxima casa de estudios tiene móviles políticos, no académicos: ¿Aquellos resentidos por los resultados electorales? ¿Quiénes presienten que sus privilegios pueden extinguirse con el presunto cambio de régimen?
Una marcha pacífica de estudiantes fue violentada, el pasado 3 de septiembre, por un grupo de porros. Unos cuantos vándalos, perfectamente organizados, agredieron a los manifestantes, golpeándolos, hiriéndolos. El cuerpo de seguridad de la UNAM, omiso como siempre (no ven violaciones sexuales, ni asesinatos, como tampoco la venta de estupefacientes, etcétera), presenció la agresión como un complaciente espectador. La respuesta a la arremetida “porril” fue una masiva reacción, el 5 de septiembre, que congregó a 30 mil estudiantes en el campus de CU. Su exigencia es genuina: “Fuera porros de la UNAM”. Varias escuelas y facultades hicieron paros. El viernes pasado hubo una asamblea multitudinaria de estudiantes para definir el pliego petitorio que entregarán próximamente a las autoridades universitarias. Las peticiones ya no solo se reducen a expulsar al “porrismo” universitario y esclarecer los hechos del 3 de septiembre. Ahora solicitan la renuncia del rector, la “democratización” de la UNAM, la desaparición de los tribunales universitarios y que cese la persecución a los estudiantes y profesores que se están movilizando por la defensa de la educación pública. Pretenden, además, la modificación de la Ley Orgánica de la Universidad para que los estudiantes sean los electores de las autoridades de la institución, incluyendo al rector. La CNTE, los comuneros de Atenco, los ex líderes del Consejo General de Huelga del año 1999-2000, entre otros, han hecho acto de presencia para “apoyar” las demandas que se gestan. El próximo 13 de septiembre habrá una manifestación silenciosa, como en el 68, que irá del Museo de Antropología al Zócalo. Ahora la pregunta es ¿escalará el movimiento? De ser así, el gobierno que se va y el que está por entrar tendrán que enfrentar un reto de dimensiones todavía desconocidas para impedir que intereses ajenos a la Universidad se aprovechen de ella, como ha sido el caso en otras ocasiones. M
El gobierno que se va y el que está por entrar tendrán que enfrentar un reto de dimensiones todavía desconocidas para impedir que intereses ajenos a la Universidad se aprovechen de ella