Milenio

Amlofilia o Amlofobia

- BRAULIO PERALTA

De qué lado estar? Cada día que pasa cansa más el personaje que habla, dice, idea, critica, vocifera... Seguirlo marea, así sea el presidente a partir del primero de diciembre. ¿No habrá alguien que le diga que el pueblo también tiene días de descanso? Porque ya dijo todo lo que piensa hacer, proyectar, construir los seis años que será mandatario con mayoría absoluta. No haría daño a nadie que al menos un mes antes de su ascenso tome un receso, para él y la sociedad. Meditar es de lo más sano…

Julio Figueroa escribió en redes sociales: “Junto al ramillete de opiniones que descalific­a sin más a AMLO, ¿no hay del lado contrario un ramo de flores blancas que lo endiosan y esperan todo de él y no de la sociedad, el trabajo conjunto y el gobierno?” La “Amlofobia” y la “Amlofilia” aparecen por igual. Ninguna opción es sana. Mejor entender los porqués de la polarizaci­ón…

AMLO es el espejo de lo que deseamos: democracia, igualdad en todos sentidos, crecimient­o de México. Cualquier presidente ha ofrecido lo mismo los últimos 50 años y todos han fallado en el mismo sentido. ¿Por qué AMLO cuenta con el sentir popular de su lado? Sin duda por la esperanza de sus fieles creyentes que lo ensalzan y no admiten la crítica. Era importante el cambio del PRI y el PAN por AMLO —no Morena—, el candidato eterno de los últimos años que, por fin, logra su cometido. Era justo que el sueño llegara a la silla presidenci­al. Pero, ¿qué sigue? Sin Amlofobia ni Amlofilia, es válido preguntar una y otra vez qué sigue. Lo sabremos hasta la asunción del gobierno de AMLO. Porque todo sueño necesita concretars­e, y la esperanza se topa con la realidad. ¿O no?

Desde que ganó —y aunque no voté por él—, da gusto el cambio por tanta corrupción comprobada en el PRI como en el PAN, y el propio PRD. Pero también es necesario dudar del ganador. AMLO tiene discurso repetitivo y cansa con las ideas de siempre. Uno espera que lo logre, desde luego, pero que no insista a fuerza de agotarnos, en mi caso hasta dejar de seguirle un ritmo machacón sobre “más de lo mismo”. Eso pasa porque son tantas las ideas a concretar, que se parece a la mujer que sueña con vender toda la leche para pasar, de vendedora en la calle, a una tiendita en el barrio. El problema es que se le rompe el jarrón y terminan sus sueños…

Aunque México es más grande que un sexenio. Eso tranquiliz­a. ¿A usted, no? TRASPIÉ: Leo un epígrafe de Malcolm Lowry en el gran libro de Roberto Bolaño, Los detectives salvajes:

“—¿Quiere usted la salvación de México? ¿Quiere que Cristo sea nuestro rey? —No.” Eso: más realidad y menos sueños. ¿O no? M

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