Las palabras
Estamos ya metidos en la CT y nadie tiene claro de qué se trata, ni los que la festejan ni los que la reprueban. Por eso está la prensa pendiente de los discursos de la nueva campaña, tratando de adivinar algo a partir de las promesas, los insultos, los amagos. Algo ha cambiado, pero no sabemos qué ni qué tanto.
Entre las novedades, un nuevo modo de hablar. La aportación básica del señor presidente (electo) es un conjunto de frases: pegadizas, ramplonas, muy gráficas, como sacadas de un bolero, y enormemente eficaces. En su caso, con frecuencia importa no lo que hace, sino lo que dice. Por ejemplo, el cambio consiste en no llamarlos ya impuestos, sino contribuciones. En el mejor de los casos, lo mismo que fue capaz de inspirar entusiasmo con eso, podría también dar una nueva legitimidad a las instituciones —habrá que verlo.
La CT va a añadir una densa capa de hipocresía al lenguaje público. En el idioma técnico al que nos habíamos acostumbrado incluso era posible decir la verdad, aunque no se entendiera, y había algunos asideros para la discusión. Esto es otra cosa. La prosaica materialidad de una licitación, la operación de un fideicomiso, todo va a aparecer en otro plano como una pura decisión moral, sin ambigüedades. Indiscutible. La crudeza, la simplicidad chabacana de las frases es lo que explica su éxito.
Está en la prensa todos los días. Por ejemplo: “nunca jamás se utilizará al Ejército para reprimir al pueblo”. Es una frase que no tiene sentido fuera del universo de las consignas de manifestaciones de protesta; por eso resulta impenetrable. Dos párrafos más allá está que los militares seguirán a cargo de la seguridad para no dejar a la gente en la indefensión, y que la Policía Federal y las policías ministeriales están echadas a perder, un brumoso diagnóstico que pide una política de seguridad igualmente brumosa. Lo que sea que se haga, nunca significará reprimir al pueblo. Suceda lo que suceda, bastará con repetir el axioma: el Ejército nunca jamás reprimirá al pueblo.
Recuerdo a López Portillo en su toma de posesión: “A los soldados de la nación les pido hombría y lealtad... jamás pediré apoyo para arbitrariedad, encubrimiento o abuso”. Y me pregunto cuánto tiempo tarda una frase en gastarse, en sonar a hueco. M