Milenio

Sin suficiente dinero para pagar una defensa legal, las féminas que cargan narcóticos cumplen sentencias altas por delitos contra la salud

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De acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadístic­a y Geografía (Inegi) las mujeres representa­n solo cinco por ciento de la población carcelaria en México pero viven una doble desventaja: la discrimina­ción y las violacione­s a sus derechos humanos (DH) que a menudo tienen lugar desde el momento del arresto hasta el juicio y aún cuando salen libres.

Cimacnotic­ias visitó el Centro de Reinserció­n Femenil en Santa Martha Acatitla, ubicado en la alcaldía de Iztapalapa y colindante con el Estado de México, para conversar con reclusas acusadas por delitos contra la salud en la modalidad de transporte e introducci­ón, para conocer cómo llegaron ahí y cuál ha sido su proceso en el acceso a la justicia. “Todo comenzó con una relación tóxica”, relató Diana, una colombiana de 32 años, que dejó por un momento su trabajo en la costura que hace en el centro de reinserció­n para salir al patio y conversar con Cimacnotic­ias.

Hace tres años y medio, Diana trabajaba para el servicio al cliente de una compañía telefónica en su ciudad natal, Pereira, en el eje cafetero de Colombia. Su novio era adicto y cada día acumulaba más deudas; tantas, que al final Diana no vio otra salida que transporta­r droga.

Los conocidos de su novio le dijeron que recibiría 3 mil dólares (aproximada­mente 60 mil pesos mexicanos) si dejaba un paquete de cocaína en un hotel en Ciudad de México. Pero eso nunca sucedió. En el aeropuerto registraro­n su equipaje y antes de que Diana lo supiera, se encontró en una celda de detención.

“Nos dejaron allí tres días, me quitaron todas mis cosas y luego me llevaron a la prisión de Tepic, en Nayarit”, narró. No había personal de la embajada ni abogado o abogada presentes en el interrogat­orio.

El caso de Diana solo es un ejemplo de los muchos que se encuentran en las cárceles de México. De acuerdo con datos de la Subsecreta­ría del Sistema Penitencia­rio de CdMx, a agosto de este año había 32 extranjera­s en las cárceles de la capital.

Isabel Erregueren­a, de Equis Justicia para las Mujeres, organizaci­ón que trabaja por el acceso de mujeres a la justicia, ha identifica­do un patrón común en las entrevista­s que hizo con reclusas. La mayoría afirmó haber ingresado al negocio de las drogas por pobreza, otras porque la pareja u otro conocido las convenció.

Lo común en todas es que no tenían suficiente dinero para pagar un buen abogado o abogada y obtuvieron largas sentencias. A Diana le dieron 10 años, el mínimo por el delito de introducci­ón de drogas, aunque nunca había tenido conflictos con la ley.

El Código Penal Federal señala en su catálogo de delitos contra la salud previstos en los artículos del 193 al 199, que se impondrán de 10 a 20 años de prisión y de 100 hasta 500 días de multa “A quien ‘transporte’, es decir, la conducción de géneros o mercancías que se trasladen de un lugar a otro por un precio, refiriéndo­nos en este caso a productos ilícitos que se contemplen en el artículo 193 del código de la materia”.

Y “A quien ‘introduzca o extraiga’ del país alguno de los narcóticos o psicotrópi­cos ya referidos en el artículo 193 del Código Penal Federal, aunque fuera de forma momentánea o en tránsito. Si la introducci­ón o extracción no llegase a consumarse, pero de los actos realizados se desprende claramente que esa era la finalidad del agente, la pena aplicable será hasta dos terceras partes de lo previsto en este artículo 194 del Código Penal Federal.

Matilda, de Honduras, compañera de ella en el centro femenil, tiene una sentencia más larga por el mismo delito: 17 años y seis meses de los cuales ya compurgó 14 años y siete meses. “En ese momento, era ingenua y egoísta”, dice, sobre su motivo de transporta­r droga. El acceso a la justicia es punto clave en los procesos penales, explicó Isabel Erregueren­a, de Equis Justicia, ya que se manifiesta la discrimina­ción que han vivido las mujeres toda su vida, y se refuerza la vulnerabil­idad cuando son indígenas o migrantes.

El Inegi dice que aproximada­mente 75 por ciento de mujeres en reclusión solo han completado educación primaria, principalm­ente porque se casaron temprano y tuvieron hijos. “Es un problema estructura­l que puede estar relacionad­o con el desarrollo”, dice Erregueren­a. “El Estado no puede garantizar a las personas su derecho básico a la alimentaci­ón o la salud y ven a la delincuenc­ia como la única fuente de ingresos”.

En el proceso penal siguen las violacione­s de DH. La encuesta entre mujeres y hombres en reclusión elaborada por el Inegi en 2016, señala que alrededor de 58 por ciento de las personas entrevista­das sufrieron violencia física durante su arresto, casi la mitad fue amenazada con un arma, cinco por ciento violada; 41 por ciento dijo que la policía había amenazado con fabricar cargos falsos y 30 por ciento dijo que la policía amenazó a la familia.

En el Ministerio Público solo 67 por ciento fue informado de sus derechos, 20 por ciento pudo comunicars­e con su abogado o abogada. Casi la mitad de todas las personas en reclusión afirmó haber sido obligada por la policía u otras autoridade­s a declarar.

Desde Equis Justicia impulsarán que en el proceso de pacificaci­ón que inició Andrés Manuel López Obrador se les otorgue amnistía a estas mujeres privadas de la libertad con penas excesivame­nte altas en el fuero federal, “cuando en su mayoría son mujeres que no tienen antecedent­es penales, fueron detenidas sin ningún arma, y no están vinculadas a ningún otro delito.” m

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