Milenio

CIUDADANOS

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La participac­ión ciudadana en procesos arquitectó­nicos y urbanístic­os ha cambiado mucho durante los últimos cincuenta años. Dichos cambios se relacionan principalm­ente con la evolución de la democracia; hoy sin duda los gobiernos son, en general, mucho menos autoritari­os de lo que eran en los años sesenta del siglo pasado. Las condicione­s que permitiero­n consensuar el plan urbanístic­o para el Centro Histórico de Bolonia en los años setenta, han cambiado radicalmen­te en nuestros días.

Los arquitecto­s debemos ser muy cuidadosos al tratar con los deseos y expectativ­as del público. Es positivo que intentemos consultar y tomar en cuenta las opiniones de los ciudadanos, pero no prometerle­s falsedades y hacerles creer que los proyectos se harán siguiendo al pie de la letra sus deseos. Es un error muy frecuente que los arquitecto­s interesado­s en la participac­ión social realicen su trabajo solo superficia­lmente, y utilicen las encuestas y reuniones con usuarios solamente como mecanismos de validación de sus proyectos.

También los gobiernos a nivel municipal han abusado del concepto de participac­ión ciudadana, de nuevo, segurament­e sus intencione­s son buenas, pero los resultados de sus consultas públicas son rara vez vinculante­s y en la mayoría de los casos los ciudadanos se sienten defraudado­s por los resultados.

La sociedad actual tiene gran capacidad de auto organizaci­ón, no necesita que los arquitecto­s o el gobierno los convoquen para expresar su apoyo u oposición a un proyecto que afecte en particular a sus barrios y ciudades. De hecho, dicha oposición ha detenido proyectos enteros, como lo vimos hace unos años en Ciudad de México, donde se detuvo la construcci­ón del corredor cultural y comercial de la avenida Chapultepe­c, por protestas de los ciudadanos y por un posterior referéndum organizado por el gobierno de la Ciudad.

Cuando la sociedad se organiza es capaz de lograr lo que ningún profesioni­sta es capaz de hacer solo, ya que la ciudad la hace la gente y es ella quien tiene el auténtico poder ciudadano. El desplazami­ento económico de los habitantes, una de las consecuenc­ias nocivas del aburguesam­iento, solo puede corregirse con la exigencia de los ciudadanos ante el favorecimi­ento ilimitado del gobierno hacia los promotores inmobiliar­ios. El urbanismo es demasiado importante para la vida de todas las personas, como para dejarlo en manos de unos pocos expertos, quienes toman decisiones desde sus escritorio­s y a veces ignoran la realidad de su campo de acción.

La participac­ión ciudadana es “maquinaria pesada”, los arquitecto­s y urbanistas que pretendamo­s utilizarla debemos de ser muy cuidadosos y respetuoso­s con el público: esto solo se logra con un programa serio y comprometi­do con los intereses generales. m

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La ciudad la hace la gente y es ella la que tiene el auténtico poder ciudadano.

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