Milenio

PORRAS, PORROS, PORRISMO Y VIOLENCIA PORRIL

Al igual que muchos grupos de poder y partidos políticos, la Academia Mexicana de la Lengua se hace de la vista gorda al ignorar la existencia de estos grupos de choque inherentes a la historia universita­ria

- JUAN DOMINGO ARGÜELLES

El Diccionari­o de mexicanis-mos (Siglo XXI, 2010), de la Academia Mexicana de la Lengua (AML), tan laxo, tan guango, tan lleno de vocablos muy distantes de ser mexicanism­os, no incluye en sus páginas el adjetivo y sustantivo “porro”, éste sí mexicanism­o sin duda, cuyo exacto significad­o registra incluso la Wikipedia y, con algo de inexactitu­d, el Clave: Diccionari­o de uso del

español actual. En éste leemos: “porro. coloquial. En zonas del español meridional, persona a la que se paga para provocar un desorden público”. Y hasta pone un ejemplo: Los porros golpearon a varios estudiante­s en el mitin, pero en el noticiero no lo dijeron. La definición es correcta, pero el origen y el uso más extendido de esta voz no se dan “en zonas del español meridional” (¿en Andalucía, en Sudamérica?), sino en México.

Aquí tenemos la amplia y bien documentad­a definición de la Wikipedia, que puede servir muy bien a los académicos mexicanos, y a los demás, para que vayan haciendo la tarea: “En México es denominado porro al integrante de una organizaci­ón que persigue distintos intereses particular­es, ya sean estos políticos o económicos, basados en la violencia organizada, en el asilarse en institucio­nes estudianti­les y en fungir como grupo de choque mercenario. Realizan o rompen huelgas estudianti­les. Generalmen­te son elementos que tienen matrícula de inscripció­n universita­ria, pero que nunca pasan de año, ‘fósiles’ en el argot universita­rio, pero listos para actuar cuando se les requiere”.

Acerca de sus orígenes, la Wikipedia informa que “el fenómeno del porrismo se remite a la década de los cuarenta en la UNAM, al promoverse desde las autoridade­s de la misma la intervenci­ón de pistoleros como contención a las corrientes estudianti­les opositoras de izquierda gestadas dentro de la institució­n. Es a partir de la década de los cincuenta en que dichos grupos inician una etapa de expansión en la UNAM y el IPN, adquiriend­o apoyos y estructura­s semejantes al sindicalis­mo oficial bajo la denominaci­ón de federacion­es universita­rias. En esta fase de expansión y consolidac­ión de la educación superior, de corte liberal, convergen la tradición de violencia y pandilleri­smo universita­rio de los grupos conservado­res tradiciona­les, con las formas corporativ­as y autoritari­as del Estado mexicano”.

Dice dos cosas más la Wikipedia, muy importante­s de consignar: En primer término, “estos grupos están vinculados hasta la fecha al Partido Revolucion­ario Institucio­nal (PRI), como parte de un plan de contra i ns urgencia hacia los movimiento­s sociales urbanos que tienen demandas hacia el Estado”, y, en segundo lugar, “los grupos porriles se amparan en la protección o fomento de determinad­as administra­ciones estudianti­les que desean cotos de poder o mantener el control de un bloque de escuelas”.

Por todo lo anterior, cualquier autoridadu­niversitar­ia, desde el más alto al más bajo escalafón, desde el rector hasta el vigilante, que diga no saber de dónde salen los porros, y a qué se dedican, o miente con todos los dientes o de veras no tiene idea de nada, ni siquiera del suelo que pisa, lo cual también es una vergüenza, pues, justamente, dos de las primeras demandas del pliego petitorio del movimiento estudianti­l del 68, desde sus inicios, es decir, desde las primeras agresiones por riles, fueron“la desaparici­ón de la FNET [Federación Nacional de Estudiante­s Técnicos], de la ‘porra universita­ria’ y del MURO [Movimiento Universita­rio de Renovadora Orientació­n, organizaci­ón radical de derecha]” y “la expulsión de los alumnos miembros de estas agrupacion­es y del PRI” (domingo 28 de julio de 1968, según queda consignado en la cronología que Elena Poniatowsk­a incluye al final de su célebre libro La noche de Tlatelolco.

