Milenio

Pablo Barrera y un segundo aire

El actual capitán de Pumas suma un arranque relevante en cifras, con tres anotacione­s y una asistencia; a pesar del tiempo, sigue siendo la referencia en la ofensiva de los felinos de CU

- Rubén Guerrero Atilano/ Ciudad de México

Apenas este fin de semana, la Autoridad Judicial con sede en Tlalnepant­la, Estado de México, emitió una sentencia de 25 años y seis meses de cárcel en contra de Santiago Ramírez Miranda, culpable por el delito de robo de vehículo con violencia. El ilícito en el que participó el condenado ocurrió en noviembre de 2017, junto con dos sujetos más, en la colonia San Juan Ixhuatepec en el citado municipio. Esta entidad es una localidad dura, por lapsos insegura y difícil si se crece en ella. Este es el caso de Pablo Barrera, que maduró entre las calles de este sitio, pero bajo la tutela de Doña Esther, su madre.

Esther Acosta hizo de todo para brindarle a Pablo y sus dos hermanos las posibilida­des que quizás ella no tuvo. De pequeño, el ahora capitán de Pumas y uno de sus últimos emblemas, tenía muy claro que lo que más anhelaba era ser un futbolista profesiona­l, como su entonces ídolo, Cuauhtémoc Blanco. Esta meta fue incentivad­a por su madre, que le pedía disciplina escolar y comportami­ento ejemplar para los suyos: “Un día, solito, llegó hasta la escuela de Osvaldo Castro (Pata Bendita); metió cinco goles y le dijeron que no pagaría nada”, comentó la señora para Televisa Deportes en 2010.

Fue entonces que comenzó realmente el camino rumbo al profesiona­lismo de Barrera. Años más tarde, una visoría de Mauricio Peña (QEPD) a la escuela del Pata Bendita le abrió las puertas de Pumitas, las fuerzas inferiores de Universida­d Nacional, así como la presencia de Guillermo Vázquez Mejía, padre de Memo y encargado de todas las fuerzas básicas del club: “Él tenía muchísimo talento, demasiada capacidad y yo sabía que si iba a los torneos internacio­nales en los que participáb­amos, a Pablo le ayudaría para seguir mejorando y madurando”, decía el directivo.

Vázquez Mejía jugó un papel prepondera­nte en la formación de Barrera Acosta, pues más allá de la confianza que le brindaba, llegó a brindarle ayuda económica para que su familia y él realizaran los viajes desde Tlalnepant­la, hasta CU. La recompensa llegaría tarde o temprano. De hecho, desde muy joven, antes de su debut en Primera División en 2005, el interés de diferentes escuadras era noticia en Cantera, sobre el habilidoso volante: “En una gira amistosa que tuvimos en Italia con un equipo Sub 17, la Fiorentina y el Parma, a los que enfrentamo­s, querían que se quedara por allá”, comenta Miguel España, su timonel en dicha categoría.

Hoy, el resto de la historia es conocida por todos. La carrera profesiona­l de Pablo fue de más a menos; disputó una brillante Copa del Mundo en 2010 y hasta

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