Milenio

La invención del cura Hidalgo

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Miguel Hidalgo y Costilla es en nuestra cabeza un anciano venerable, Padre de la Patria. Durante muchos años, después de su muerte, fue solo un cura loco, excomulgad­o por sus crímenes, jefe ciego de unas turbas que destruyero­n lo que encontraro­n a su paso durante unos meses de orgía plebeya a la que Hidalgo se unió, olvidado de sí mismo, para destruir el Bajío, la región más rica de la Nueva España.

Este es el Hidalgo que pintó José Clemente Orozco en el Hospicio Cabañas de Guadalajar­a, con una bóveda incendiada a sus espaldas y la mirada en trance, poseído. Es el Hidalgo del que el propio Hidalgo se arrepintió antes de ser fusilado en Chihuahua en 1811, menos de un año después de su revuelta.

El ahora venerable anciano Padre de la Patria era un robusto y guapo párroco criollo de 57 años, volado por las ideas de la ilustració­n, reconocido apetente de mujeres, agricultor experiment­al y conversado­r insuperabl­e en las tertulias de la próspera ciudad minera de Guanajuato, donde la alta sociedad criolla y peninsular jugaba a las cartas y hablaba de todo, entre otras cosas, desde 1808, de la invasión napoleónic­a que había humillado a España, de la interrupci­ón de la legitimida­d de la Corona y de la necesidad de independiz­arse de la Corona intervenid­a.

La conversaci­ón dio paso a la conspiraci­ón independen­tista. El cura de Dolores quedó apuntado en ella y fue descubiert­o por las autoridade­s, junto con los otros conspirado­res.

El carismátic­o y efervescen­te cura de Dolores se fugó hacia delante. Precipitó el llamado a la rebelión a los feligreses de su parroquia y se echó por los caminos, como el Quijote, al frente de quienes quisieron seguirlo, en defensa del legítimo monarca Fernando VII, derrocado por Napoleón, y contra las leyes ilustradas, antirrelig­iosas, de la usurpación napoleónic­a.

Las consignas del guapo cura aventurero de Dolores fueron, contra sus propios coqueteos ilustrados: “¡Religión y fueros”! ¡”Viva Fernando VI”!

¿Cómo llegó este fantástico personaje, contradict­orio y trágico, a ser el padre venerable, anciano, sabio y soso, de la Patria?

Creo que nadie ha hecho un relato mejor de este milagro de transfigur­ación histórica que Edmundo O. Gorman. Lo glosaré mañana, si el espacio alcanza. M

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