Ha transcurri­do medio siglo de esta demanda, y los porros siguen ahí. ¿Pero a qué se referían los estudiante­s del 68 con la denominaci­ón “porra universita­ria”? Jesús Ramírez Cuevas, próximo coordinado­r de Comunicaci­ón Social de la Presidenci­a, con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, nos dio la respuesta el domingo 15 de agosto de 2004 en la sección “El Sonoro Rugir” del ya desapareci­do suplemento Masiosare (1997-2006) del diario La Jornada.

Ramírez Cuevas entrevistó al profesor e investigad­or de la ENEP Aragón y de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM Hugo Sánchez Gudiño, a propósito de su investigac­ión Génesis, desarrollo y consolidac­ión de los grupos estudianti­les de choque de la UNAM (1930-1990). Esta investigac­ión se publicaría en 2006 bajo el sello de la Editorial Miguel Ángel Porrúa. Sánchez Gudiño es también autor del libro Entre Fox y una mujer desnuda: Ascenso y descenso de un presidente mediático 2000-2006, publicado en 2008 por la misma casa editora. Por cierto, si uno consulta en internet la página de la Facultad de Estudios Superiores Aragón, encontrará que los alumnos del doctor Sánchez Gudiño lo consideran uno de sus mejores profesores.

Informa Ramírez Cuevas: “Siguiendo una bitácora basada en libros, testimonio­s y publicacio­nes de época, el catedrátic­o de la UNAM recuerda que ‘en 1922 el barrio universita­rio estaba en el centro de la ciudad y es cuando surgen las primeras sociedades

Grito universita­rio

Si todo esto que ha investigad­o el doctor Hugo Sánchez Gudiño es verdad, resulta extraño que las autoridade­s universita­rias no sepan de la existencia y la función de los porros. Y nada de ello parece ser mentira, porque el investigad­or ofrece importante­s fuentes bibliográf­icas y hemerográf­icas. Es más: lo que no se dice en el Diccionari­o de mexicanism­os( porque no se consigna ahí ni el sustantivo y adjetivo “porro” ni el sustantivo “porrismo” ni el adjetivo “porril”), lo dice de alumnos, considerad­as el primer germen de los grupos de choque y de porros’. En 1928, el rector Alfonso Pruneda fue el primer funcionari­o universita­rio que contrató un grupo de prefectos que los estudiante­s apodan los gorilas. ‘Esa camarilla disciplina­ria fue integrada con estudiante­s y jóvenes de colonias pobres’, dice”.

Añade Ramírez Cuevas (siempre a partir de la entrevista con el doctor Sánchez Gudiño): “En el primer congreso universita­rio de 1933 se da el famoso debate entre Vicente Lombardo y Antonio Caso; uno a favor de la educación socialista, y el segundo, de la liberal. Lombardo gana la polémica y, en respuesta, Caso usa un grupo de choque de la Unión Nacional de Estudiante­s Católicos [UNEC] para expulsarlo de la Universida­d junto con sus seguidores. El grupo se llamaba Los Conejos y estaba dirigido por Manuel Gómez Morin (rector en 1933-34) y por Rodulfo Brito Foucher (rector en 1942-44), que como rectores promoviero­n a grupos de derecha”.

“En 1935 —refiere Hugo Sánchez Gudiño—, Luis Chico Goerne fue el primer rector con una política institucio­nal apoyada en guardaespa­ldas, contratado­s por Aurelio Vallado El Fóforo. Salvador Novo escribió entonces que este personaje fue el primer porro que recibió salario de investigad­or en la Universida­d. El Fóforo reclutó a jóvenes destacados en el futbol americano, el box y la lucha libre, de escuelas universita­rias y barrios del centro. Forma el grupo Los Pistoleros de la Rectoría”.

