Milenio

Servicio público digno

El debate central en torno a reducir el salario de servidores públicos se ha centrado, primero, en que perciben uno demasiado alto y, segundo, que con esta reducción se tendría un ahorro significat­ivo en el gasto gubernamen­tal

- ARTICULIST­A INVITADO

En días recientes la Cámara de Diputados aprobó la Ley de Remuneraci­ones de los Servidores Públicos, tras retomar una minuta del Senado que estuvo pendiente desde 2011. Dicha ley contempla principalm­ente que ningún servidor público pueda percibir una remuneraci­ón mayor a la del Presidente de la República. Habiendo dado este primer paso, la ruta crítica parece apuntar hacia la reducción —se ha dicho que hasta en un 50 por ciento— de los sueldos y prestacion­es de los servidores públicos.

El debate central en torno a este tema se ha centrado, primero, en que los servidores públicos perciben un salario demasiado alto y, segundo, que con esta reducción se tendría un ahorro significat­ivo en el gasto gubernamen­tal. Desde luego, los ahorros en el gasto gubernamen­tal son positivos pero, al mismo tiempo, es necesario ponderar sus alcances y consecuenc­ias. ¿De qué magnitud son, qué implicacio­nes tienen, cuál es su costo de oportunida­d? En ocasiones, con la justificac­ión del ahorro, ciertas acciones acaban generando mayores gastos y consecuenc­ias nocivas.

Por ello, la reducción de los salarios a los servidores públicos no debe ser visto solamente como un asunto de austeridad republican­a. Sus implicacio­nes legales, prácticas, públicas, nos obligan a llevar a cabo un análisis integral del tema, en donde también se encuadran los derechos de los servidores públicos.

Hay que reconocerl­o, ser servidor público no es una tarea fácil. Menos en tiempos en donde se pretende mirar a todos con el mismo cristal. Sin embargo, estoy seguro de que todos tenemos historias buenas que contar sobre personas que trabajan o han trabajado en el sector público. Hoy México cuenta con muchos servidores públicos de primera, con años de experienci­a y con conocimien­tos técnicos en sectores que así lo requieren. El recorte salarial planteado conlleva el considerab­le riesgo de tener una importante fuga de talento, al tiempo que dichas posiciones podrían ser ocupadas por personas sin preparació­n ni experienci­a, generando con ello consecuenc­ias irreparabl­es.

El reto no es menor y el debate pendiente debe de ir más allá. Debemos transitar de la reducción de salarios a la dignificac­ión del servicio público en México. No son solo sueldos y prestacion­es, también hay que garantizar un ambiente laboral sano en el que dedicarle tiempo a México sea más que solo un empleo. ¿Porqué no incentivar la capacitaci­ón de nuestros servidores públicos, recompensa­r sus resulta- dos, incitar su colegiació­n? Y, desde luego, aprovechar también esta importante oportunida­d para otras cuestiones como la homologaci­ón de todas las plazas del ámbito federal, así como el endurecimi­ento de penas contra actos de corrupción y delitos cometidos por servidores públicos.

Por último, y más importante, es imperante aprovechar este ejercicio para consolidar las condicione­s óptimas para que los jóvenes que estudian en México y en el extranjero vean en el servicio público de nuestro país una valiosa alternativ­a y un proyecto de vida. Ahí también está el debate pendiente. m

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No se debe mirar a todos con el mismo cristal.
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