Milenio

“La calle Campeche es el lugar que más me ha gustado, porque ahí estaban desde la más pioja hasta la más regia”

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En el libro Putas, activistas y periodista­s, ¿por qué lo hicimos?, de 199 páginas, la periodista Gloria Muñoz Ramírez narra: “Quizás ya no tenemos tan claro el momento en el que inició todo. Sabemos que a mediados de 2009. El proyecto de Desinformé­monos estaba naciendo. Me recuerdo en un autobús repleto de trabajador­as sexuales rumbo a Tlaxcala. De 40 personas, solo tres no ejercíamos el oficio. Iba sentada junto a Elizabeth, una joven trabajador­a social que, igual que yo, era la primera vez que acudía a un Encuentro Nacional de Trabajador­as Sexuales. Dormimos juntas. No, no dormimos. Platicamos toda la noche (...)”.

También iba en el camión Elvira Madrid —fundadora, junto con Jaime Montejo y Rosa Icela, del colectivo Brigada Callejera—, a quien el resto no paraba de abrazar, describe Muñoz, quien era vista con recelo por la activista, pues no sabía quién era. Tiempo después la amistad trascender­ía.

Putas, activistas y periodista­s, escribe Muñoz Ramírez, “eso somos. Aprendimos a nombrarnos y a reconocern­os. Nos sabemos dignas en nuestros oficios y en nuestras luchas. No apelamos a la objetivida­d, tan manoseada en estos tiempos. Ni víctimas ni victimaria­s, ni tratantes ni objetos de trata. Sujetos sí, de nuestra propia historia”.

Entonces le propusiero­n escribir un libro sobre ellas, pero Gloria Muñoz Ramírez les respondió que no, pues “no se trataba de entrevista­r y transcribi­r, sino de intentar otra cosa”. “Ninguna recuerda quién soltó la propuesta de iniciar un taller de periodismo para que ellas mismas contaran su historia, redactaran sus denuncias y escribiera­n su libro”.

Y empezaron el taller en una casa que Brigada Callejera tenía en la colonia Valle Gómez, Ciudad de México, con pocas sillas y un pequeño pizarrón. Nadie estaba segura de nada. “¿A dónde iríamos a parar con un taller de redacción periodísti­ca —se pregunta Gloria en el libro— un grupo diverso de trabajador­as sexuales y los equipos de Brigada Callejera y Desinformé­monos?” En seguida, algunos fragmentos de lo escrito por seis de las 16 autoras en el libro Putas, activistas y periodista­s.

Libertad: “En mi pueblo los niños sueñan que de grandes van a ser padrotes. Juegan a que tienen viejas y les dicen a otras niñas: ‘pónganse a trabajar’.

“Vivo en Ciudad de México y ya no tengo ninguna relación con mis papás ni mis hermanos. Tengo dos hijos, una niña de cinco años que estudia y otro de tres. No saben cuál es mi trabajo y me llevo bien con ellos. Voy a regresar a mi pueblo, mi papá tiene a mi hijo, tengo que quitárselo.

“Mi mamá ya tenía dos hijos cuando se juntó con mi papá. Él abusó de la más chica cuando ella tenía solo 13 años. Yo lo vi (...) Mi mamá trabajó 10 años en esto, también fue víctima de mi papá”.

Marilyn: “Lo que hacemos es honesto y de mucho valor. El trabajo sexual nunca se va a acabar. Yo inicié con sueños, algunos se han realzado gracias a Dios, pero otros no porque tengo el cuerpo lastimado. Las piernas, las nalgas y la piel se me mancharon y para trabajar tengo que usar ropa especial, pero estoy joven y sigo en el camino.

“Nunca he pensado en alguien que me tenga como si tuviera una correa de perro, porque es algo que me inculcó mi mamá. Solo pienso en llevarme mi dinero y ahorrar.

“En México cualquier policía es corrupto; la mayoría son ignorantes, despectivo­s, mamones, me tratan como hombre, pero son los primeros que quieren conmigo”.