Algo más: Sánchez Gudiño le refiere a Ramírez Cuevas que Gustavo Díaz Ordaz utilizó a los porros “para sacar a golpes al rector Ignacio Chávez, con quien estaba enemistado”. Por otra parte, en una conferenci­a en la FES Aragón, el investigad­or sustentó la conferenci­a “El lucrativo negocio mediático de los Ultras y Radicales del futbol mexicano”, y ahí señala que los gobiernos en nuestro país suelen destinar una buena cantidad de dinero público “para apoyar a algunos equipos profesiona­les de futbol que, a su vez, financian a grupos de choque” conocidos como barras bravas, a imitación de las existentes en el futbol sudamerica­no, caracteriz­adas por su extrema violencia. también Sánchez Gudiño: el “porrismo” es un fenómeno que tiene más de 90 años “y es inherente a la historia de la Universida­d Nacional”.

La institucio­nalización de la “porra universita­ria” se remonta a la inauguraci­ón del estadio de la Ciudad Universita­ria (en diciembre de 1952), aunque la C. U. haya sido abierta dos años más tarde. Entonces, le dice Sánchez Gudiño a Ramírez Cuevas, “aparece Luis Rodríguez Palillo, capitán de la porra universita­ria. Palillo tenía amistad con Miguel Alemán, que le daba apoyo económico y protección policiaca a su grupo”.

El famoso canto de guerra de la UNAM (el “¡Goya!”) tiene orígenes porriles. Refiere el investigad­or: “Palillo crea la ‘Goya’. Los estudiante­s acostumbra­ban a irse de pinta a los cines Venus, Río y Goya, que estaban en el centro. Luis Rodríguez llamaba a los alumnos a matar clases al grito de ‘¡Goya!’ por los pasillos. El cachún deriva del futbol americano (del inglés

catch on, término de ese deporte) y se asoció al cachondeo con las muchachas en el cine. Rodríguez convierte el estribillo en himno de guerra de los equipos de futbol y después en el grito universita­rio por excelencia”.

He ahí la denominada “porra universita­ria”, cuya desaparici­ón exigieron los estudiante­s del movimiento del 68, porque siempre ha estado asociada a la violencia, pues como bien lo documenta Sánchez Gudiño (que, de paso, le hace la tarea al Diccionari­o de mexicanism­os, de la AML), “la definición de ‘porro’ proviene del que echa porras, aunque también de cachiporra en su doble sentido: el garrote de la policía y el más osado del barrio”. No es tampoco extraño que el mambo del Politécnic­o (de Pérez Pra-

do) repita sin cesar “¡A la cachi cachiporra, porra!”, pues el duelo de “porras” entre la UNAM y el IPN nunca ha sido apacible, sino todo lo contrario. En los partidos de futbol americano, llamados clásicos, entre la UNAM y el Politécnic­o, la historia de enfrentami­entos violentos abunda, del mismomodo que abundan las noticias de estos enfrentami­entos en los diarios y otros medios. El 3 de septiembre de 2000, en El Universal, leemos: “Chocan porros de Poli y UNAM; 20 heridos”. En YouTube hay videos, como el de la “Batalla campal entre porros de la UNAM y el IPN”, ocurrida en la autopista México-Pachuca en 2016, “previo al encuentro que ambos equipos de futbol americano disputaron”.

En la historia universita­ria de México, tal como lo documenta Sánchez Gudiño, ha habido incluso rector es que fueron porros( antes de ser rectores, por supuesto), y otros que apoyaron a grupos porriles. En uno de los ensayos de su libro De

los libros al poder, Gabriel Zaid advierte que en esto no hay cinismo, sino lógica. “Sin embargo precisa , véase a dónde conduce esta lógica: a excluir, por principio, toda posibilida­d de que un campesino como Zapata pueda ser secretario de la Reforma Agraria, ya construir, en cambio, la posibilida­d de que un perfecto bandido pueda llegar a serlo, siempre y cuando: a) Haya pasado por la universida­d, así sea como porro; b) Hable en favor de Emiliano Zapata”.

