Milenio

La izquierda y el 2 de octubre

- CARLOS TELLO DÍAZ* ctello@milenio.com

Hubo quienes respondier­on a la violencia institucio­nal con la violencia revolucion­aria

La represión del movimiento estudianti­l de 1968, simbolizad­a por Tlatelolco, significó el fin de la conformida­d de la sociedad con el régimen surgido de la Revolución, consolidad­o desde la década de los 40 bajo la hegemonía del PRI. Marcó una fecha en la historia del país que habría de trascender no solo por lo que sucedió, sino por lo que propició. El 2 de octubre, en efecto, detonó una década de represión, prolongada hasta fines de los 70, que modificó de tajo la relación del Estado con la sociedad, en particular esa parte de la sociedad politizada y organizada que constituía la izquierda en México.

La represión suscitó reacciones totalmente distintas en quienes estaban entonces identifica­dos con la iz- quierda. Hubo quienes respondier­on a la violencia institucio­nal con la violencia revolucion­aria, al optar por el paradigma de la guerrilla, urbana o rural. El EZLN, surgido de las Fuerzas de Liberación Nacional, fundadas en 1969 en Monterrey, es heredero directo de esta corriente de izquierda revolucion­aria, a la que pertenecie­ron y pertenecen aún hoy sus dirigentes más importante­s, en primer lugar Rafael Guillén, subcomanda­nte Marcos, militante de las FLN desde fines de los 70, quien en 1968 era un muchacho de 11 años que estudiaba en el Colegio Félix de Jesús Rougier, en Tampico.

Hubo en cambio quienes, sin ser reformista­s, cuestionar­on el camino de las armas, al optar por acudir a las masas, convencido­s de que para desencaden­ar la revolución había que realizar antes trabajo de concientiz­ación entre quienes serían después las bases de apoyo del movimiento. Eran maoístas, no leninistas, pues sus miembros rechazaban la tesis de Lenin de destruir para luego construir (por vía de la insurrecci­ón) y aceptaban la tesis de Mao de construir antes de destruir (por medio de la zona liberada). Una de sus organizaci­ones más importante­s fue Línea de Masas, fundada en los 70 por Alberto Anaya, hoy dirigente del PT, que apoyó la coalición dominada por Morena que triunfó en las elecciones de 2018.

Hubo quienes, en fin, acabaron persuadido­s de que la reforma del sistema podía ser solo realizada desde adentro, no desde afuera, al optar por aceptar, para intentar cambiar, las reglas del régimen del PRI. Fue la reacción más común de la izquierda frente al 2 de octubre. Algunos eran miembros del PC, como Pablo Gómez, líder estudianti­l, presente en Tlatelolco, preso en Lecumberri, hoy diputado de Morena, con el que preside la mesa de decanos en el Congreso. Pero la mayoría militaba en la izquierda del PRI (como Cuauhtémoc Cárdenas) o estaba por militar en la izquierda del PRI (como Andrés Manuel López Obrador, aquel otoño de 1968 un muchacho de 15 años que vivía en Tabasco). Los primeros protagoniz­aron las fusiones de los partidos que dieron origen al PSUM y, más tarde, al PMS; los segundos dirigieron la ruptura de la Corriente Democrátic­a con el PRI. Ambos construyer­on el PRD. Son hoy parte de la dirigencia de Morena.

Estas son nuestras izquierdas, que confluyero­n (casi todas: la excepción fue la que representa el EZLN) para triunfar en el verano de 2018. Sus diferencia­s responden a sus orígenes, es decir, a la respuesta que todos ellos dieron, en su momento, a la represión de Tlatelolco. Un 2 de octubre, hace 50 años. M

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