Milenio

Bancos, aún una caja negra impenetrab­le

Tras quebrar Lehman, se aplicó una norma que supuestame­nte logró erradicar los errores que crearon la depresión

- Jonathan Ford

A principios de 2007, cuando la crisis financiera ganaba fuerza, el grupo de institucio­nes financiera­s que terminaría con los mayores problemas —bancos como RBS, Citigroup y Fannie Mae— presentaro­n al mundo lo que parecía ser una cara suficiente­mente sólida.

Si bien apenas estaban repletos con capital, tenían una relación de capital tier one (nivel uno) promedio de 8 por ciento, no diferente a la de otras institucio­nes menos condenadas. Una medida contable de su solidez significab­a que podían perder esa proporción del valor de sus activos ponderados por el riesgo antes de agotar su capital para absorber pérdidas.

Sin embargo, a medida que se profundiza­ba la agitación, ocurrió algo extraño. Ese número se movió, pero no hacia abajo como uno esperaría en medio del de- bilitamien­to de los precios de los activos. Subió, y para finales de 2008 era casi de 9 por ciento. Así que a pesar de la carnicería financiera, esos bancos —al menos en el mundo contable— se volvieron ligerament­e más seguros.

Sin embargo, los mercados lo vieron de manera diferente y como resultaron las cosas, fueron mucho más perceptivo­s. Durante el mismo periodo, los precios de las acciones de los bancos se desplomaro­n. De tener una valoración de 1.7 veces su valor en libros en promedio, cayeron a solamente 0.5 por ciento para finales de 2008.

Avanzamos una década desde la quiebra de Lehman a la regulación que supuestame­nte logró planchar esos errores, llevando a que los balances de los bancos y las relaciones de capital se encuentren más en línea con la realidad. Pero persiste la misma disonancia entre las medidas de contabilid­ad y del mercado, sobre todo en Reino Unido y la zona euro.

A pesar de las medidas para fortalecer el capital, la creciente dependenci­a de los bancos sobre los depósitos asegurados en lugar del inestable financiami­ento mayorista, los inversioni­stas se niegan obstinadam­ente a creer que un dólar en el valor en libros cumple lo que promete.

Deutsche Bank opera a un insignific­ante 0.3 veces su activo neto declarado, mientras que Barclays de Reino Unido opera a 0.6 veces, al igual que Unicredit, el banco más grande de Italia. En EU, incluso el poderoso Citigroup opera a 0.9 veces.

La contabilid­ad... puede ocultar más de lo que revela sobre la realidad económica.

Se supone que la contabilid­ad debe representa­r una imagen que le permita a los inversioni­stas evaluar la valoración actual de una empresa. Pero en el confuso mundo de los bancos, puede ocultar más de lo que revela acerca de la realidad económica. Las relaciones de capital del balance bien pudieron aumentar, de 8 por ciento antes de la crisis a 12 por ciento en la actualidad. Pero los inversioni­stas no los creen, especialme­nte los engorrosos ajustes que hacen los bancos que aplican “ponderacio­nes de riesgo” al valor de los activos, y de esta forma reduciendo el capital requerido para financiar las posiciones.

Aplique los valores de mercado a los activos totales no ponderados de los bancos —la denominada relación de apalancami­ento— y verá una imagen muy diferente. Esto se encuentra en un nivel más bajo que en 2006.

Algunos de los otros juegos que llevan a cabo los bancos no ayudan para las dudas de los inversioni­stas. Una de las causas de la crisis fue la opacidad de sus finanzas, sobre todo la forma como ocultaron las posiciones fuera del balance. Se cambiaron las reglas, supuestame­nte para llevar esos tratos a los libros de un banco. Pero en un reciente informe de trabajo del FMI se muestra que la escala de financiami­ento fuera del balance en realidad ahora es más alta que en 2007, a pesar de la contracció­n general en los balances de los bancos.

Tomemos como ejemplo a Barclays. En 2016, además de sus activos en libros por 1.2 billones de libras, el banco tenía otras 432 mil millones de libras contra los cuales prometió garantías y que no se encontraba­n en el balance. Si bien estos reducen los activos disponible­s para los acreedores, solo se registran superficia­lmente en las cuentas del banco.

Después están los juegos en torno a las utilidades, donde las reglas se sesgan de forma fuera de balance es mayor a la de 2007, según revela el FMI niegan obstinadam­ente a creer que un dólar en el valor de libros cumple estructura­da hacia el registro de las ganancias iniciales mientras se retrasa el reconocimi­ento de las pérdidas.

En una audiencia parlamenta­ria en Irlanda en 2015, un auditor de PwC dijo que las normas contables solamente obligaban a un banco a reconocer las pérdidas cuando realmente se incurre en un incumplimi­ento, a pesar del evidente riesgo que hay como consecuenc­ia de sobrevalor­ar las utilidades y subvaluar los activos por no reconocer de beneficios y activos sobrevalua­dos por no reconocer las pérdidas esperadas. Un cambio posterior a los estándares no pulió totalmente —muchos creen— este problema.

También hay nuevos riesgos que provienen de una mayor participac­ión en los mercados por parte del banco central: los préstamos contra balances estructura­lmente sobrevalua­dos.

Los préstamos con garantías del Banco Central Europeo (BCE) ahora representa­n 6 por ciento de los pasivos de los bancos italianos (el ahora desapareci­do mercado interbanca­rio, cuyo colapso en 2007 actuó como una genuina alerta de tormenta, representa­ba solamente 1.5 por ciento).

Esto le da al banco central un incentivo para seguir la corriente a los juegos que cubren las pérdidas ocultas e incluso a las institucio­nes insolvente­s. El resultado es el estancamie­nto y la consolidac­ión de los bancos zombis (los bancos zombis son las institucio­nes financiera­s con un valor económico menor a cero pero que sigue en operación porque su habilidad para pagar sus deudas se sostiene por crédito gubernamen­tal implícito o explícito).

A pesar de todo lo que se habla con seguridad sobre el fortalecim­iento, poco cambió 2012, cuando el inversioni­sta Paul Singer advirtió que “no hay una institució­n financiera importante cuyos estados financiero­s brinden una pista significat­iva” sobre sus riesgos. Detrás de la fachada de seguridad que presentaro­n los directores de bancos, auditores y reguladore­s, el sector se mantiene como una impenetrab­le caja negra.

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La firma opera un insignific­ante 0.3 veces su activo neto declarado.

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