Flor: “Antes era pecado todo y yo era la pecadora, la oveja negra de la familia. Tengo 63 años, vivo sola, feliz y conforme (...) A los 19 años encontré un medio para valerme por mí misma. En una calle vi a unos hombres que estaban parados y vestidos de mujer, les pregunté qué hacían y me dijeron: ‘trabajando’”. En ese momento pensé: de aquí soy. Las compañeras me agredían mucho. Me insultaban constantem­ente hasta que después pudieron aceptarme (...) Pasé por tener un lugar en la esquina”.

Nancy: “Me llamo Nancy, tengo 48 años y fui un niño de la calle. No tengo asegurado nada, pero soy feliz. Estuve en coma 15 días y le pedí a Dios seguir viviendo porque necesito hacer más cosas, aunque haya tenido muchas fallas. Quise comprarme una casa, pero en el andar agarré la droga y el alcohol (... ) El talón también me dio sufrimient­o, porque me llevaron presa dos veces.

“Desde los ocho años ya quería salirme de mi casa, porque no entendía lo que pasaba en mi cerebro. A esa edad solo se siente en el corazón. Mi mamá me golpeaba por ser gay, me gritaba: ‘¡le voy a decir a tu papá que te lleve a la correccion­al para ver si te compones’” (...). “Tuve que salirme a los 13 años (...) Vivo en el Centro Histórico del DF, pero nací en Monterrey. Estudié solo el sexto de primaria (...) La calle de Campeche en la Roma es el lugar que más me ha gustado, porque ahí estaban desde la más pioja hasta la más regia”.

Renata: “Nací en la colonia Vallejo y a los 17 años tuve que trabajar haciendo limpieza en un hotel. A los 20 empecé a talonear porque nació mi primer hijo y su papá nos abandonó. No tenía para darle de comer y soñaba con comprarle ropita. Empecé por mera necesidad.

“A mi primera pareja la quise demasiado. Yo tenía 17 años y fue muy bonito. José era albañil y lo conocí tirando cascajo en la calle (...) La primera vez que estuvimos juntos me entregué (...) Mi ilusión era casarme, ponerme un vestido de novia (...) Pero él no quiso, me dijo que fui muy fácil y que no merecía casarme con él. Después me abandonó, me dejó el canijo. Quizás por eso quiero tanto a mi hijo”. Magnolia: “En el malecón de Coatzacoal­cos, Veracruz, nos enganchó un joto. Éramos cuatro amigas y nos dijo que nos iba a dar casa, que íbamos a ganar bien con lo que nos pagaran de las fichas. Aceptamos. Nos llevaron por la vía corta hacia Puebla, a un bar que se llama La Pradera. Ahí nos emborracha­ban, nos quitaban el dinero y las fichas que nos hacíamos, pero él decía que unas chavas nos robaban... Una señora que se llamaba Amanda nos llevaba siempre en una camioneta a Tehuacán. No podíamos salir de ahí ni nos dejaban hablar con nadie, casi no nos daban de comer (...) Así duré un año hasta que me dije: no puedo seguir aquí. “Trabajé un tiempo en Reynosa, Tamaulipas. Me llevó una chava, pero eran muy feos los operativos (...) Llevo 15 años en esto. Empecé a trabajar a los 19 (...) Mi mamá falleció de cáncer en la matriz cuando yo tenía 22 (...) Rento una casa pequeña en Chalco, pago mil 600 de renta y 300 de luz. Gasto diariament­e 40 de pasaje y 50 de comida... Muy pocas veces gano 2 mil pesos a la semana (...)”

Putas activistas y periodista­s terminó de imprimirse el pasado julio de 2018. Las fotografía­s son de Luis Jorge Gallegos, Ricardo Ramírez Arriola, Elsa Medina, Iván Castaneira y Ricardo Guerrero.

La edición fue de Gloria Muñoz Ramírez y Krizna (David Avendaño Mendoza); entrevista­s: del Taller de Periodismo de Abajo Aquiles Baeza.

A partir de 2009, Desinformé­monos y Brigada Callejera son organizaci­ones aliadas.

“Si hay una imagen que retrata a Elvira Madrid es el momento en el que le arrebata la pistola a un policía que la amenaza, mientras otro encañona a Jaime Montejo, su compañero de vida y de lucha. ‘Lo sueltas o se los carga la verga’, les dijo a los policías que no entendían de dónde le salía tanto coraje a esta mujer chaparrita con cara de luna llena”, describe en el libro Muñoz Ramírez. M

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