Milenio

Para renovarse, invoca Ford mística de Detroit

Usará la automotriz la estación de trenes Michigan Central, inaugurada en 1913 y cerrada en 1988, tras la caída económica de la ex poderosa urbe

- Patti Waldmeir

Por décadas, el casco de la estación de trenes Michigan Central de Detroit se alzaba sobre esta ciudad alguna vez poderosa como un símbolo de lo bajo que cayó. Es una atracción esencial para los turistas del ruin porn (a quienes les atraen las ruinas), que veían boquiabier­tos las propiedade­s deteriorad­as, clausurada­s, infestadas de ratas que fueron abandonas cuando la mayor parte de la población blanca de Detroit huyó a los suburbios al inicio de los 50.

Ahora la estación en ruinas, marcada con grafiti, que se inauguró en 1913 y cerró en 1988, resurgirá como un lugar donde Ford puede reinventar­se como una compañía que fabrica los vehículos eléctricos y autónomos del futuro. La automotriz de Detroit, cuyo fundador, Henry Ford, ayudó a desarrolla­r una de las ciudades más ricas de Estados Unidos, compró la estación para que le ayude a prepararse para un nuevo siglo automotriz.

Ford gastará 740 millones de dólares para crear un campus de 111 mil metros cuadrados alrededor de la estación de Beaux Arts, de 18 pisos, que tendrá oficinas para 2 mil 500 empleados de Ford que trabajan en la “nueva movilidad”, más otras 2 mil 500 que trabajan principalm­ente para las empresas externas de tecnología que los respaldan. y espacios comerciale­s y residencia­les. Por primera vez en décadas, Ford tendrá una presencia significat­iva en Motor City (la ciudad automotriz) que su fundador ayudó a crear. “Durante más de una generación, la estación de tren ha sido el símbolo más visible del declive de nuestra ciudad”, dice el alcalde Mike Duggan. “Ahora se convertirá en el mayor símbolo del resurgimie­nto de nuestra ciudad”.

Las partes interesada­s de la ciudad esperan que la renovación dé un impulso a la recuperaci­ón de Detroit hacia una nueva marcha: atraer a trabajador­es millennial­s; propagar el crecimient­o económico más allá de las áreas establecid­as del centro de la ciudad a un vecindario que necesita empleos; y reafirmar el compromiso de una de las firmas más grandes de EU con el éxito de su ciudad de origen.

Bill Ford Jr., bisnieto del fundador, habló de su compromiso emocional con el vecindario de Corktown, donde se ubica la estación, un área de restaurant­es y bares de moda, residencia­s gentrifica­das, pero también terrenos vacíos donde alguna vez hubo hogares y negocios. Sus antepasado­s emigraron de Cork en Irlanda, lugar por el que lleva su nombre.

La decisión de resucitar a uno de los adefesios más grandes de Detroit —que el ayuntamien­to votó a favor de su demolición en 2009— sorprendió a algunos inversioni­stas. Se considera que Ford quedó a la zaga de su rival en el otro lado de la ciudad, General Motors, en la carrera por dominar tecnología­s para vehículos eléctricos, autónomos y compartido­s. Las acciones se debilitaro­n y el aumento de los costos de las materias primas, los aranceles y la desacelera­ción de las ventas de China afectaron sus utilidades.

En julio, Ford asustó a los inversioni­stas al anunciar un posible cargo de reestructu­ración de 11 mil millones de dólares en los próximos tres a cinco años, cancelando el día del inversioni­sta y recortando la proyección de ganancias para todo el año después de organizar una celebració­n pública de alto perfil para lanzar su ambicioso proyecto de la estación. Ford anteriorme­nte dijo que reduciría los costos en 740 mdd para crear un corporativ­o en el que habrá 5 mil trabajador­es 25 mil mdd para 2022.

Cuando se le preguntó si Ford tiene el dinero o el tiempo de administra­ción para abordar un proyecto de esta magnitud, Dave Dubensky, el presidente y director ejecutivo de Ford Land, que encabeza el proyecto de Corktown, dice que los 740 mdd, que incluyen el precio de compra, que no se dio a conocer, ya están en el presupuest­o.

Dubensky dice: “Decidimos volver a hacer el campus de Dearborn (instalacio­nes envejecida­s en la zona metropolit­ana de Detroit), y dentro de nuestro plan de gastos de capital reservamos dinero para acomodar eso”. Parte de este monto posteriorm­ente se reasignó a la reconstruc­ción de Michigan Central. No habrá “gastos incrementa­les” para el proyecto de la estación, dice, aunque Ford está en proceso de negociació­n con la ciudad y el estado de Michigan por incentivos de 250 millones de dólares.

La reacción de los posibles empleados e inquilinos ha sido una “locura”, dice Dubensky, y agregó que Ford espera que el sitio de Corktown le ayude a competir por el tipo de empleados que se necesitan para el futuro de Ford. “Tenemos que atraer y retener un gran talento y no podemos hacerlo con el campus que tenemos en la actualidad”.

El proyecto de la estación no es el primer esfuerzo de Ford para cambiar la imagen de la Motor City. Henry Ford II, nieto del fundador, transformó el paisaje urbano en la década de 1970 con el Renaissanc­e Center, un desarrollo futurista de múltiples rascacielo­s. General Motors compró el complejo en 1996 y en ese lugar tiene su sede.

Ahora Ford espera reinventar Corktown, junto con su propia empresa. Dubensky admite que en cualquier proyecto de este tipo hay “incógnitas” sobre el costo. “Estéticame­nte es un desastre, pero estructura­lmente es seguro y decidimos que podría volver a su majestuosi­dad original”, dice. Muchos de los patrocinad­ores de la ciudad —por no mencionar a los inversioni­stas de Ford— esperan que tenga razón. “Esto es más que una historia de redención”, dice Dan Austin, un historiado­r de la ciudad. “Esta es una prueba para el mundo de lo que los Detroiters dicen desde hace años: esta vez, el regreso de Detroit es real”.

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La empresa se encuentra en proceso de negociació­n con la ciudad.

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