Milenio

La dictadura de las redes

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Esas irritantes redes sociales”, dijo con desdén el presidente al que recordarem­os por ser quien más se quejaba de ellas pero al mismo tiempo más las atendía, Enrique Peña Nieto. Con esa frase resumía mejor que nadie la fuerza que ha cobrado la nueva esfera pública virtual, capaz de modificar políticas y hacer reaccionar a funcionari­os.

Si bien Twitter puede estar en números rojos como empresa, su influencia política es innegable. Hace años inició revolucion­es, ahora el presidente de Estados Unidos gobierna a base de tuitazos y uno más, el electo Andrés Manuel López Obrador, las bendice por haber ayudado a su triunfo electoral.

A diferencia del resto de redes sociales, ésta es la única que junto con la prensa constituye­n la nueva esfera pública.

Sí, es cierto que los chismes, las revelacion­es, los PDF y las imágenes compromete­doras circulan también por WhastApp, por Facebook, por Instagram, de los más jóvenes, pero en ninguna de esas redes se da la interacció­n y la discusión que logra Twitter.

Jugando con esa idea, un amigo parafrasea a Carlos Castillo Peraza, quien decía que algunos políticos solo entienden a periodicaz­os. Ahora es a tuitazos que los agarran… y responden.

El fundador de la empresa, Jack Dorsey, me dijo un día en entrevista que Twitter era más a quién seguías y en qué debates participab­as que una red social.

Era su primera vez en México y, entre todos los invitados a la visita de Hillary Clinton, quien menos llamaba la atención de la prensa. Accedió gustoso a responder mis preguntas sobre la entonces nueva red.

“Te da esa sensación de inmediatez, de pertenecer, de sentir que traes al mundo en tu bolsillo, así como la transparen­cia que brinda a las personas y a las organizaci­ones sobre lo que está pasando en el mundo”, decía.

Pero, concluyó Dorsey, más que una red social, la veo como una red de informació­n.

A pesar de ello, recuerdo cómo un conocido columnista me decía indignado cada que lo urgía a entrar a Twitter: “Yo no regalo mi trabajo, a mí me pagan por escribir”. Hoy en día se volvió un tuitero famoso con más de 600 mil seguidores.

Y sí, en ese espacio se han dado renuncias, escándalos, revelacion­es y críticas tan dolorosas o incómodas que es común que los altos funcionari­os llamen quejándose cada que les molesta el tuit de un reportero.

Si tienes pocos seguidores es lo de menos, la irritación es el señalamien­to público de los errores en esa nueva esfera pública. La influencia política en la red no la determina el número de seguidores, sino la calidad de estos.

Para los políticos es una dictadura porque se incomodan con la luz pública, con la transparen­cia; para la sociedad, en cambio, es una poderosa herramient­a democrátic­a que seguiremos usando, les guste o no. M

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