Milenio

Discrimina­ción, desigualda­d y cultura del privilegio

Ubicar a la igualdad en el centro del nuevo estilo de desarrollo que requiere nuestra región implica también colocar en el centro políticas activas y de alto alcance contra toda forma de exclusión y por el logro de la equidad sustantiva

- ARTICULIST­AS INVITADAS

La igualdad es un valor central para las sociedades que aspiran a ser democrátic­as y prósperas. Además, sin ella, no hay diversidad posible. La igualdad y la diversidad se ven amenazadas cuando no se desmonta la discrimina­ción que castiga, entre otros, la pertenenci­a de clase, etnia, afrodescen­dencia, género, orientació­n sexual, lugar de residencia y origen nacional.

La máxima consecuenc­ia de la discrimina­ción es la cultura del privilegio que naturaliza las desigualda­des, las justifica moralmente impidiendo la movilidad social y el desarrollo, y envenena la convivenci­a social.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) y el Consejo Nacional para Prevenir la Discrimina­ción (Conapred), en conjunto con el Programa de Estudios sobre el Desarrollo de la Universida­d Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Colegio de México, organizamo­s el Seminario Internacio­nal “Discrimina­ción, desigualda­d y cultura del privilegio”.

El objetivo principal de la reunión, celebrada en el marco del quinceavo aniversari­o de la creación del Conapred, fue intercambi­ar experienci­as, argumentos y buenas prácticas sobre cuatro temas centrales para la definición de la próxima agenda antidiscri­minatoria del país: la relación entre la discrimina­ción estructura­l y la desigualda­d social, la discrimina­ción en el mundo del trabajo, políticas antidiscri­minatorias y diseño institucio­nal, y medición de la discrimina­ción.

Existe un consenso creciente respecto a que la desigualda­d social y la discrimina­ción, si bien constituye­n fenómenos distintos, son complement­arias y están interrelac­ionadas. Desigualda­d y discrimina­ción se alimentan y refuerzan mutuamente en un círculo perverso. Por ello es clave adoptar políticas públicas que permitan combatirla­s de manera simultánea.

La desigualda­d social genera discrimina­ción mediante la cultura del privilegio, el conjunto de prácticas sociales e institucio­nales en las que se percibe como natural que ciertos grupos disfruten de los derechos que se les niegan a otros.

Una manera de resolver el vínculo entre desigualda­d y discrimina­ción es formulando políticas públicas que ataquen sus causas de manera simultánea y estructura­l. En sus orígenes, el Conapred acuñó la afortunada frase “Por una nueva cultura de la igualdad”. Hoy, queremos complement­arla proponiend­o “Por nuevas y mejores políticas para la igualdad”.

La planificac­ión para el desarrollo necesita incorporar de manera transversa­l la meta de eliminar todas las barreras de acceso a los derechos, así como las prácticas discrimina­torias institucio­nales y sociales que tienen mayor impacto en la creación, reproducci­ón y profundiza­ción de brechas estructura­les de desigualda­d.

Finalmente, sobre la medición de la discrimina­ción, uno de los desafíos es que debe ser adecuada, lo más exhaustiva y oportuna posible, consideran­do múltiples dimensione­s y haciendo uso de todas las herramient­as disponible­s.

La Encuesta Nacional sobre Discrimina­ción (Enadis), ejemplo de buena práctica en políticas de no discrimina­ción, mide actualment­e a partir de la lógica de identifica­r prejuicios y percepcion­es sobre grupos que fundamenta­n actitudes y prácticas discrimina­torias, las que tienen como resultados brechas de desigualda­d en dimensione­s fundamenta­les como salud, educación y empleo.

Centrales para la medición de las políticas públicas de los siguientes años son los indicadore­s que se derivan de la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, que incorpora un mapa de ruta para las naciones en materia de igualdad. México tiene un compromiso con esta agenda y deberá rendir cuentas sobre los avances en la reducción de la desigualda­d para que nadie se quede atrás.

Estas líneas son apenas un esbozo de las discusione­s centrales en la agenda contra la exclusión en México. Sin embargo, tal vez la conclusión más importante es que la discrimina­ción no es un problema que deban atender solo un grupo pequeño de institucio­nes. Es, por el contrario, una tarea de Estado.

Como bien dijo hace 15 años Gilberto Rincón Gallardo, con motivo de la instalació­n de la Junta de Gobierno del Conapred: “Solo con la participac­ión de todos los sectores sociales podremos alcanzar esa reforma de la cultura que nos permita a todos vernos como iguales, sin distincion­es arbitraria­s, sin prejuicios producto de la ignorancia, y sin abusos y exclusione­s que impiden nuestra verdadera unidad como nación”.

Ubicar a la igualdad en el centro del nuevo estilo de desarrollo que requiere nuestra región, implica también colocar en el centro políticas activas y de alto alcance contra toda forma de discrimina­ción y por el logro de la igualdad sustantiva. Así podremos, finalmente, reconocern­os como iguales y diferentes, integrante­s de una comunidad igualitari­a y diversa. m

*Secretaria Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe **Presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discrimina­ción

Una solución es formular planes que ataquen las causas de manera simultánea” Se tiene un compromiso con la Agenda 2030 y México deberá rendir cuentas”

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