¿Puede actuar Lady Gaga? ¿Debe?
Eso lo sabremos cuando todos puedan ver la película la semana que viene. La verdadera pregunta sobre la nueva protagonista de la más reciente entrega de Nace una estrella es si la gente realmente la quiere ver actuar o sí van a ver a Lady Gaga haciendo el papel de Barbra Streisand, que en realidad era de Audrey Hepburn.
Vamos con algunos ejemplos. ¿Alguien dejó de ver a Whitney Houston en El guardaespaldas cuando interpretó a Rachel Marron? Yo no. Y no porque Whitney fuera mala actriz. De hecho, creo que era espectacular. Pero a veces la personalidad de las estrellas es tan poderosa que es imposible dejar de ver al intérprete detrás del personaje.
¿Se acuerdan de Glitter con Mariah Carey? Yo sí y con muchísima pena, porque eran los tiempos en los que solía ir mucho al cine con mi papá y lo arrastré a ver el accidente fílmico de Mariah Carey. Hasta la fecha, lo único que me consuela es saber que también vimos Big Fish de Tim Burton juntos, lo cual más o menos compensó ese terrible episodio. Al menos eso quisiera creer que él pensaba. Pero lo que si me queda muy claro es que, aunque la actuación sea para ganarse todos los premios de la vergüenza, también la personalidad (y otras cosas) de Carey eran suficientes para que nunca olvidáramos que estaba disque interpretando a una cantante.
Así nos podemos seguir para siempre con las películas que ponen a las grandes divas en el reflector y a cantar. En este caso, sé que Gaga ha superado todos los prejuicios de la crítica que la vio en el festival de cine de Toronto, donde tuvo sus primeros momentos frente a la prensa. Y eso es enorme. Pero no. Aún no leo una sola reseña que me diga que olvidaron que era Lady Gaga a quien tenían en la pantalla.
Este asunto no es culpa tampoco de su director y coestrella (entre muchas cosas más) Bradley Cooper. Y no pretende ser mi reseña de la película, la cual ya publicaremos la semana que entra con emoción. Es solo un reconocimiento a personalidades tan impactantes, que si las mezclas con música, entonces suspender nuestra incredulidad es demasiado trabajo.
El ejemplo más claro de esto es precisamente con esta película en su versión anterior. Creo que la Streisand (o mi tía Barbra, como siempre le he dicho de cariño) es la más grande diosa de todas. Y esto incluye a Cher, a Bette Middler y a quien me quieran poner enfrente. Pero verla al lado de Cris Krisstoferson (1974) me fue suficiente para creer que ella alguna vez fue la incipiente ilusa mientras que el otro la gran estrella de rock. Y a pesar de ello, la cinta funcionó hermosamente. Pero claro, eso tiene todo que ver con ver a divas interpretar a divas de la mejor manera posible. Como a Bette Middler en The Rose, donde sin duda no estamos viendo a Janis Joplin (la historia está remotamente basada en su vida) pero eso jamás nos importó a los fans del género. Y créanme, a Streisand sí le creí cuando interpretó a una mujer que se disfrazaba de un joven estudiante para ser rabino, porque solo así la dejarían acercarse a los textos sagrados. O, mejor aún, cuando interpretó a Claudia, una prostituta determinada a tomar control de sus acciones y no permitir que le dijeran “loca” solo para salvarla en una corte de la ley, cuando tuvo que matar a alguien en defensa propia. Es cosa de divas. Que también pueden, o no, ser grandes actrices. Ya quiero ver a Gaga. ¿Ustedes?