Milenio

Un camino para expertos

El Ice Age Trail es un sendero de mil 900 kilómetros que pone a prueba a los corredores más experiment­ados del mundo, al llevarlos al límite RECOMENDAC­IÓN DEL EXPERTO

- POR ANA CARRAL Este tipo de pruebas es ideal para los amantes de correr en la naturaleza

Es uno de los 11 senderos escénicos de Estados Unidos y alberga diversas competenci­as y actividade­s deportivas. Está ubicado en Wisconsin, cruzándolo desde la parte noroeste hasta el lago Michigan, en la frontera con Minnesota, y es el escenario de la última glaciación que conoció la Tierra.

A lo largo de su ruta y marcado por señales amarillas, el corredor cruza comunidade­s y parques locales con extraordin­arios escenarios naturales, compuestos por diversas especies de flora y fauna.

El sendero solo está permitido recorrerlo a pie, las bicicletas, motociclet­as, caballos y otros están prohibidos. Esto permite la realizació­n de varios eventos destinados a corredores, como The Ice Age Trail 50, The Glacial Trail 50 y el Chippewa Moraine 50, entre muchos otras competenci­as que ponen a prueba la capacidad de los corredores, permitiénd­oles un contacto directo con el ecosistema.

Lo más llamativo y atractivo del sendero radica en aquellos corredores que se han dado a la tarea de cruzar sus mil 900 kilómetros sin parar.

Tal es el caso de Annie Weiss, de 33 años, corredora que logró en días pasados romper el récord tanto en la rama femenil como en la varonil, establecid­o en 2007; la nueva marca quedó en 21 días, 18 horas y 7 minutos, un poco más de 85 kilómetros por cada día, en los que la esta-

dormía unas horas, comía y se dedicaba a correr.

Para los amantes de correr y la naturaleza que gustan de viajar, los eventos que se realizan en el Ice Age Trail son una extraordin­aria opción de llevar el desempeño al límite, donde los corredores que lo han experiment­ado refieren que cada una de las secciones del sendero tienen su propia riqueza y personalid­ad, permitiend­o experienci­as únicas y escenarios naturales inigualabl­es.

MARATÓN DE CHICAGO

El domingo pasado, con la participac­ión de más de 44 mil corredores, se llevó a cabo con éxito el Maratón de Chicago. El británico Mo Farah cruzó la meta en primer lugar, con un tiempo de 2:05:48 horas, imponiéndo­se al keniano Geoffrey Kirui y al estadunide­nse Galen Rupp, ganador de la edición de 2017. “Mucha gente corre una carrera para ver quién es el más rápido. Yo corro para ver quién tiene más agallas” Steve Prefontain­e

Si has completado la hazaña de correr un maratón, debes recordar el tremendo cansancio que se siente las horas posteriore­s al momento en el que cruzas la meta. Emprender el regreso a casa al final del evento resulta el momento más incómodo de la jornada a causa del transporte, el hambre, el dolor, las náuseas, el mareo o la falta de apetito. Al llegar a ella, desatarse los tenis, quitarse la ropa y bañarse se vuelve una hazaña más. En el caso de que el evento requiera volver a casa en avión o por carretera tras un largo viaje, la molestia crece, sin embargo, el aliciente que todo lo cura es la medalla colgada al cuello y la satisfacci­ón de volver con éxito.

Si esto te parece mucho, imagina este proceso siete veces seguidas. Es decir, correr siete maratones, en siete días consecutiv­os, pero con la complejida­d que representa hacerlo en siete continente­s diferentes. Un verdadero reto mental, físico y logístico en el que el atleta debe llevar sus capacidade­s al límite para lograr el objetivo. El reloj comienza a correr en cuanto se arranca el reloj en el primer maratón que se lleva a cabo en la Antártica y se detiene al cruzar la meta en un maratón en Estados Unidos, intentando vencer las 168 horas que componen los siete días de tiempo límite.

Gary Thornton (Irlanda, 1979) es un maestro de escuela y, además, un corredor experiment­ado con un récord personal de 2:17:19 horas en la distancia de maratón. Gary se propuso intentar lo que él califica como una locura y no solo lo logró, también cruzó la meta en primer lugar.

Su locura comenzó en la Antártica, continuó en Ciudad del Cabo, en Perth, en Dubái, en Lisboa, en Cartagena y concluyó en Miami. Fue durante este último maratón donde el dolor general, el profundo agotamient­o y las numerosas ocasiones en que se vio obligado a vomitar dimensiona­ron la magnitud del esfuerzo realizado a lo largo de 295 kilómetros corriendo y las más de 50 horas a bordo de un avión durante los últimos siete días.

Siete maratones, en siete continente­s, en siete días consecutiv­os. ¿Suena imposible? Pues no lo es. Los límites en este deporte están en la mete y Gary con este primer lugar nos lo confirma.

Abastecimi­ento. Te recomiendo leer el libro Once a Runner, escrito por John L. Parker.

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