Paulina Rivero Weber
He vivido en la UNAM durante casi 40 años: como estudiante de filosofía, de posgrado, como profesora y, en los últimos años paralelamente a la docencia, acepté dirigir primero Educación continua y luego el posgrado, ambos en filosofía, finalmente el Programa Universitario de Bioética; he conocido a la UNAM desde varias perspectivas.
Digo lo anterior para que se me otorgue el derecho a expresar una opinión fundamentada sobre los actos violentos del pasado lunes 3 de septiembre. Ese día, estudiantes del CCH Azcapotzalco se manifestaban pacíficamente ante Rectoría con demandas razonables pero fueron interrumpidos por un grupo de individuos que los agredieron dejando entre los heridos a dos de gravedad.
Los porros son grupos de choque que trabajan bajo sueldo al mejor postor. En redes sociales uno de ellos declaró que, en efecto, son pagados por partidos políticos: mencionó al PRI y al PRD como los más usuales. Pero no reveló su identidad y lamentablemente sus declaraciones pierden validez.
Debemos preguntarnos ¿a quién favorece que la UNAM se desestabilice en este momento? No beneficia, obviamente, a las autoridades universitarias, ni a los profesores, trabajadores o alumnos. Hay alguien afuera pagando. Cuando la institución se desestabiliza el país corre riesgo porque la universidad puede encender muchas otras entidades, tan grande es su poder y presencia en nuestro país.
Quienes pagan a esos porros, intentan levantar un movimiento enarbolado por jóvenes que, guiados bajo sus ideales, ignoran quiénes los están usando y para qué. Todo esto justo a tres meses antes de que AMLO llegue a la Presidencia, cuando muchos se quedaron con las manos vacías, sin hueso que roer; no puede ser una casualidad.
La mejor universidad de nuestro país atiende a 350 mil alumnos, es pública, gratuita y beca a sus estudiantes, ¿quién y por qué la quisiera cerrar o desestabilizar?
Veamos quién apoya a la UNAM, quién le da la espalda y quién ayuda a los porros, así sabremos de parte de quién vino esta agresión.