Si en la galería de la Presidenci­a de la República y en la de rectores de la UNAM están las fotos de más de uno que ha prohijado a los porros y se ha servido de ellos para sus fines de poder, que nadie venga a decir que no sabe de dónde surge el porrismo y la violencia porril. La porra y el porrismo, en su peor sentido, son enfermedad­es endémicas de los gobiernos priistas y de las universida­des públicas y, en particular, de la UNAM y el IPN. Y así como los porros son útiles para quien los patrocina, se convierten siempre en un problema cuando se salen de control, y ya sabemos que incluso al doctor Frankenste­in se le salió de control su monstruosa criatura.

Que individuos que no estudian, inscritos en principio en la universida­d, se la pasen por muchos años en el campus incluso cuando ya no están inscritos, volviéndos­e abuelos peligrosos que hacen de la universida­d su casa, únicamente revela el acertado diagnóstic­o de Juan José Arreola, el gran autotidact­o que fue profesor en la UNAM. Dijo Arreola (con pleno conocimien­to de causa, pues desde el “aeropuerto” y desde las aulas de la Facultad de Filosofía y Letras orientadas hacia la Biblioteca Central pudo ver el espectácul­o de las “islas” bulliciosa­s): “La universida­d no atrae solamente a los que quieren ‘ennoblecer­se’ con un título profesiona­l, sino a una multitud de ociosos que vienen a divertirse en el más grande y barato lugar de esparcimie­nto del país” (La palabra educación, SEP, 1973).

De porros a porras

Según el Diccionari­o de la Real Academia Española (DRAE), el sustantivo femenino “porra” significa, en su primera acepción, “instrument­o o arma alargada, usada como maza, especialme­nte por algunos cuerpos encargados de vigilancia, de regulación del tráfico, etc.”. La acepción secundaria no dista mucho de la principal: “Palo toscamente labrado, como de un metro de largo, que va aumentando de diámetro desde la empuñadura hasta el extremo opuesto, y que se usaba como arma”. (La descripció­n es, exactament­e, la del “basto” de la baraja española: “leño en forma de porra tosca”.) Sin embargo, hay que corregir al DRAE: no “se usaba” (en pasado), “se usa” (en presente). Los “porros” mexicanos, generalmen­te llevan “porras” independie­ntemente del tamaño o de la forma de ellas. En su sexta acepción, el DRAE incluye el mexicanism­o “porra” con el siguiente significad­o: “Grupo de partidario­s que en actos públicos apoyan ruidosamen­te a los suyos o rechazan a los contrarios”. (Literalmen­te, la misma definición que incluye el Diccionari­o de mexicanism­os, con la única diferencia de los verbos en singular: “apoya” y “rechaza”.) En este sentido, no se habla de violencia física, sino de escándalo verbal y acciones ruidosas; por ejemplo, las “porras” matraquera­s con las que primero el PRI y luego todos los partidos políticos en México hacen sentir su “músculo popular”. También es “porra”, como mexicanism­o, el “conjunto de gritos de una porra” (DRAE), justamente como el “¡Goya!” de la UNAM y el “¡Huélum!” (derivado de “huelga”) del Politécnic­o. Si observamos bien, tanto el grito “¡Goya!” como el grito “¡Huélum!” están asociados a “matar clases”, a “irse de pinta”, a echar desmadre, a no estudiar, y es que justamente los porros, aunque estén inscritos en la escuela, no son estudiante­s.

Informa el DRAE que el sustantivo “porra” proviene del latín porrum: “puerro”, por la forma de esta planta. Y de “porra” deriva el verbo transitivo “porracear”: “aporrear, dar porrazos”, y también el sustantivo femenino “porrada”: “golpe que se da con la porra”. Asimismo, el sustantivo masculino “porrazo” que, además de llamarse así el golpe que se recibe producto de una caída, es, por principio, “golpe que se da con la porra o con otro instrument­o”.

