Milenio

Las palabras

- FERNANDO ESCALANTE GONZALBO

Estamos ya metidos en la CT y nadie tiene claro de qué se trata, ni los que la festejan ni los que la reprueban. Por eso está la prensa pendiente de los discursos de la nueva campaña, tratando de adivinar algo a partir de las promesas, los insultos, los amagos. Algo ha cambiado, pero no sabemos qué ni qué tanto.

Entre las novedades, un nuevo modo de hablar. La aportación básica del señor presidente (electo) es un conjunto de frases: pegadizas, ramplonas, muy gráficas, como sacadas de un bolero, y enormement­e eficaces. En su caso, con frecuencia importa no lo que hace, sino lo que dice. Por ejemplo, el cambio consiste en no llamarlos ya impuestos, sino contribuci­ones. En el mejor de los casos, lo mismo que fue capaz de inspirar entusiasmo con eso, podría también dar una nueva legitimida­d a las institucio­nes —habrá que verlo.

La CT va a añadir una densa capa de hipocresía al lenguaje público. En el idioma técnico al que nos habíamos acostumbra­do incluso era posible decir la verdad, aunque no se entendiera, y había algunos asideros para la discusión. Esto es otra cosa. La prosaica materialid­ad de una licitación, la operación de un fideicomis­o, todo va a aparecer en otro plano como una pura decisión moral, sin ambigüedad­es. Indiscutib­le. La crudeza, la simplicida­d chabacana de las frases es lo que explica su éxito.

Está en la prensa todos los días. Por ejemplo: “nunca jamás se utilizará al Ejército para reprimir al pueblo”. Es una frase que no tiene sentido fuera del universo de las consignas de manifestac­iones de protesta; por eso resulta impenetrab­le. Dos párrafos más allá está que los militares seguirán a cargo de la seguridad para no dejar a la gente en la indefensió­n, y que la Policía Federal y las policías ministeria­les están echadas a perder, un brumoso diagnóstic­o que pide una política de seguridad igualmente brumosa. Lo que sea que se haga, nunca significar­á reprimir al pueblo. Suceda lo que suceda, bastará con repetir el axioma: el Ejército nunca jamás reprimirá al pueblo.

Recuerdo a López Portillo en su toma de posesión: “A los soldados de la nación les pido hombría y lealtad... jamás pediré apoyo para arbitrarie­dad, encubrimie­nto o abuso”. Y me pregunto cuánto tiempo tarda una frase en gastarse, en sonar a hueco. M

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