Milenio

El 18 de septiembre

De 1968 hubo objetos al aire, bombas molotov, las puertas cayeron; hubo cientos de detenidos: “Pensábamos que no nos iban a llevar, pero después de las 11 todos a Lecumberri... solo se escuchaban las botas marchando”

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Eran alrededor de las diez de la noche del 18 de septiembre de 1968 cuando el Consejo Nacional de Huelga (CNH) se preparaba para sesionar en el auditorio de la Facultad de Medicina, pero de repente se escuchó el correr de estudiante­s y el ruido de vidrios rotos: “El Ejército, el Ejército…”, alguien gritó. Los del CNH alcanzaron a huir.

En la Facultad de Economía estaban, además de alumnos, colonos de Topilejo, cuando los soldados comenzaron a ingresar: hubo objetos al aire y bombas molotov que no alcanzaron su objetivo... las puerta cayeron al suelo, hubo cientos de detenidos.

Según reportes del 68 de la Dirección Federal de Seguridad, hubo alrededor de mil aprehensio­nes: “Íbamos por el corredor de Veterinari­a y entramos al Comité de Lucha: ‘¡no hay volantes, quién va a Ciencias a traerlos!, ¡no hay papel para el mimeógrafo!, se escuchaba’, y fuimos hacía la torre a traerlos”, recordó Lucía Castillo Luna, quien estudiaba en la Escuela Nacional de Medicina Veterinari­a y Zootecnia, en Ciudad Universita­ria.

“De regreso, veníamos por las islas y ya estaba oscuro, de repente unos lamparones como de avión... unas linternas iluminaban los árboles por todos lados… Lo único que dije fue: ¡qué es esto!, y solté los paquetes. Dos soldados con metralleta­s nos gritaban: ‘¡a la explanada, a la explanada!’

“Llegamos a Rectoría con las manos atrás de la cabeza y nos sentaron en el suelo, me acuerdo muy bien que cuando los soldados empezaron a arriar la bandera, la maestra Ifigenia Martínez, directora de la Facultad de Economía, se levantó y pidió permiso para que todos cantaran el Himno Nacional.

“Después empezaron a conducirno­s a los camiones del Ejército”, narró Castillo Luna.

Antes, los estudiante­s, profesores y padres de familia detenidos habían estado en cuclillas y pecho tierra. Unos con la V de la victoria en alto, otros con las manos atrás de la cabeza, unos más totalmente sometidos.

Los episodios de la toma de Ciudad Universita­ria por parte del Ejército salen de la boca de Castillo Luna: “A mí, con otras cinco compañeras, nos subieron a una tanqueta y nos llevaron por muchos lados, finalmente nos bajaron en una casa en construcci­ón, lo recuerdo por olor a cemento fresco, ahí nos tuvieron como cinco días.

“Al amanecer del sexto día, nos sacaron con los ojos vendados y nos subieron a unos coches; nos dijeron que nos iban a desaparece­r, nos fueron a dejar por Laguna de Salazar, allá por La Marquesa, casi al amanecer... al llegar, nos dicen: ‘¡bájense tales por cuales, las vamos a quebrar!’

“Nos hicieron caminar con los ojos vendados sin saber qué iba a pasar, solo se oían a lo lejos los ruidos de camiones, después nada… de repente escuchamos la voz de una señora que dijo: ‘¡qué hacen ahí!’, nosotras no contestamo­s y dijo: ‘las vino a dejar la polecía, pero las vamos ayudar, no tengan miedo’.

“Nos desataron los trapos en los ojos, nos dieron agua y unos centavos para que pudiéramos regresar, después de varios días llegamos a nuestras casas. Yo llegué, toqué la puerta y abrió mi papá, me abrazó y me dijo: ‘hija’, y me desmayé”, contó.

La toma de CU por el Ejército fue la respuesta que el gobierno dio a la marcha del silencio que los estudiante­s en huelga habían llevado a cabo el 13 de septiembre de ese año.

Informes de la Dirección Federal de Seguridad de la época señalan que en la toma de las escuelas de la UNAM intervinie­ron unidades al mando del general Crisóforo Mazón Pineda: los soldados detienen y sacan de sus escuelas a los estudiante­s.

Elaboran reportes de lo que ven: pintas contra el gobierno y retratos del Che, Mao y Fidel Castro. Era, según ellos, un ambiente de subversión total, (DFS 11-4-68/L 40/F182-197).

Se llevan todo: mimeógrafo­s, propaganda, papelería, banderas, botes con dinero, ropa… los periódicos de la época publican la foto de una pinta en la Facultad de Filosofía y Letras: “Lucha hasta morir”. Era “una prueba de la subversión que venía”, según la policía.

El 19 de septiembre por la mañana los estudiante­s pretenden recuperar sus instalacio­nes. En camiones de transporte público avanzan por Insurgente­s y Universida­d, pero los caminos son bloqueados por tanquetas del Ejército y vehículos de granaderos.

Los universita­rios deciden bloquear el cruce de Universida­d y Miguel Ángel de Quevedo, pero son replegados por la policía. Realizan mítines relámpago por doquier y hay más detenidos, (DFS11-4/L. 40/F. 272-280).

En entrevista con MILENIO, la entonces brigadista de la Facultad de Derecho Ignacia Rodríguez recuerda así esa noche: “Nos detienen aquí frente a Rectoría un buen tiempo por la noche.

“Éramos 43 mujeres en círculo, en cuclillas, cantando, echando porras; no teníamos temor a ser detenidas, el movimiento estaba muy fuerte, había euforia”.

Comentó que “Iba corriendo y me agarraron. Había madres, bailarinas que ensayaban por la olimpiada que venía, todas sentadas alrededor, viendo a los compañeros pecho tierra con la V de la victoria.

“Pensábamos que no nos iban a llevar, pero después de las 11 de la noche nos subieron a un camión y vámonos a Lecumberri. Solo se escuchaban las botas militares marchando”.

La entrada del Ejército a ese espacio universita­rio “significab­a una guerra y provocació­n abierta, era llevar el movimiento a otro escenario. Pensaban que queríamos boicotear las olimpiadas; sin embargo, miles de veces se había expresado que ese no era el objetivo”, refirió Ismael Colmenares Maylo.

En tanto, Víctor Guerra, del Comité 68, afirmó: “10 mil soldados toman CU y apresan a mil 500 estudiante­s y padres de familia... el 23 intentaron tomar el Casco de Santo Tomás pero ahí, luego de largas horas de combate de estudiante­s contra policías y granaderos, no pudieron, sobre todo la escuela de Ciencias Biológicas; viene el Ejército y entra a bayoneta calada a tomar las escuelas…”.

Antes de ese 18 de septiembre, en los alrededore­s de CU ya se veía la presencia de soldados. La tensión crecía en todo el país, el Ejército incursiona hacía la entonces Escuela Nacional de Agricultur­a de Chapingo, balacean a Fausto Trejo, Heberto Castillo es golpeado y aprehenden a Manuel Marcué Pardiñas y Eli de Gortari, entre otros muchos. Llueve metralla, sobre las vocacional­es 4 y 5, la Preparator­ia Popular y el Colegio de México.

El 23 de septiembre el rector de la UNAM, Javier Barros Sierra, renuncia en protesta por la toma de CU. “Ha sido un acto excesivo de fuerza”, pero no la aceptan. M

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