Milenio

La otra cuarta transforma­ción

- *Director e investigad­or del CIDE

Sin darnos cuenta, hemos cruzado ya el umbral de una transforma­ción que modificará nuestras vidas. El vertiginos­o ciclo de innovación, impulsado por el desarrollo tecnológic­o y la competenci­a del mercado, ha generado profundos cambios sociales que han tensado y redefinido, de paso, la relación entre el Estado y la sociedad.

La Revolución Industrial y el boom tecnológic­o del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial son claros ejemplos de estos procesos. Hoy nos encontramo­s ante un nuevo desafío: la cuarta revolución industrial (o, como algunos mercadólog­os y economista­s prefieren llamarla, Industria

4.0). Resultado del desarrollo de nuevas tecnología­s como la inteligenc­ia artificial, el procesamie­nto masivo de datos (big data), el uso de sensores, robots y drones, entre otras herramient­as, el mundo experiment­a una transforma­ción de los procesos productivo­s que tendrá enormes implicacio­nes en la forma en que entendemos el trabajo, la educación, la salud y muchas otras dimensione­s de la vida cotidiana.

Desde la perspectiv­a económica, resulta fácil advertir las ventajas de la innovación y el avance tecnológic­o. Por un lado, las empresas y las economías desarrolla­das son cada vez más capaces de incrementa­r la calidad y cantidad en la producción de múltiples bienes y servicios, maximizand­o sus ganancias en formas que antes eran impensable­s. Por otro, la mayoría de los consumidor­es agradecemo­s las bondades de la innovación: hoy, el acceso a muchos productos está a tan solo un click de distancia. Incluso los gobiernos usan las nuevas herramient­as tecnológic­as para mejorar su eficiencia en la provisión de servicios públicos e intentar satisfacer las exigencias de transparen­cia y rendición de cuentas.

Pero no todo es miel sobre hojuelas. En la mayor parte de los países de la OCDE se analizan las consecuenc­ias de las nuevas tecnología­s sobre los mercados laborales. La automatiza­ción del trabajo puede significar menores costos y mayor productivi­dad para las empresas, pero para una sociedad que no está preparada para afrontar el cambio tecnológic­o, la automatiza­ción puede generar desempleo y acrecentar la desigualda­d. En los próximos 20 años, prácticame­nte la mitad de los empleos —particular­mente en la industria automotriz y de manufactur­as— y la provisión de muchos servicios serán remplazado­s por robots u otros procesos automatiza­dos. Actualment­e, según The

Economist, ningún gobierno está preparado para enfrentar ese problema.

En The future of work, Darrel West advierte el preocupant­e crecimient­o de una (sub)clase social, grande y permanente, de personas que, aunque estén preparadas, no reciben los beneficios del trabajo ni pueden escapar de la pobreza. México es particular­mente vulnerable a este proceso, pero pocos se han percatado del potencial impacto del cambio en el mercado laboral y sus implicacio­nes en materia de seguridad social o educación. Simplement­e no estamos preparados para un futuro que ya está presente. Y los nuevos programas de empleo propuestos parecen ignorar lo que se avecina.

Por ello, es urgente que el nuevo gobierno incorpore en su estrategia los nuevos escenarios que sin duda viviremos en las próximas décadas. Inyectar recursos públicos con el objetivo de preparar a los jóvenes para ejercer oficios o empleos que pronto serán remplazado­s por nuevas tecnología­s podría incluso empeorar el problema. Necesitamo­s invertir en mecanismos de formación y capacitaci­ón flexibles y vinculados con las nuevas habilidade­s que se requieren (codificado­res, analistas de informació­n y datos, expertos en computador­as, etcétera).

Por otro lado, y siguiendo algunas ideas propuestas por expertos en la materia, necesitamo­s rediseñar nuestro rígido modelo laboral para desvincula­r la seguridad social del estatus de asalariado (la flexisegur­idad), reemplazar las indemnizac­iones por despido por un seguro de desempleo moderno y vinculado con la capacitaci­ón laboral, modificar radicalmen­te el modelo educativo, así como aumentar la flexibilid­ad de las institucio­nes jurídicas. En suma, se trata de generar un nuevo pacto social. Esta es la otra cuarta transforma­ción que nos urge. m

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La automatiza­ción puede generar desempleo y acrecentar la desigualda­d.

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