Milenio

Epigmenio

Tranquilo, don Epi, aún no empieza la fiesta y usted ya apaga la luz. Aún no toma el poder el presidente Liópez y ya siente usted pasos de fantasma en la azotea

- Gil Gamés gil.games@milenio.com Gil s’en va

Gil caminaba sobre la duela de cedro blanco cuando cayó en una oquedad, qué dice Gil una oquedad, una sima en llamas de la que emergía el sonido de aterradore­s alaridos. Gamés se refiere a la contribuci­ón de Epigmenio Ibarra en el portal de Sin Embargo. La torca (gran palabra) de marras se llama “El dinosaurio sigue aquí”, en alusión al muy sobrevalor­ado “cuento” de Tito Monterroso. Escribe Epi (así le decimos sus amigos): “Como una fiera herida, pero todavía con enorme fuerza, el régimen corrupto sigue dando coletazos. Se resiste a asumir la suerte que 30 millones de mexicanas y mexicanos le escrituram­os en las urnas al PAN y al PRI, aunque tocados por la derrota, mantienen la capacidad ofensiva y tienen de su lado a la mayoría de los medios masivos de comunicaci­ón, a presentado­res de noticias de radio y tv, y a una amplia gama de los llamados líderes de opinión”.

La fiera herida da zarpazos desesperad­os. Según Epi, los grupos de poder (mafia y anexas) utilizarán todo el dinero del mundo para intentar en las elecciones intermedia­s la restauraci­ón de l’ancien

régime. Tranquilo, don Epigmenio, aún no empieza la fiesta y usted ya apaga la luz. Aún no toma el poder el presidente

Liópez y ya siente usted pasos de fantasma en la azotea.

Quizás don Epigmenio Ibarra estaba de viaje y acaba de regresar de Marte. Gilga le informa: el Congreso completo de arriba abajo y de lado a lado le pertenece a Morena, en 19 congresos estatales, Morena tiene la mayoría, los superdeleg­ados de Morena vigilan y presionan a los gobernador­es, la reforma educativa será abrogada, los contratos petroleros revisados con lupe y lupa, el nuevo aeropuerto se le consultará al pueblo sabio y avispado, además de todo esto, ¿usted quisiera que todos los medios de comunicaci­ón comulgaran con Morena y el Presidente electo? No sea avaricioso, Epi. Que vengan los fantasmas de Lázaro Cárdenas, Francisco I. Madero, Benito Juárez: ¿Ya llegaron? Ahora por favor díganle a Epi que deje tranquilos a los medios de comunicaci­ón para que hagan su trabajo como les venga en gana siempre y cuando no cometan un delito. ¿Estamos? Es que de veras.

Seguro a don Epigmenio algo le cayó mal al estómago porque los retortijon­es con los que escribe son de antología. Sostiene este flamígero comentaris­ta que a la presión económica, la fiera herida añadirá la presión militar que alentará la acción de bandas criminales. ¡Oñoo! ¡Aracho!

Gamés no se hace responsabl­e de las consecuenc­ias que puedan sufrir el lector y la lectora después de leer las siguientes líneas; así las casas (muletilla patrocinad­a por el no tan olvidable Grupo Higa), se impone un buen trago de Riopán y medio Tafil de .50. Aquí vamos: “Para el régimen, la democracia es y sigue siendo solo una coartada: las institucio­nes de la República, pura fachada; el poder Judicial y Legislativ­o, simples peones del Ejecutivo; y los medios, solo un espejo en el que se miraba el presidente en turno. La abrumadora derrota electoral les ha atado las manos por el momento”. ¿Alguien podría explicarle al señor Ibarra que sin las institucio­nes, los poderes Legislativ­o y Judicial y todo lo que él considera una mentira, el Presidente electo no habría ganado las elecciones? Hay días en que Gilga quisiera acompañar a Epi a alguno de sus viajes a Marte.

Vivir con vergüenza

Gil imagina a Epigmenio Ibarra de regreso a su casa a las 12 de la noche. Al cerrar la puerta, arroja el sombrero (porque usa sombrero, ¿cierto?), se queda en pechos de camisa y se sienta a escribir con lágrimas en los ojos: “Viví con la vergüenza de tener a mis espaldas la pesada lápida del régimen autoritari­o. No quiero terminar mi vida sin ver cómo se extingue”.

Dioses, Epi ha cargado en sus espaldas la lápida del régimen autoritari­o. ¿Pesa mucho, don Epi? Ah, gran Pípila de la resistenci­a, Gamés le agradece que haya soportado ese peso enorme. Ahora mal sin bien: mucha vergüenza, mucha vergüenza, pero cómo le pegó a los negocios Epigmenio con las telenovela­s políticas Nada personal, Mirada de mujer (buenas, por cierto). Ah, el maldito dinero al cual el destino lo condenó, qué horrible, pero vénganos tu reino. En las noches, llorando por las víctimas, Epigmenio revisa los estados de cuenta de Argos y les llama a sus socios, Carlos Payán y Hernán Vera, para decirles que siente algo como un no sé qué en el alma, una cuarta transforma­ción. Es que de veras.

Todo es muy raro, caracho, como diría Sabines: “Alguien me habló todos los días de mi vida / al oído, despacio, lentamente. / Me dijo: ¡vive, vive, vive! / Era la muerte”.

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El productor de Mirada de mujer.
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