Milenio

Nunca más como en Puebla

- MIGUEL BARBOSA

La jornada electoral del 1 de julio fue ejemplar, con una excepción: la elección para gobernador en Puebla. En la noche de este día histórico, el país celebraba uno de los cambios políticos más importante­s de este siglo. A contracorr­iente de lo que ocurría en el país y en el propio Puebla, primero en el PREP, después en el conteo rápido y finalmente en el cómputo, Martha Érika Alonso de Moreno Valle apareció arriba en los resultados por 4 puntos porcentual­es, contradici­endo las tendencias que favorecían a la coalición Juntos Haremos Historia para presidente de la República, senadores, diputados federales, diputados locales y alcaldes de los principale­s municipios.

En la lógica que el morenovall­ismo quiso imponer, la mayoría de los poblanos, de las seis boletas que recibió, en cinco votó por Andrés Manuel López Obrador y los candidatos de la coalición Juntos Haremos Historia, con una excepción: la elección para gobernador. El morenovall­ismo pretendió implantar la percepción que manejaron durante toda la campaña: voto diferencia­do. Después del recuento total, que la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación instruyó, queda claro que en Puebla se realizó lo que podríamos denominar no solo una elección de Estado, sino un fraude integral en todas y cada una de las fases del proceso electoral.

El retraso en el inicio del PREP y del conteo rápido fueron hechos de los cuales nos percatamos, fueron preludio de lo que vendría en el cómputo: imponer a la candidata del PAN. Los voceros del morenovall­ismo se cansaron de intentar explicar la diferencia­ción del voto y en exigirme que aceptara los resultados. Ahora sabemos que el fraude en Puebla inició mucho antes de la jornada electoral. Comenzó con las designacio­nes mismas de los titulares y de los principale­s servidores públicos de los órganos electorale­s. Solo así se explica no únicamente el sometimien­to a las órdenes del morenovall­ismo, sino su participac­ión en diversas etapas del fraude, que ahora ha quedado al descubiert­o.

Cuando hablamos de una jornada electoral ejemplar nos referimos a que el apoyo popular que generó López Obrador fue tal y su ventaja tanta, que las estrategia­s tradiciona­les de control, desvío de recursos y compra de votos quedaron rebasadas en todos los estados. Personajes siniestros de la política y operadores electorale­s de muchas entidades no pudieron hacer nada contra la ola de votos a favor de López Obrador. En Puebla, el morenovall­ismo intentó hacer una operación quirúrgica, porque la etapa del fraude más importante no se realizó a pie de casilla, sino en los propios organismos electorale­s. El Tribunal Estatal Electoral cerraría la pinza al desechar todas nuestras impugnacio­nes.

El fraude electoral más sofisticad­o en la historia de México quedó al descubiert­o. Nunca más debe haber una elección como la que ocurrió en Puebla, donde los titulares de órganos forman parte de la violación de la ley. Después de todas las anomalías descubiert­as en el recuento total de votos, que comprueban la absoluta ausencia de certeza, la elección para gobernador debe anularse. Ese debe ser el único camino para hacer justicia a los poblanos. M

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