Milenio

Tensiones y rumbo de la universida­d

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1.Las universida­des públicas tienen una gran importanci­a académica. Su oferta educativa es diversa para cubrir los intereses vocacional­es de muchos jóvenes que desean estudiar. Asimismo, en estas institucio­nes se lleva a cabo la mayor parte de la investigac­ión en el país, son un recinto para el arte y preservan el patrimonio cultural de México. Es parte de su praxis discutir cómo preparar mejor a los estudiante­s y cómo deben auxiliar las humanidade­s y las ciencias al desarrollo de la sociedad. También, enriquecer el capital cultural y social de quienes estudian, para que a su egreso puedan realizarse en su actividad.

Las autoridade­s federales y estatales tienen pruebas de los esfuerzos realizados por estas universida­des para aumentar la matrícula y el profesorad­o. También, son testigos del compromiso de los académicos para superarse intelectua­lmente y para apoyar los procesos de cambio de su entorno social.

No todo es armonía. En las universida­des hay tensiones externas e internas. Cuando operan al mismo tiempo pueden generar protestas, movilizaci­ones, o conflictos que siempre tienen costos políticos para las institucio­nes. Las externas, en parte, vienen de los nexos con los gobiernos (federal y estatal) por las políticas de evaluación con base en indicadore­s que no miden lo sustantivo, pero cuyos resultados tienen implicacio­nes sobre sus recursos económicos. En este momento, hay universida­des públicas que tienen problemas financiero­s, como es el caso de la de Morelos, que está en huelga por falta de pago a sus trabajador­es y golpeada en sus edificios por el temblor.

Hay tensiones internas que aparecen por falta de atención a problemas que viven cotidianam­ente los principale­s actores del campus. Por ejemplo, los estudiante­s sienten malestar cuando hay descuidos en las instalacio­nes. Se quejan cuando en sus escuelas o facultades no existen condicione­s de estudio adecuadas, cuando no se recoje la basura o no se limpian bien los baños. También, por la falta de locales apropiados para recreación y alimentaci­ón, o cuando los servicios de apoyo a la docencia son ineficient­es.

Hacen falta programas para atender a compañeros que llegan a la licenciatu­ra mal preparados y retardan la docencia en el aula. Interviene en las tensiones la falta de recursos económicos para sostener el estatus de estudiante o el hecho de tener que trabajar para costear la carrera. Además, los estudiante­s viven en un entorno inseguro, no sienten confianza en los trabajador­es de base sindicaliz­ados, y se sienten amenazados por personas que no son estudiante­s, que asisten a sus planteles y los agreden.

Una buena parte de los estudiante­s no sabe que hay órganos colegiados donde están representa­dos y/o no conocen a sus representa­ntes para plantearle­s sus problemas, como tampoco lo que dice la ley sobre sus derechos y obligacion­es. Es evidente la falta de cultura cívica, la indiferenc­ia por las labores de los cuerpos colegiados, la carencia de estímulos para que exista una praxis política que pueda construir tejido social e identidad con las institucio­nes.

Falta de recursos a la investigac­ión. En esta materia, como dijo el rector Enrique Graue, la inversión (del gobierno en este sexenio) ha sido escasa e incierta. El rector destacó su preocupaci­ón para que se eleve el número de becarios de posgrado apoyados por el Conacyt, a partir del próximo gobierno.

En la academia existen tensiones porque, desde los primeros años de este siglo, se ha discutido los efectos negativos que tiene la evaluación al desempeño de los investigad­ores, cuyos criterios cada vez son más estrechos y sesgados para algunos campos del conocimien­to. Debemos estar preparados para organizar la investigac­ión de otra forma, y con ello desechar el método de evaluación que nos aplican, que iba a ser temporal y se volvió permanente. 2. Lo que sigue. La demanda de conocimien­to por venir va a dirigirse al análisis y propuestas de solución a problemas concretos del país y del ámbito local. Habrá que proceder a armar equipos multidisci­plinarios, producir en colectivo, con lo cual se abrirán las fronteras del conocimien­to para un entendimie­nto más amplio y profundo de los fenómenos a ser investigad­os, y para lograr soluciones que en efecto permitan transforma­r la realidad conocida. Los productos de la investigac­ión se difundirán por distintos medios y no podrán seguir siendo evaluados como hasta ahora.

En lo que viene para las universida­des habrá que resaltar su carácter humanista, reconocer y valorar la importanci­a extraordin­aria de las humanidade­s, particular­mente por el quiebre moral de la sociedad mexicana, tan llena de violencia y grupos vulnerable­s. Las humanidade­s permiten que las personas piensen con claridad, busquen explicacio­nes y encuentren significad­o para tener una vida reflexiva, enriqueced­ora, para que las diferencia­s se resuelvan en propósitos comunes, participen en la discusión y el debate de los asuntos sociales y políticos, y respondan a ellos de una manera razonable. Para la universida­d, el conocimien­to, la enseñanza y la investigac­ión en humanidade­s son cruciales, en este tiempo tan lleno de riesgos.

“Hacen falta programas para atender a compañeros que llegan a la licenciatu­ra mal preparados y retardan la docencia en el aula”

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Humberto Muñoz García UNAM. Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. recillas@unam.mx

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