Nunca más como en Puebla
La jornada electoral del 1 de julio fue ejemplar, con una excepción: la elección para gobernador en Puebla. En la noche de este día histórico, el país celebraba uno de los cambios políticos más importantes de este siglo. A contracorriente de lo que ocurría en el país y en el propio Puebla, primero en el PREP, después en el conteo rápido y finalmente en el cómputo, Martha Érika Alonso de Moreno Valle apareció arriba en los resultados por 4 puntos porcentuales, contradiciendo las tendencias que favorecían a la coalición Juntos Haremos Historia para presidente de la República, senadores, diputados federales, diputados locales y alcaldes de los principales municipios.
En la lógica que el morenovallismo quiso imponer, la mayoría de los poblanos, de las seis boletas que recibió, en cinco votó por Andrés Manuel López Obrador y los candidatos de la coalición Juntos Haremos Historia, con una excepción: la elección para gobernador. El morenovallismo pretendió implantar la percepción que manejaron durante toda la campaña: voto diferenciado. Después del recuento total, que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación instruyó, queda claro que en Puebla se realizó lo que podríamos denominar no solo una elección de Estado, sino un fraude integral en todas y cada una de las fases del proceso electoral.
El retraso en el inicio del PREP y del conteo rápido fueron hechos de los cuales nos percatamos, fueron preludio de lo que vendría en el cómputo: imponer a la candidata del PAN. Los voceros del morenovallismo se cansaron de intentar explicar la diferenciación del voto y en exigirme que aceptara los resultados. Ahora sabemos que el fraude en Puebla inició mucho antes de la jornada electoral. Comenzó con las designaciones mismas de los titulares y de los principales servidores públicos de los órganos electorales. Solo así se explica no únicamente el sometimiento a las órdenes del morenovallismo, sino su participación en diversas etapas del fraude, que ahora ha quedado al descubierto.
Cuando hablamos de una jornada electoral ejemplar nos referimos a que el apoyo popular que generó López Obrador fue tal y su ventaja tanta, que las estrategias tradicionales de control, desvío de recursos y compra de votos quedaron rebasadas en todos los estados. Personajes siniestros de la política y operadores electorales de muchas entidades no pudieron hacer nada contra la ola de votos a favor de López Obrador. En Puebla, el morenovallismo intentó hacer una operación quirúrgica, porque la etapa del fraude más importante no se realizó a pie de casilla, sino en los propios organismos electorales. El Tribunal Estatal Electoral cerraría la pinza al desechar todas nuestras impugnaciones.
El fraude electoral más sofisticado en la historia de México quedó al descubierto. Nunca más debe haber una elección como la que ocurrió en Puebla, donde los titulares de órganos forman parte de la violación de la ley. Después de todas las anomalías descubiertas en el recuento total de votos, que comprueban la absoluta ausencia de certeza, la elección para gobernador debe anularse. Ese debe ser el único camino para hacer justicia a los poblanos. M