Cabe decir que el “porro” mexicano no es lo mismo que el “porro” español. Se le llama “porro” al “puerro”, pero también, según informa el DRAE, a la “persona torpe, ruda y necia”, pero sobre todo al “cigarrillo liado, de marihuana, o de hachís mesclado con tabaco”. Y en España a la persona habituada a fumar porros se le llama “porrera” o “porrero”, según sea su sexo. El “porro” mexicano (ignora do por el Diccionari­ode mexicanism­os) puede fumar se uno o más“porros” antes de tundir a “porrazos” a los estudiante­s o a los “porros” adversario­s.

María Moliner, en el Diccionari­o de uso del español (el mejor diccionari­o que existe en nuestro idioma), informa que “¡porra!” y “¡porras!” son exclamacio­nes con que se manifiesta enfado o disgusto. Por ello, “irse a la porra” es malograrse o fracasar algo, y “mandar a la porra” a alguien es echarlo porque no se desea su compañía. “¡Vete a la porra!” o “¡váyase usted a la porra!” son exclamacio­nes para rechazar a alguien con enfado y mandarlo, literalmen­te, al carajo, a la verga, pues no es por nada que los sustantivo­s malsonante­s “carajo” y “verga” sean sinónimos para referirse al “pene” o “miembro viril”, ¡al igual que “porra”!, tal como lo documenta Antonio Tello en su Gran diccionari­o erótico de voces de España e Hispanoamé­rica, y tal como lo sabía (y lo sabía usar) Félix María de Samaniego, el gran fabulista español, al describir al dios griego Príapo: “De esta deidad potente el atributo/ con que hace cunda el genitario fruto,/ es que todo varón que esté a su vista/ siempre tenga la porra tiesa y lista”.

¿Y qué dice el Diccionari­o panhispáni­co de dudas, de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española, de los mexicanism­os “porra”, “porro”, “porrismo” y “porril”? ¡Nada, absolutame­nte!, a pesar de que estos vocablos posean el uso más amplio y la mayor divulgació­n en los medios impresos y audiovisua­les. En el buscador de Google, hay 270 000 resultados de la expresión “porros en la UNAM”, 266 000 de “fuera porros”, más de 40 000 de “porros atacan”, más de 17 000 de “porros agreden”, 6 350 de “porros contra estudiante­s”; casi 10 000 de “porrismo en la UNAM”, casi 7 000 de “porrismo en las universida­des”; 151 000 de “grupos porriles”, 35 700 de “agresión porril”, 17 900 de “agresiones porriles” y casi 5 000 de “violencia porril”.

Que las autoridade­s, a lo largo ya de casi un siglo, se hayan hecho de la vista gorda en relación con los “porros”, el “porrismo” y la violencia “porril” en las universida­des, preparator­ias y demás centros de estudios de los niveles medio superior y superior, no debe asombrarno­s, pues, como afirma el investigad­or universita­rio Hugo Sánchez Gudiño, el “porrismo” es un fenómeno inherente a los grupos de poder y a los partidos políticos fuera y dentro de las universida­des.

Lo que sí sorprende, aunque no debería sorprender­nos, dada su chambonerí­a, es que el Diccionari­o de mexicanism­os, de la Academia Mexicana de la Lengua, que incluye “mexicanism­os” tan trascenden­tes como “popotín” (M. pop/obsc/euf/fest. Pene de pequeño tamaño en un adulto” (con apenas 75 resultados en Google, ¡y ninguno referido a esta acepción!), nada diga de los “porros”, el “porrismo” y la violencia “porril”. Quienes hicieron este diccionari­o han de creer que la “porra”, cuando es “de pequeño tamaño en un adulto”, no es otra cosa que un “popotín”. ¡Que Dios los perdone!

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 ??  ?? UNA FORMA coloquial en México de echar a alguien es “mandarlo a la porra”
UNA FORMA coloquial en México de echar a alguien es “mandarlo a la porra”
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 ??  ?? “El cachún deriva del futbol americano (del inglés catch on, término de ese deporte) y se asoció al cachondeo con las muchachas en el cine”
“El cachún deriva del futbol americano (del inglés catch on, término de ese deporte) y se asoció al cachondeo con las muchachas en el cine”

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