AMLOVE y Trump
El Presidente electo ya adelantó que no quiere pleito con Trump. “No quiero la confrontación con el gobierno de Estados Unidos, por más que me estén cucando, no voy a caer en ninguna provocación. Hay muchos que quisieran que nos peleáramos con todos, no nos vamos a pelear con el presidente Donald Trump, amor y paz”, prometió AMLO.
López Obrador tiene razón, en parte. Una pelea con Trump no le conviene a México, aunque tampoco a Estados Unidos. Eso no significa que la posición del gobierno entrante deba ser la de ignorar la construcción del muro en la frontera, un tema que ha resurgido como promesa de campaña hacia las elecciones legislativas de noviembre y que se mantiene como una obsesión personal de Trump.
Por eso la postura del gobierno mexicano debe ser clara y firme. La creciente militarización de la frontera asfixia a las comunidades que habitan en la región, amenaza los derechos humanos de los migrantes, ayuda a las organizaciones criminales que controlan los puntos de acceso irregulares y representa un símbolo de rechazo a nuestra vecindad. López Obrador advirtió que no quiere tratar el tema porque busca un buen entendimiento con Trump. “Quiero convencer, quiero explicar cuál es nuestro plan para atemperar el fenómeno migratorio, quiero ponerlo en práctica en nuestro país”, dijo esta semana.
El problema es que su contraparte en Washington entiende muy bien que el muro y todas las medidas que propone para incrementar la seguridad en la frontera no sirven para atem- perar el fenómeno migratorio, al menos no de fondo. Se lo han dicho su jefe de gabinete, la secretaria de Seguridad Interior, miembros de su familia y un amplio sector de la opinión pública en Estados Unidos. El muro no es la solución.
La idea de construir el muro nunca ha estado inspirada en buenas intenciones, como la de asegurar una frontera porosa. El muro es un símbolo de todo lo que representa el movimiento Trump. Una visión insular del mundo en la que lo foráneo, en especial si viene del sur, amenaza la cohesión social y la pureza racial de la América grandiosa que promete Trump.
AMLO y su equipo están mal si creen que la luna de miel que han experimentado en la transición y el sentido común bastan para recomponer el rumbo que ha tomado la relación bilateral. M