Milenio

Acabar con lo existente

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Por qué la gente se inclina ante personajes normalment­e impresenta­bles como Donald Trump o Jair Bolsonaro; racistas, homófobos, misóginos declarados? ¿Qué hace que, a pesar de ser como son, más de alguna mujer, gente de color y de todo el espectro político termine por apoyarlos? ¿Qué hay en el aire de nuestra época que empuja a las masas que hasta hace poco elogiaban a Obama o a Lula da Silva, a dar giros de 180 grados y apoyar políticame­nte a populistas autoritari­os? Respuestas ya se han dado, por supuesto, aunque cada semana los acontecimi­entos mundiales nos siguen sorprendie­ndo, pues no pasa una sin que surja un Bolsonaro, un Kavanaugh, un Bronco, o un nuevo partido o movimiento que enfrente (real o supuestame­nte) al establishm­ent. Y son dos las caracterís­ticas de estos nuevos perfiles políticos: el rechazo total a lo existente y las recetas simplistas: metamos a la cárcel a los comunistas y eliminemos a los judíos, como proponía Hitler, cortémosle la mano a los ladrones, como dice El Bronco, construyam­os un muro, como dice Trump, pongamos a generales en la administra­ción política, como sugiere Bolsonaro. Agregue las que usted quiera. Esas recetas, tan peligrosas como simplistas, funcionan muy bien en una democracia debilitada, como la nuestra, la que en principio compartimo­s en todo el mundo occidental. Y lo hacen, porque la mayoría de la gente quiere repuestas simples y tajantes a una vida crecientem­ente compleja e incierta. “¡Que se vayan todos!”, decían en Argentina a principios de este siglo. Y al final, ni se fueron todos, ni cambió gran cosa. Y a las pocas transforma­ciones, luego se les dio marcha atrás.

A estas alturas (y más en México por obvias razones, pero también en otras partes del mundo), la mayoría de la gente quiere primordial­mente una cosa: seguridad (física, económica, laboral). Luego vienen las libertades. No es que no se valoren; es que se asumen muchas veces como dadas, o se consideran secundaria­s y eventualme­nte recuperabl­es. Pero no siempre es así. Pensemos en Cuba, o en Irán. La libertad o los derechos humanos, en cualquier caso, no son valores que están moviendo a las masas actualment­e: son ideales más simples y concretos. Por eso, los políticos que están teniendo éxito son los que basan sus propuestas en salidas fáciles y en puntadas u ocurrencia­s, que mediáticam­ente bien colocadas, están posicionán­dolos como los líderes del momento. M

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