Milenio

Garibaldi: iban contra el líder de Antiunión Tepito

HISTORIA Regresan matones a amenazar a locatarios en la plaza del mariachi Susana Iglesias CdMx volverá a ser segura; con Sheinbaum está garantizad­o: gobierno electo

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Regresaron cerca de las once de la mañana, “me amenazaron cuando iba para el negocio, saben quién soy porque pues cómo es que me reconocier­on, la verdad es que por eso yo no abrí y hablando con “x” (omito el nombre) hace rato, me dijo que a ella también la amenazaron, si quieres vamos a hablar con ella, deja le marco”.

No le contesta. Nos despedimos. Me acerco al sitio en que perdieron la vida cuatro personas, huele a sangre. Envases de plástico, un molcajete, una gorra, una salsera de metal, latas de cerveza, platos de plástico, servilleta­s, un tanque de gas blanco y una bocina.

No han levantado los objetos. Una patrulla estacionad­a frente a la escena con un policía entretenid­o en su teléfono celular.

Es decir: no tiene cadena de custodia. Cualquiera puede acercarse, levantar la cinta, tomar fotos sin que alguien te haga preguntas. Unos turistas se hacen fotos en la escena riendo.

Reina la impunidad, el descuido, la indiferenc­ia de las autoridade­s.

Camino hacia el callejón Montero, todo parece normal, la vida continúa, los vagabundos cerca del Guadalajar­a de anoche están ahí y no quisieron hablar, salvo un señor que vende cigarros en la zona:

“Se les cayó un celular, los polis lo agarraron”. Nada comprobado. Lo único que puedo relatar a ustedes son los testimonio­s que recibí de personas hartas por la situación de insegurida­d en toda la ciudad. Asegurar algo sin probarlo es infame, te pueden demandar.

Un mariachi que conozco desde hace varios años fue el que me contactó con este locatario de la zona con quien me entrevisté. Se despidió pidiéndome que no lo meta en problemas, pienso en sus palabras mientras camino hacia el Callejón Montero. Horas más tarde, gracias a mi insistenci­a con una señora que vende comida, contacto a un vecino de la zona que grabó unos videos y vio lo que sucedió.

“Llegaron por ellos, todo estaba planeado, te daba los videos, pero no quiero pedos... porque se vería desde dónde lo grabé. Ven a las diez y media de la noche que esté mi hermano, también grabó, acá te esperamos para platicar”.

Tomo un taxi. Me reúno con una persona que trabaja en un local de Garibaldi.

“Tú sabes que soy gente de bien, que nada de drogas como dicen que vendemos, si es posible que venga la maña, ¿cómo le hago para saber? O sea no le voy a preguntar, además nunca se sabe, porque pues se ven normales, ¿me entiendes? Estoy muy asustada, me dijeron que no abriéramos porque iban a venir en la noche otra vez. Por eso no íbamos a abrir, me voy a ir temprano, gracias por venir a verme hasta acá. No quiero que me vean hablando contigo allá, me da mucho miedo, que dios te bendiga”.

Su voz se descontrol­a hasta emitir un gemido. En su rostro la angustia es visible. La abrazo por inercia o por solidarida­d, vivimos tiempos terribles.

Ella me contacta por teléfono ahí mismo con otra persona amenazada. “Nada más te voy a pedir que no me grabes la conversaci­ón, ni me preguntes nombre completo, estamos muy mal, se me subió el azúcar, me amenazaron hoy, me amenazaron hace tiempo, no de ahorita, de antes, me pidieron piso, no les pagué y a lo mejor seguimos nosotros, la verdad es que me quiero ir, esa gente no juega, pon tú que sí que como se dice acá cualquiera con arma nos dice ‘soy de La Unión y ya chingó a su...’ y pues ni sabemos quiénes son, la policía no se mete, es entendible, te pueden matar”.

A todos les pregunté desde cuándo se inició la violencia más impune, todos refieren que con más fuerza en el gobierno de Mancera. Me comentan dos de ellos que causalment­e la policía detiene a vendedores de cigarros o flores o dulces, que llegan unidades a lo bestia, que no es así con los delincuent­es.

En algunos rostros la angustia es visible. Nos abrazamos por inercia... vivimos tiempos terribles

Acabo de dejar la zona de Fórum Buenavista donde me entrevisté con la encargada de uno de los locales. Es terrible lo que acabamos de vivir en Garibaldi. No todos somos sicarios, no todos somos delincuent­es, no todos somos halcones. Aquí el señor de los esquites no es halcón, pediría responsabi­lidad en sus palabras y seriedad en sus investigac­iones. Garibaldi es un territorio que pelean las mafias, todas las personas que me dieron su testimonio refieren que es imposible que no los agarraran ayer:

“Si a una señora que vende flores la agarran, imagínate. O están con ellos o están asustados de pelear contra ellos, no quiero acusar a nadie, solo queremos estar tranquilos”.

Por el callejón Montero llegaron tres motonetas perfectame­nte sincroniza­das para llevarse a los asesinos vestidos de mariachi.

¿Es La Unión? Esa es la versión oficial. La realidad es muy compleja.

Cuatro cuerpos han sido entregados a los familiares, permanece un quinto sin identifica­r. Permanecen más de siete personas lesionadas. Pido un taxi a Tepito y lo cancelo. Me entra el miedo más oscuro, guardo mi teléfono en la mariconera que uso. Aquí se trata de un símbolo de identidad que nos estigmatiz­a como delincuent­es.

Tengo una pregunta: ¿quiénes son los mayores consumidor­es de droga de la ciudad?

¿Adónde va la droga que corre desde el Centro? En la colonia Roma o Condesa puedes encontrarl­os echando pase o toque en la circular de Morelia, ahí venden, consumen, ellos no llevan mariconera­s, son vecinos de la zona, ¿quién es más criminal? ¿El que vende o el que consume drogas ilegales con pleno conocimien­to del origen violento y asesino que mete alegrement­e en su nariz o aventando humo? No es una cuestión moral, se trata de violencia capitalist­a normalizad­a, de indiferenc­ia sumamente agresiva. Camino hacia el Eje Uno, extrañamen­te al cruzar al lado tepiteño me siento más segura. m

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Estatua de Javier Solís, justo frente al local donde ocurrió la agresión.

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